Después, el mesero volteó a verme y automáticamente, volvió a rebotar sus ojos en Alejandro. Yo lo pillé, se estaban explicando por medio de la mirada qué hacía yo con él esa noche; al parecer Alejandro siempre salía con su novia y era muy inusual que estuviera con alguien diferente.
—Aquí mi amiga presente, nunca ha probado una michelada —explicó Alejandro con una amplia sonrisa—. Así que esta noche va a probar todas las mezclas: la dejo en tus manos.
¿Probar todas las mezclas?, ¿de qué estaba hablando?
—¿Con alcohol o sin alcohol? —inquirió el muchacho.
—¡Ombe! Con alcohol, ¿crees que la pondré a tomar gaseosa toda la noche?
Los dos chicos soltaron una carcajada y… yo ya estaba pidiendo irme de aquel lugar. ¿Qué hacía allí? Debería e
Me hice amigo de Rousse la primera vez que la llevé a ver las estrellas en el mirador sur de la ciudad. Ahí, frente al mar oscuro, acosté mi cabeza en sus piernas y fijamos nuestros ojos en el inmenso lienzo lleno de estrellas.Le tomé confianza instantáneamente, me di cuenta que era una chica sumamente dulce, tímida y con un amor para dar que ni ella sabía que tenía. Esa timidez le daba un aura de ternura que comenzaba a fascinarme. La empecé a ver como la hermana pequeña que quería comenzar a proteger y me dio unas ganas enormes de mostrarle el mundo.Esa tarde la había invitado a aquel mirador para escaparme de mi apartamento solitario lleno de recuerdos de Susana y su rechazo a mi propuesta de matrimonio. Y fue la escapada perfecta, porque a su lado logré encontrar paz, además, ese silencio que la rodeaba, no me parecía incómodo, era todo lo contrario, se
Nos quedamos observando fijamente por unos segundos.—Mira… —me acomodé en mi banca— le pedí matrimonio a mi novia y me dijo que no está preparada para casarse y… —suspiré— me pidió un tiempo.Los ojos de Rousse divagaron por la mesa mientras pensaba y… esos cuántos segundos fueron demasiado incómodos para mí, porque era como si estuviera evaluando lo que le acababa de decir. ¿Realmente una persona como ella que no le gustaba socializar podría darme un consejo amoroso? ¿Qué sabía ella del amor?—Cuando una persona pide tiempo es porque no sabe cómo decir que ya no quiere estar a tu lado —explicó finalmente—. Además, el que lo haga al momento de rechazar una propuesta de matrimonio, ¿no lo hace ser más claro?—No… pero… la forma en como lo dijo
—¿Rousse? —Escuché la voz de Alejandro por el pasillo—, ¡Rousse!Estaba recostada a la pared blanca y lisa del baño; me sentía cansada, con dolor físico y espiritual; podía escuchar y sentir los muros de mi vida caerse a pedazos: todo lo que había construido con tanto esfuerzo se venía abajo por mi depresión y ansiedad.—¡Rousse! —la voz de Alejandro se escuchó más cerca.Había dado con la habitación en la que me encontraba y fue cuestión de tiempo para que notara la puerta del baño abierta y a mí dentro de ella.—¿Rousse?, ¡Rousse!Estaba con los ojos cerrados tratando de pasar mi malestar, sin embargo, no pude soportar el llanto al escuchar a mi amigo con la voz quebrada mientras corría hacia mí.—¡Rousse, Rousse! —Pude sentir que se agac
Me acerqué al gran ventanal para observar desde allí la panorámica, todavía se veían algunos profesores despidiendo a los niños y los estudiantes más grandes del centro conversando en grupo, riendo y molestando de un lado a otro.En ese momento recordé que la directora Sara me había dicho una vez que habían elegido a Alejandro como el nuevo coordinador porque era la persona más veterana del centro de desarrollo, ya que fue estudiante de allí desde los cuatro años y fue de la primera corte de estudiantes que se había graduado en el centro Rousseau. De hecho, llegó a decirme y yo no sabía si era una exageración, que él junto con otros estudiantes llegaron a edificar el tercer piso del centro. Según ella, una persona con tanto sentido de pertenencia era la perfecta para el cargo de coordinador y que así no se siguiera perdiendo los fondos qu
Recuerdo que la única vez que Susana me celó con una mujer fue con la chica que yo nunca imaginé que llegaría a hacerlo. Porque, de hecho, Sarita, que es mi amiga más cercana, nunca le generó desconfianza.Aunque intenté explicarle que yo ni siquiera hablaba con ella, me prohibió hablarle y por veces, se paseaba por mi trabajo cuando descubrió que esa chica seguramente quedaría fija ya que se había vuelto la favorita de la directora.Sí… es quien imaginan: Lily Rousse.Pero ella tenía sus razones, la verdad, siempre he creído que la intuición de las mujeres nunca se equivoca. Porque para esos días, al ser Rousse la nueva del centro de desarrollo, todos los hombres le teníamos el ojo puesto, y claro, yo no era la excepción por más enamorado que estuviera de mi novia.El día del amor y la amistad, Rousse lleg&oac
Volteé a mirar cuando escuché la palabra “sangre” y me espanté al ver que, aunque Rousse estaba cubriendo su nariz con una mano, por sus dedos estaba escurriendo el líquido rojo.Aquello me revolvió la cabeza, una impotencia grande comenzó a invadirme. Susana cambió su rostro de enfado a satisfacción cuando notó que Rousse estaba en apuros por la sangre que comenzaba a emergerle y… eso fue lo que me llenó de repudio.—¡Lárgate! —le grité con furia.Agarré a Susana de un brazo y la empujé en dirección a la entrada.—¡No me voy a ir hasta que me regreses lo que es mío! —Soltó tajante mientras se soltaba de mi agarre—, ¡no me puedes quitar algo que es mío! —Señaló a Rousse con una mano—, ¡que todos se enteren aquí la escoria que e
Esa tarde, cuando me llamaron de todas las formas posibles, me hizo dar cuenta que me estaba relacionando tanto con un grupo social que me arrastró a tener más problemas de los que en mi estado podría soportar.La ansiedad golpeó mi pecho cuando vi mis manos bañadas en sangre y las personas rodearme para tratar de ayudarme.—¡Sé que fuiste tú la que le dijo que me lo quitara!, ¡maldita zorra, no te vas a salir con la tuya, éstas me las vas a pagar, ya verás! —Me gritó aquella mujer—, ¡eres una cualquiera!, ¡me las vas a pagar, maldita!Dentro de mí contaba mentalmente hasta llegar a trescientos: era la única forma para no terminar gritando y temblando por no poder controlar aquella situación.Todos me hacían preguntas, me tocaban el rostro y me dieron una compresa fría que me durmió media cara.Al
—Ya yo le dije a mi tía que estoy bastante ocupado —objetó Alejandro con tono aburrido—. Además, estoy seguro que las dos me van a comer vivo y después le contarán todo a mi mamá.—Yo puedo llevar a Rousse a su casa —intervino Carlos con una ligera sonrisa en su rostro.Por alguna razón, aquella idea no pareció gustarle nadita a Alejandro, porque le envió una mirada asesina a su amigo. Además, para ese punto ya me estaba sintiendo bastante incómoda al saber que fui el comienzo de una nueva discusión, ¿qué me pasaba ese día que todos estaban discutiendo por mi culpa?—No se preocupen, yo puedo irme sola —dije con algo de timidez.—No, no es ningún problema, Rousse —insistió Carlos—. Yo te puedo llevar, también vivo en la misma ruta.Ana estaba enarcando una sonrisa p