Capítulo 8
La expresión débil y lastimera de Isabella hizo que Lorenzo volviera en sí, y se apresuró a consolarla:

—No tiene nada que ver contigo, no llores.

Isabella sollozaba mientras Lorenzo la llevaba al sofá de la sala, consolándola con extrema dulzura en su voz.

En la cocina, Marisela escuchaba, y le resultaba especialmente hiriente —ese tono suave y gentil que Lorenzo nunca había usado con ella.

Pero ya no lo anhelaba, solo quería irse pronto.

Controló sus emociones y continuó cocinando.

El divorcio sería más difícil de lo que imaginaba. Pensó que Lorenzo firmaría sin dudarlo, pero ahora tendría que buscar otra manera.

Aunque no la amara, eso no impedía que Lorenzo quisiera torturarla —este era su castigo, el castigo por su ambición de hace dos años.

En la sala.

Isabella, después de ser consolada un buen rato, se recostó en el pecho de Lorenzo, sintiendo su ternura, como si sus sentimientos por ella nunca hubieran cambiado.

Si era así, ¿por qué no se divorciaba? Marisela incluso lo había s
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