Nos sentamos a comer. Curiosamente ese día me sentía tímida, comía despacio, con la mente trabajándome a mil, pensando en la razón para que a Alejandro se le ocurriera hacer una cena sin una fecha especial.
Debía haber algo especial fuera de las fechas, pero ¿qué podría ser?, ¿estaba pasando algo por alto?, ¿se enojaría después si no lo recordaba?
Reparé la comida sobre la mesa: la carne asada bañada en una salsa de verduras, el puré de papa suave que se derretía en el paladar, el vino; las velas, las copas a medio servir y… una diminuta cajita de color negó que se escondía entre toda la decoración.
Tragué lento al sentir que a mi mente llegó como un disparo la respuesta.
¿Podría ser? ¿Realmente me pediría matrimonio esa noche?
Corté con los cubiert
Ya me había hecho una herida en el pulgar derecho por roer con mis uñas en esa parte. La noche anterior no logré dormir y me volví nada cuando pasé el umbral de la puerta del consultorio de la doctora Alicia.—Me estaba esperando en la entrada del C.D.I —comenté con la nariz roja por tanto llorar—. Me dijo que necesitaba hablar conmigo y nos fuimos a un puesto de helado cerca de allí. —Mi mandíbula tembló mientras permanecía abierta—. Estaba cambiadísima, más madura y… me dijo que se iba a graduar este semestre, me invitó a la graduación —intenté mostrar una sonrisa que salió muy nerviosa.—Por lo que me habías comentado anteriormente no tenías buena relación con tu hermana… —la doctora hizo un esfuerzo por recordar.—Vanessa, se llama Vanessa —dije y solt&ea
Con el pasar de los días, a la salida del trabajo mis ojos trataban de buscar a mi madre disimuladamente, y, cuando la veía irse con aquel andar tranquilo y cabizbajo, sentía que algo dentro de mí se calmaba y al mismo tiempo se retorcía. Quería correr a ella y abrazarla, pedirle que se quedara conmigo un rato, al menos unos minutos.Aquel sentimiento fue creciendo con el pasar de los días, un nudo en mi garganta se fue formando de a poco y, cuando quise darme cuenta, estaba llorando cuando me subía al auto.Nunca llegué a creer que amara tanto a mi madre, no me importaba nuestra mala relación, los golpes y maltrato psicológico que recibí de su parte, porque… el darme cuenta que estaba arrepentida de todo eso y deseaba acercarse a mí, barría con todo ese rencor. Yo también quería correr a ella y abrazarla, dejar todo en el pasado.Me di cuenta q
Recuerdo esos días con nostalgia. Pensaba que… al ver a mi papá sentado en el sillón con la mirada perdida sería bastante triste, que lloraría y me deprimiría. Sin embargo, fue todo lo contrario, aunque me impactó, cuando le hablé: él logró reconocerme.—Lily… —desplegó una arrugada sonrisa.—Sí… soy yo —me acerqué y me arrodillé frente a él.—Mi niña… —soltó en un hilo ahogado.Lo tomé de las manos y las besé.—Papi… —esbocé mientras sonreía.Volvió a perderse en ese mundo donde se encontraba, tal vez remontándose a su niñez; parecía que le gustaba estar en una época donde mi abuela seguía con vida y lo llevaba a una feria.Me quedé a su lado leyendo en voz al
Yo creí estar enamorada de él, de aquel joven profesor que daba clase en la fundación de desarrollo integral en el que era voluntaria para ayudar a los niños con problemas en la materia de lengua castellana, pero nunca le dije lo que sentía, tampoco nunca tuve intención de hacerlo. Al principio pensé que era por vergüenza, después descubrí que se trataba de inseguridad; pero ahora eso no importa, porque estoy a punto de subir a un avión para irme lejos de aquí, al lado de alguien que sabe mis sentimientos a la perfección.Hablo de él: de ese joven que me abrazó las muchas veces que mi cuerpo temblaba y jugaba con mi cabello cuando quería hacerme sonreír.¿Por qué me quiero ir lejos? Bueno, no crean que estoy escapando, en realidad, es un plan que vengo organizando desde hace mucho. Iremos a cumplir una meta y es él la razón para que yo quiera aventurarme a cruzar todo un continente.Todo comenzó ese día que veía al joven profesor abrir la puerta del salón de clases y caminaba por el p
Pasaron dos días en los que no supe de Gabriel, no nos enviábamos mensajes y yo creía que aquel episodio había acabado. Mi vida seguía en aquella monotonía de siempre que me agobiaba en gran manera, aunque ahora tomaba otro camino para no tener que pasar por el puente y recordar lo que estuve a punto de hacer y también, por dentro, me daba miedo volver a intentarlo.—Te vas a volver loca de tanto leer libros —dijo mi padre mientras sostenía una taza de café en una mano, cruzaba las piernas y rodaba la mirada a mi madre, que estaba en la cocina picando unas verduras—. ¿No le vas a decir algo? Mírala, leyendo mientras come, ¿crees que eso es bueno?Mi madre rodó la mirada hasta mí y puso las manos en la cintura.—Lily, deja de leer mientras desayunas —reconvino.Cerré el libro de Eduardo Sacheri y terminé de comer mi taza de avena cocida mientras partía trocitos de pan integral y los echaba en la avena. Siempre me ha gustado este desayuno, siento que me trae muchos recuerdos de mi niñez
Pasa que un día desperté y me di cuenta que no quiero seguir viviendo, así de fácil. ¿Y cuáles son tus argumentos para no querer seguir viviendo? ¿Debo tener una razón? Simplemente… me levanté y me di cuenta que esta vida es un sinsentido, una monotonía agobiante y las personas que me rodean son peor. Pero todo depende de la mirada que le pongas a la vida, Lily. La vida de por sí no tiene sentido, puede llegar a tener sentido, sin embargo, si tú misma le das un sentido. Pero si ves la vida como un sinsentido, claramente así lo será y las cosas que hagas, será aún peor. Pero si ves la vida con ganas de vivirla, todo será más claro, con mucho más sentido, porque tú eres quien le pone ese sentido. ¿Y cómo le pondría sentido a la vida?Haciendo las cosas que siempre has deseado hacer. ¿Alguna vez has pensado en hacer una lista de deseos?Sí… el profe de filosofía en el colegio nos lo recomendó, intenté hacerlo, pero nah… esas cosas no van conmigo. ¿Qué escribiste esa vez?Que quer
Cuando estaba en secundaria me gustaba pasar los descansos leyendo un libro en la biblioteca del instituto, así que no me relacionaba mucho con mis compañeros. No es que fuera tímida, simplemente no le encontraba interés a conversar con chicos de mi edad, en cambio, a veces conversaba con mis profesores o gente mayor: me encantaba escucharlos, saber de sus experiencias.La primera vez que me fijé en un hombre, él tenía el doble de edad que yo, así que siempre sentí que fui un poco diferente a los niños de mi edad. Por esa misma razón muy poco tenía amistades, y las que estaban, duraban muy poco. Siempre me decía que no era mi culpa, que eran ellos los que no me comprendían.Pero ahí estaba, esperando la llamada de un desconocido que vivía al otro lado del continente.—Hola, Lily, ¿cómo estás? —escuché su voz por segunda vez.—Bueno… —no sabía si contestar que bien, no había necesidad de mentir—, ¿qué te puedo decir? Siento que me estoy ahogando, que estoy atrapada en un lugar y necesi
Rousse, había dicho mi apellido.Sólo existía un lugar donde no me llamaban por mi nombre: mi trabajo.De pronto, reconocí la voz. Y fue cuestión de voltear un poco el rostro, notar aquella barba negra perfectamente arreglada para darme cuenta de quién se trataba.Mierda. Ahora estaba peor que antes.Alejandro…Como pude, volví a tomar lugar en el bordillo, aunque Alejandro nunca soltó su agarre.—¡Estoy bien, estoy bien! —solté con la voz temblorosa—, yo voy a…—¡No, no lo hagas!, por favor —trató de calmar su voz—. Piénsalo mejor. Piensa en tu familia, Rousse, por favor. Tienes a mucha gente que te quiere.Solté un jadeo al ver que sí, él creía que me iba a suicidar; bueno, es que, si ves a una persona del otro lado del puente, observando el precipicio, es natural que lo piense. No es como que yo no hubiese intentado hacerlo…—No, no, yo voy… —traté de explicar, paseé la mirada para ver si había más personas, pero no era así, afortunadamente—. No voy a saltar, déjame pasarme al otro