—Nos trajo hasta aquí para poder estar con su familia —explicó—. Ella se escapó muy joven de su casa con mi papá, quedó embarazada de mí a los quince y para ese tiempo ya tenía un año viviendo con ese hombre —entrecerró los ojos—. Al menos acepta que fue muy loca. Dejó que se la llevaran a una ciudad en el centro del país donde no conocía a nadie, además, ese hombre era quince años mayor que ella y ya tenía otra mujer; claro, mi mamá no lo sabía y se enteró cuando ya estaba viviendo a su lado.
—Qué locura… —solté impactada—, pero… ¿qué pasó cuando llegó a la ciudad?
—Los primeros dos días dormimos en la calle mientras mi mamá intentaba averiguar dónde vivía mi tía: la mamá de Ana. La casa donde a
—Lo bueno fue que la señora Noelia contó con buena suerte. El padre de Alex al enterarse que se había mudado con su hijo comenzó a buscarla y a los meses logró dar con ella y al saber por todo lo que estaba pasando volvió a vivir con ella. Desde ese momento no se han separado y es un buen hombre —quedó pensativo por un tiempo—. Mi mamá no corrió con la misma suerte, ella quedó traumatizada y nunca más volvió a darle la oportunidad a un hombre, se concentró en sacarnos adelante y ahora que ya estamos grande pasa su vida administrando una tienda que montó con mucho esfuerzo. Es muy buena con los negocios y le va muy bien, hace poco la amplió y tuvo que contratar a dos muchachos para que la ayudaran.—Vaya, es un final feliz —dije—. Tú y tu hermano se convirtieron en todos unos profesionales, Carlos y Alex también. La se&ntild
—Con varias —fue sincero—, no las conté. Tampoco es que hayan sido muchas, pero sí repetí varias veces con ellas.—Ok, no quiero saber más —pedí.Enarcó una gran sonrisa mientras me observaba con detención.—¿Te da celos?—No… —mentí—, es sólo que…—¡Ay, sí, te da celos! —se abalanzó sobre mí y entrelazó mis manos con las suyas—. Rousse, ese es mi pasado, tú eres mi presente y eres la única —me dio un beso en los labios—. Me encanta que seas presente —susurró en mi oído izquierdo—. Y seré con quien aprenderás todo lo que debes saber en el sexo —mordisqueó el lóbulo de mi oreja.Sentí todo mi cuerpo erizarse y con ganas de retorcerse. Alejandro comenzó a bes
Recordé que seguía teniendo la taza en mis manos y decidí dejarla a un lado del mesón antes que terminara partiéndola.Me sentía desubicada al no saber cómo responderle a Alejandro. Estaba excitado y debíamos irnos al trabajo, pero él estaba empeñado en tener sexo conmigo y ya sabía que mi punto débil era la parte baja del cuello y… yo comenzaba a excitarme también.—Alejandro, que no… —lo aparté poniendo mis manos en su pecho.Él retrocedió medio paso y puso los ojos en blanco.—¿Por qué no? —preguntó con tono aburrido.—Pues porque debemos irnos al trabajo.—Ya te dije que tenemos tiempo para algo rapidito y ya… nos vamos —insistió mientras llevaba las manos a mi rostro—. Compláceme sólo esta vez, ¿sí? Ay, yo sé que tú también quieres, mira esa carita que me pones —sonrió y me dio un corto beso—. Ay, ven amor… —me cargó, haciéndome soltar un grito y me amarré a su cuello—. Humm… qué rico —dijo mientras metía su rostro en mi pecho—, me encanta ese perfume que usas.Cuando entramos a
La fantasía de Alejandro constaba en tener sexo conmigo con el uniforme, así que ahí me tenía, sin los pantalones y con la camisa puesta. Él si estaba desnudo, observándome con esa mirada seductora y sonrisa ladeada. Era raro tocar su pene. Pensaba que el tacto sería duro, pero no, era muy suave y la punta acolchonada. Mi mano no lograba rodearlo completamente, quedaba algo abierta y eso me decía que no lograría introducirlo por completo en mi boca. Mi primer intento fue algo torpe y vergonzoso. Escuché un quejido de Alejandro y supe que estaba haciendo algo mal.—Amor, amor —me llamó y alcé la mirada para verlo—. No roces los dientes, duele cuando lo haces.—Lo siento —me ruboricé por completo.—Imagina que es un bombón, debes chuparlo —explicó.Solté una risita llena de vergüenza y acepté con un movimiento de cabeza.—Tranquila, apenas estás aprendiendo —calmó con una leve sonrisa.Intenté volver a hacerlo, esta vez imaginándome un bombón (aunque no era amante a las golosinas).
—Necesito apartar una cita con medicina general —comenté cuando íbamos en el auto.—¿Por qué? —inquirió mientras seguía con la mirada puesta en la carretera.—Necesito comenzar a cuidarme —expliqué—. A ti no te gusta usar condón. Yo creo que me podría ir bien con las pastillas anticonceptivas. —Es que no me gustan los condones —confesó—, siento que no me deja disfrutar como me gusta. Pero sí, sería buena idea que comenzaras a protegerte.—Sí, no quiero terminar embarazada sin planificarlo.—Lo siento.—¿Por qué te disculpas?—No logré contenerme, se me hace difícil contigo: me gustas mucho.Solté un suspiro y sonreí levemente: no todo puede ser perfecto..Fue ese mismo día cuando
En el bus pensé en la idea de recoger mis cosas y marcharme de aquel apartamento, en la idea de volver a ver a Alejandro cuando llegara, en si sería capaz de sonreírle o le gritaría todo lo que pensaba.Cuando estuve en el apartamento caminé de un lado a otro estresada, tratando de calmarme. A la media hora estaba gritando y golpeando las paredes de la impotencia. A la hora completa estaba acurrucada en un rincón de la ducha sintiendo el agua taladrar mi cabeza.Dos horas: Alejandro no había llegado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Se fue a una cita con ella? Porque Susana se quedó como si lo esperara.Dos horas y media: Sí, se había quedado con ella. Se fueron y me estaban viendo la cara de tonta.Para ese momento estaba recogiendo mi ropa en una maleta pensando seriamente en irme. No me importaba si debía dormir debajo de un puente, pero no permitiría q
Lo bueno de trabajar en el mismo lugar que tu pareja es que puedes acercarte para hablar con ella o hacerla llamar a la oficina. También para empeorar la situación; como me pasó a mí.—¿Rousse ya llegó? —pregunté a Carlos cuando me lo topé en el pasillo de la recepción.—No sé, acabo de llegar, ¿por qué? —inquirió mientras acomodaba el bolso negro en su espalda.—Anda súper rara conmigo, ¿te ha dicho algo?—No, ¿cómo así súper rara? ¿Ya no se habían arreglado?—No sólo arreglado: Rousse y yo somos novios.—¡¿Qué?! —abrió sus ojos en gran manera.—¿No te había comentado nada?—Ninguno de los dos me dijo que eran novios —soltó con tono de indignación&mda
A la salida, traté de terminar todo muy temprano para esperarla en la recepción. Justo a mí lado estaba Sarita, Marcela, Clarena, uno de los nuevos llamado Johan junto con su compañero Miguel (lo reconocía por las fotos de Rousse) y Ana que quería corroborar que realmente nosotros fuéramos algo.Entré al salón al desesperarme por no verla salir y la encontré sentada frente a su escritorio con la mirada perdida en sus pensamientos.—Rousse —me acerqué a ella—, ¿qué tienes?Parpadeo dos veces y comenzó a tomar sus cosas del escritorio para guardarlas en su bolso en completo silencio. La conocía tan bien que sabía sobre su pasatiempo de pasar horas sentada frente al escritorio cuando tenía problemas. Me recosté al borde de la mesa frente a ella intentando encontrar su mirada, pero me evitaba.—Vam