102SelenaEl club tenía el mismo olor de siempre: tabaco, alcohol y algo más turbio, algo que siempre me hizo sentir sucia. Lázaro caminó delante de mí con esa confianza arrogante que me enfermaba, y cuando abrió la puerta de su oficina, mi pecho se apretó al ver quiénes me esperaban dentro.Mi madre y mi hermano mayor.Sus miradas estaban llenas de odio. Nada nuevo.—Perra, han pasado cuatro años —escupió mi hermano con inquina, los ojos encendidos por una rabia que parecía haber madurado en mi ausencia.Sentí un leve latido de dolor en el pecho, un recordatorio de que, aunque me repitiera que ya no me afectaban, una parte de mí aún dolía con sus palabras.—Déjala, ahora se cree más que nosotros —intervino mi madre con una mueca de desprecio—. Y resulta que solo es la esclava de un millonario.Ese comentario me hizo reír, aunque mi risa sonó vacía.—Qué bueno verlos... medio vivos —solté con indiferencia, dándoles la espalda sin permitir que su veneno se impregnara más en mí.Lázaro
103GabrielTenía todo listo para esta noche. Había organizado cada detalle con precisión, asegurándome de que nada pudiera salir mal. Con un poco de engaño y mucha estrategia, logré llevar a Zaira al avión junto con los niños, sin que ella sospechara nuestro destino.Era un vuelo privado, lo que me permitía mantener el misterio hasta el último momento. Los niños estaban emocionados, hablando sin parar sobre lo que podrían encontrar al llegar. Zaira, en cambio, se cruzó de brazos, mirándome con fingida severidad.—Hay muchas cosas que hacer y tú estás jugando —se quejó, aunque vi la sonrisa bailando en sus labios mullidos, suaves, tentadores.No le respondí enseguida. Dejé que la intriga se instalara en su mente antes de lanzar mi carta.—Te gustará la sorpresa —solté con calma, sin apartar la mirada de mis documentos.Me sumergí en el papeleo que tenía atrasado, dejando que la curiosidad la consumiera. Sin embargo, mis ojos se desviaban de vez en cuando, observándola de reojo.Zaira t
104SelenaPor un segundo, vi la duda en su rostro. Era breve, fugaz, pero estuvo ahí. Entonces las palabras de mi hermano llegaron.—Solo eres una esclava sexual —se rió mi hermano, y la tensión en la oficina se aflojó.—Ahora te crees tan importante ¿no? —escupió mi madre con rabia.Las palabras parecieron relajar los hombros de Lázaro, que de inmediato me miró con burla.—Solo eres una esclava, Misty —repitió él con aire de superioridad—. Ese tal Bishop puede conseguirse muchas otras.No me inmuté, aunque algo dentro de mi corazón se estremeció.—Soy la esclava con la que está obsesionado —repliqué con calma. Me incliné ligeramente en la silla y crucé las piernas con deliberada lentitud—. No llevo dos días con él… son cuatro años, después de todo.Mi hermano apretó los puños.—Mientes, zorra. Tienes que pagar —escupió con rabia.Lo miré con diversión.—Lenny, entiendo que no tienes teléfono porque lo vendiste por tus preciadas drogas, pero te diré algo… Bishop Fox mandó
105Zaira—¿Qué es esto? —murmuré a Gabriel en cuanto llegué frente a él.Pero él no me dejó hablar.En un solo movimiento, me tomó por la cintura y me besó.Fue un beso profundo, robándome el aliento, envolviéndome por completo en su calor. Su lengua invadió mi boca con urgencia, con una pasión que me hizo temblar. Yo no hice nada para resistirme… solo me dejé llevar, perdida en él, en su aroma, en la firmeza de su abrazo.Solté un gemido bajo.—¡Puaj!Unos sonidos de arcadas falsas nos hicieron separarnos.Nos giramos y encontramos a los niños con expresiones de absoluto disgusto.—¿Por qué hacen esas cosas? —preguntó Sara con una mueca de desagrado— ¿Cuándo tenga un hombre como papá tengo que hacer eso? —sus preguntas inocentes pusieron pálido a su padre.—Se están pasando bacterias de forma directa, eso no debe ser bueno —opinó Samuel con seriedad, cruzándose de brazos.—¿Qué es todo esto? —pregunté de nuevo, confundida, mientras mis ojos recorrían la escena ante mí.—Es para noso
106ZairaCaminábamos tomados de la mano por la orilla de la playa, sintiendo la arena tibia bajo nuestros pies y el murmullo de las olas acompañando nuestro andar. La brisa salada revolvía mi cabello, y en ese momento, todo parecía perfecto, como si el universo nos envolviera en su propia burbuja.Cuando nos alejamos unos metros del hotel, él se detuvo de repente, jalándome suavemente de la mano. Su mirada se clavó en la mía, intensa, profunda, como si quisiera grabar ese instante en su memoria.Y entonces, sin previo aviso, se arrodilló sobre la arena.Mi corazón latió con fuerza cuando vi la pequeña caja de terciopelo rojo en sus manos.—Quiero que seas mi esposa —susurró con una voz cargada de emoción.Abrió la cajita, revelando un resplandeciente diamante rosa que atrapó la luz de la luna y la reflejó en destellos suaves y mágicos.Las lágrimas acudieron a mis ojos sin que pudiera evitarlo. No eran solo lágrimas de sorpresa, sino de felicidad, de amor, de todo lo que él significa
107GabrielLuego de desayunar en casa, salí con una pequeña sonrisa dibujada en los labios. Me sentía extrañamente bien. La calidez de la mañana y el eco de las risas durante el desayuno aún resonaban en mi mente mientras conducía hacia la casa de mi madre.Al llegar, Louise, el mayordomo de la familia, salió a recibirme con su acostumbrada precisión.—Amo Seraphiel, buen día —saludó con una leve inclinación de cabeza, siempre impecable en sus modales.—Buenos días, Louise ¿Dónde están mis padres? —pregunté mientras cruzaba la entrada principal de la mansión. El aroma familiar a madera pulida y flores frescas flotaba en el aire.—Están desayunando en el jardín, ¿gusta acompañarlos? —respondió con amabilidad, manteniendo su postura recta y serena.—Sí, pero no desayunaré —asentí, ajustando las mangas de mi chaqueta mientras me dirigía hacia el jardín.A cada paso, la mansión irradiaba la misma elegancia intachable de siempre. Nada cambiaba aquí: el lujo silencioso, los pasillos impeca
108Gabriel—¿S-son… son tuyas? —preguntó mi padre con un tono calculador.—Sí —dije sin dudar— son mis hijas.Saqué el celular para mostrarle una foto de Sara, Samira con Samuel todos sonrientes y vieron el parecido con Samuel. Sin duda alguna eran mis hijas.Mi madre dejó escapar un leve jadeo, llevándose una mano al pecho como si necesitara aire.—¿Cómo es posible? —exigió saber— no, no… no es posible. Debe ser mentira.—Ella estaba embarazada cuando se fue lejos por culpa del escándalo —respondí sin rodeos—. Y ahora las recuperé, madre.El silencio que siguió fue helado.—Dios mío… —susurró mi madre antes de fruncir el ceño y mirarme con severidad—. No, Gabriel. No lo permitiré, esa mujer puede que tenga otras intenciones.Apreté la mandíbula.—¿No permitirás qué? —contesté con voz helada.—Ese matrimonio no va a suceder —declaró con firmeza, irguiéndose en su asiento—. No permitiré que te arruines de esta manera. Esa familia tiene mala reputación, solo son una mancha para los Ser
109ZairaDespués de dejar a las niñas en el colegio, Gabriel me llevó de regreso a casa. Ahora que los niños no estaban, me sentía un poco aburrida, así que decidí cocinarle el almuerzo para sorprenderlo.Mientras picaba la carne, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y sonreí al ver el nombre de mi madre, Elena. Contesté sin dejar de mover las manos.—Cariño, me alegra que contestes —dijo con entusiasmo a través del auricular.—Hola, mamá. ¿Cómo estás? —saludé con alegría—. Hoy las niñas fueron al colegio por primera vez aquí.—¡Qué alegría, mi niña! —exclamó emocionada—. Pásame las fotos más tarde.Podía imaginar su sonrisa al otro lado de la línea. Pero su siguiente comentario me hizo fruncir el ceño.—Te llamo porque quiero decirte que este fin de semana celebraré un banquete especial para presentarte en sociedad —anunció, sin ocultar su emoción.Mi mano se detuvo sobre la tabla de cortar. Mi pecho se oprimió con una mezcla de nervios y duda.—Mamá... ¿y qué dirás sobre Camila? —mor