Nunca podrás olvidarte de mí

Horas después:

Nunca había pensado hacer algo como eso pero ahí estaba ella. Escabulléndose por los oscuros pasillos de la inmensa casa de la manada en busca de la cocina para robar comida.

—Maldito Alfa —gruñó en voz baja entrando al fin a la cocina despejada.

Su estómago está rugiendo porque se estaba muriendo de hambre. Desde esta mañana no había comido absolutamente nada. Según la cocinera ese era el castigo por su atrevimiento.

Dana rápidamente tomó un puñado de fresas y arándanos. Si bien no le quitaría el hambre por completo, tampoco haría que alguien notara que alguien había estado husmeando por la cocina. Los guardó entre sus pechos para no ser descubierta si cualquiera la veía por el camino y pronto regresó por donde vino.

—Que se vaya al infierno —masculló irritada—, no puede tratarme así. No es como si tuviera la culpa de que la perra de mi prima mintiera, no me merezco esto.

Ella cierra la puerta detrás de sí apoyando la espalda a esta mientras saca algunas fresas de su b
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