Paso diez: amor

—Disculpa —soltó Rousse cuando estábamos en el auto.

—¿Por qué te disculpas? —inquirí.

—Por todo, por esto y por… ser una molestia —respondió con tono de pesar.

Estábamos dentro del auto y yo acababa de darle un manotón al volante, así que era natural que estuviera disculpándose. Pero me dio mucho remordimiento que Rousse sintiera que todo era su culpa, cuando evidentemente era toda mía por haber estado petulante con ella. 

—No, Rousse, tú no tienes la culpa —me sinceré tratando de guardar la calma—, es mía, yo no debí dejar que te vinieras sola. Y por lo que pasó antes… eso ya es tema del pasado —volteé a verla—, es mejor superarlo.

Su rostro se veía ensombrecido por una capa de tristeza e intentaba no hacer conexión visual conmigo.

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