Las lágrimas se deslizaron a borbotones por mis mejillas. Mis piernas temblaban congeladas por el miedo.
Alex soltó el agarre de su cuello mientras besaba mi mejilla derecha.
Inhalé profundo y vi que eso a él, por alguna razón, pareció extrañarle. Me miró fijamente y yo chillé del miedo.
—Por favor, te lo ruego, no me hagas daño —supliqué.
Alex se alejó un poco de mí y comenzó a reír burlonamente.
—¿Eres tonta? —preguntó arrastrando un poco las palabras—, ¿por qué lloras? Si yo no te voy a hacer nada. Deja de llorar que no te estoy haciendo nada.
Llevé las manos a mi cuello y, al ver que volvía a acercarse a mí, solté un chillido de miedo.
—Ya, ya, no llores —pidió con un tono más suave—. No creía que t
Al principio, cuando comencé a narrar esta historia, dije que, hubo un momento en el que supe lo que Rousse era capaz de hacer y que esa fue la razón por la que yo caí rendido a sus pies. Bueno, pues… en esta parte del relato podrán saber el momento exacto en el que me enamoré de ella para nunca más dejar ese sentimiento.Cuando pude escuchar su súplica sin importarle que todos la estaban viendo, entendí lo leal que Rousse podía ser y comprendí sus palabras cuando muy segura de sí misma me dijo: “(…) Porque ya me hice a la idea de vivir aquí contigo, de ser tu novia y enfrentarme a todos los comentarios del trabajo desde que me volví tu novia. Si terminas con esta relación me estarás echando a los perros para que me devoren viva. Y tendré que pasar por todo un proceso de duelo para hacerme a la idea que todos mis esfuerzos por volver a estar
Nos sentamos a comer. Curiosamente ese día me sentía tímida, comía despacio, con la mente trabajándome a mil, pensando en la razón para que a Alejandro se le ocurriera hacer una cena sin una fecha especial.Debía haber algo especial fuera de las fechas, pero ¿qué podría ser?, ¿estaba pasando algo por alto?, ¿se enojaría después si no lo recordaba?Reparé la comida sobre la mesa: la carne asada bañada en una salsa de verduras, el puré de papa suave que se derretía en el paladar, el vino; las velas, las copas a medio servir y… una diminuta cajita de color negó que se escondía entre toda la decoración.Tragué lento al sentir que a mi mente llegó como un disparo la respuesta.¿Podría ser? ¿Realmente me pediría matrimonio esa noche?Corté con los cubiert
Ya me había hecho una herida en el pulgar derecho por roer con mis uñas en esa parte. La noche anterior no logré dormir y me volví nada cuando pasé el umbral de la puerta del consultorio de la doctora Alicia.—Me estaba esperando en la entrada del C.D.I —comenté con la nariz roja por tanto llorar—. Me dijo que necesitaba hablar conmigo y nos fuimos a un puesto de helado cerca de allí. —Mi mandíbula tembló mientras permanecía abierta—. Estaba cambiadísima, más madura y… me dijo que se iba a graduar este semestre, me invitó a la graduación —intenté mostrar una sonrisa que salió muy nerviosa.—Por lo que me habías comentado anteriormente no tenías buena relación con tu hermana… —la doctora hizo un esfuerzo por recordar.—Vanessa, se llama Vanessa —dije y solt&ea
Con el pasar de los días, a la salida del trabajo mis ojos trataban de buscar a mi madre disimuladamente, y, cuando la veía irse con aquel andar tranquilo y cabizbajo, sentía que algo dentro de mí se calmaba y al mismo tiempo se retorcía. Quería correr a ella y abrazarla, pedirle que se quedara conmigo un rato, al menos unos minutos.Aquel sentimiento fue creciendo con el pasar de los días, un nudo en mi garganta se fue formando de a poco y, cuando quise darme cuenta, estaba llorando cuando me subía al auto.Nunca llegué a creer que amara tanto a mi madre, no me importaba nuestra mala relación, los golpes y maltrato psicológico que recibí de su parte, porque… el darme cuenta que estaba arrepentida de todo eso y deseaba acercarse a mí, barría con todo ese rencor. Yo también quería correr a ella y abrazarla, dejar todo en el pasado.Me di cuenta q
Recuerdo esos días con nostalgia. Pensaba que… al ver a mi papá sentado en el sillón con la mirada perdida sería bastante triste, que lloraría y me deprimiría. Sin embargo, fue todo lo contrario, aunque me impactó, cuando le hablé: él logró reconocerme.—Lily… —desplegó una arrugada sonrisa.—Sí… soy yo —me acerqué y me arrodillé frente a él.—Mi niña… —soltó en un hilo ahogado.Lo tomé de las manos y las besé.—Papi… —esbocé mientras sonreía.Volvió a perderse en ese mundo donde se encontraba, tal vez remontándose a su niñez; parecía que le gustaba estar en una época donde mi abuela seguía con vida y lo llevaba a una feria.Me quedé a su lado leyendo en voz al
Yo creí estar enamorada de él, de aquel joven profesor que daba clase en la fundación de desarrollo integral en el que era voluntaria para ayudar a los niños con problemas en la materia de lengua castellana, pero nunca le dije lo que sentía, tampoco nunca tuve intención de hacerlo. Al principio pensé que era por vergüenza, después descubrí que se trataba de inseguridad; pero ahora eso no importa, porque estoy a punto de subir a un avión para irme lejos de aquí, al lado de alguien que sabe mis sentimientos a la perfección.Hablo de él: de ese joven que me abrazó las muchas veces que mi cuerpo temblaba y jugaba con mi cabello cuando quería hacerme sonreír.¿Por qué me quiero ir lejos? Bueno, no crean que estoy escapando, en realidad, es un plan que vengo organizando desde hace mucho. Iremos a cumplir una meta y es él la razón para que yo quiera aventurarme a cruzar todo un continente.Todo comenzó ese día que veía al joven profesor abrir la puerta del salón de clases y caminaba por el p
Pasaron dos días en los que no supe de Gabriel, no nos enviábamos mensajes y yo creía que aquel episodio había acabado. Mi vida seguía en aquella monotonía de siempre que me agobiaba en gran manera, aunque ahora tomaba otro camino para no tener que pasar por el puente y recordar lo que estuve a punto de hacer y también, por dentro, me daba miedo volver a intentarlo.—Te vas a volver loca de tanto leer libros —dijo mi padre mientras sostenía una taza de café en una mano, cruzaba las piernas y rodaba la mirada a mi madre, que estaba en la cocina picando unas verduras—. ¿No le vas a decir algo? Mírala, leyendo mientras come, ¿crees que eso es bueno?Mi madre rodó la mirada hasta mí y puso las manos en la cintura.—Lily, deja de leer mientras desayunas —reconvino.Cerré el libro de Eduardo Sacheri y terminé de comer mi taza de avena cocida mientras partía trocitos de pan integral y los echaba en la avena. Siempre me ha gustado este desayuno, siento que me trae muchos recuerdos de mi niñez
Pasa que un día desperté y me di cuenta que no quiero seguir viviendo, así de fácil. ¿Y cuáles son tus argumentos para no querer seguir viviendo? ¿Debo tener una razón? Simplemente… me levanté y me di cuenta que esta vida es un sinsentido, una monotonía agobiante y las personas que me rodean son peor. Pero todo depende de la mirada que le pongas a la vida, Lily. La vida de por sí no tiene sentido, puede llegar a tener sentido, sin embargo, si tú misma le das un sentido. Pero si ves la vida como un sinsentido, claramente así lo será y las cosas que hagas, será aún peor. Pero si ves la vida con ganas de vivirla, todo será más claro, con mucho más sentido, porque tú eres quien le pone ese sentido. ¿Y cómo le pondría sentido a la vida?Haciendo las cosas que siempre has deseado hacer. ¿Alguna vez has pensado en hacer una lista de deseos?Sí… el profe de filosofía en el colegio nos lo recomendó, intenté hacerlo, pero nah… esas cosas no van conmigo. ¿Qué escribiste esa vez?Que quer