Era una emergencia, lo supe cuando logré tranquilizarme. Sabía que había tocado fondo de una manera totalmente distinta a la acostumbrada, por eso, una vez se acabó la visita de mis amigos, me fui al consultorio de la doctora Alicia.No tenía cita y eran las tres y media de la tarde cuando llegué. Por lo mismo tuve que esperar a que terminara con todas sus consultas.Lo más raro de todo es que me sentía bastante tranquila cuando tuve que esperar a que pudiera atenderme. Estuve pensando en esas horas lo que había pasado con Alejandro y cada vez se hacía más notable mi error, haciendo que mi remordimiento creciera más.Vi que una muchacha de piel oscura, cabello afro, que vestía un lindo jean negro y una camisa estilo campesino salió del consultorio.—Señorita Rousse, puede pasar —me avisó la secretaria desde su rinconcito donde estaba su escritorio.Debía ser eso de las cinco y media de la tarde cuando pude entrar al consultorio de la doctora Alicia.—Lily, qué sorpresa tenerte por aqu
Pude aceptarlo, quitarme el peso de una relación y seguir dentro de mi burbuja: era experta para eso. A fin de cuentas, mi mente y cuerpo no le gustaban los cambios, mucho menos para mantener relaciones interpersonales y no controlar lo que pasara con esa persona.—No —dije con tono serio.—¿Qué? —parpadeó dos veces.—No voy a permitir que me termines —contesté—, no quiero. Tú no estás dentro de mi cuerpo para saber qué es lo que me hace bien.—Rousse, tú no estás preparada para tener un noviazgo —insistió—. Tú misma me lo dijiste cuando te pedí que fuéramos novios. Yo hice mal en insistirte en que tuviéramos una relación.Ahí estaba la raíz: Alejandro se culpaba al creer que me había obligado a ser su novia. No quería dejarme, sólo pensaba que
—¿Qué te pasó en la cara? —era la pregunta que más me hicieron en la mañana.Lo bueno fue que, al notar la seriedad en mi rostro más de uno se alejó para no preguntar. Así terminé encerrado en mi oficina con ganas de no salir en todo el día.En el almuerzo Carlos contó a todos la ridícula mentira de que yo estaba molestando a su gato y por eso terminé así de arañado y me caí del mueble, de ahí el moretón en el rostro. Por alguna razón, la gente le creyó aquella ridícula historia y fue peor, porque, con más motivo la gente se burlaba de mí y hacían bromas al respecto al saber que era demasiado tonto el que me dejara arañar por un gato y encima me cayera de un mueble.Rousse estaba sentada a la mesa y me veía con un rostro de pesar, intentaba ignorar todo lo que me de
Esa costumbre de los empleados de reunirse en las noches de los viernes para comer y hablar sobre lo que hicieron en la semana me ponía los pelos de punta. El que yo estuviera cambiando mi personalidad no decía que de un día para otro me volvería la más sociable.Ahí estaba, al lado de Alejandro comiéndome un arroz de pollo en completo silencio mientras veía a todos conversando entre carcajadas y aplausos; contando chistes, haciendo mofas y compitiendo para ver quién era el más cool de todos.La mayoría de los profesores del C.D.I eran jóvenes, debían estar entre sus veinticinco hasta los cuarenta años, así que el ambiente lo notaba bastante animoso para mi gusto. Eso era bastante raro, porque yo era la más jovencita de todos ellos al estar a punto de cumplir mis veintitrés años.Rasqué un ojo al sentirme cansada y llena d
Caminar al lado de Alex fue algo que, hace dos años atrás estaría sintiendo como un sueño hecho realidad. En cambio, esa noche lo único que pensaba mi mente era en todas las diferencias que tenía con Alejandro: su forma de hablar, la risa, la altura, el caminar, las manías con las manos; en que Alex no le gustaba dejarse crecer la barba y por lo mismo se veía de menor edad.Cuando subíamos al andén en las calles que eran un poco transitadas por los carros y motos, siempre se ponía del lado de la carretera para que yo estuviera algo alejada, como si en realidad me estuviera protegiendo; bueno, se suponía que esa era la idea, ¿no?En todo el camino estuvo contándome sobre su afición por el fútbol, que en esos días estuvo jugando hasta muy entrada la noche con unos amigos de su barrio y que era algo que a Ana nunca le gustó, por lo cual discut&iacu
—Disculpa —soltó Rousse cuando estábamos en el auto.—¿Por qué te disculpas? —inquirí.—Por todo, por esto y por… ser una molestia —respondió con tono de pesar.Estábamos dentro del auto y yo acababa de darle un manotón al volante, así que era natural que estuviera disculpándose. Pero me dio mucho remordimiento que Rousse sintiera que todo era su culpa, cuando evidentemente era toda mía por haber estado petulante con ella.—No, Rousse, tú no tienes la culpa —me sinceré tratando de guardar la calma—, es mía, yo no debí dejar que te vinieras sola. Y por lo que pasó antes… eso ya es tema del pasado —volteé a verla—, es mejor superarlo.Su rostro se veía ensombrecido por una capa de tristeza e intentaba no hacer conexión visual conmigo.
Me dio mucho miedo cuando se abalanzó a Alex, parecía otra persona y… por más que le gritaba que lo dejara, no lo hacía. No quedó rastro del Alejandro dulce que la noche anterior durmió acurrucado a mí; el que me dijo que me quería y llenó mi rostro con muchos besos.—¡Alejandro, por favor, déjalo! —supliqué entre el llanto.Tenía la fama de ser un hombre muy pacífico, el que fácilmente lloraba con las películas de finales tristes: el muchacho grandote con corazón de algodón. Y sí, yo lo creía también, porque lo veía amarrarse a mi cuerpo cuando se sentía decaído; acurrucaba su rostro en mi vientre mientras abrazaba mi cintura con fuerza.Pero esa noche no había nada de rastros de ese hombre amoroso. Sus ojos estaban encendidos de rabia; sus brazos se movían solos,
Lo más incómodo de sentirte acosada es el creer que aquella sensación es natural y nada fuera de lo común. Por lo cual comienzas a generar una culpa por sentirte de aquella manera.Al momento de estar en el pasillo vimos que Carlos y Alejandro subieron por las escaleras y nos observaron con curiosidad; más que todo, a mí.—Amor… —Alejandro ladeó una sonrisa—. Qué linda…Intenté sonreír, pero creo que me salió bastante mal. Alejandro me observó con curiosidad y se acercó a mí.Cuando aprendes a conocer a alguien, nada más necesitas de verlo un poco para saber si está bien o mal y… eso fue lo que pasó con Alejandro.—Ven.Me tomó de la mano y me dirigió hasta la habitación de donde había salido con las chicas.—¡