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III. Alimentando al pobre recadero

Oliver respiró hondo y sacó paciencia de donde no la tenía, para hacerle frente a esta mujer que lo sacaba de quicio y estaba prácticamente seguro de que era la dueña del restaurante.

No se había tomado ni el trabajo de revisar la fotografía anexada a la investigación que hizo el secretario Stuart, de los dueños de cada local que le interesaba comprar.

Nunca se imaginó que tendría que bajar personalmente a tratar con ella y mucho menos que tendría esta bienvenida.

- Es cierto que es tarde en la noche, pero hay un asunto urgente que tengo que hablar con usted- comenzó su negociación bajando un poco el tono.

Ya habían comenzado con el pie izquierdo, así que estaba seguro de que ahora el esfuerzo sería el doble, pero él era un hombre de negocios, cerrar acuerdos era lo que hacía día a día.

- Necesito que piense detenidamente en la propuesta que le traigo, es insuperable y nunca…

- ¡No puede ser!- exclamó Valerie interrumpiendo totalmente el discurso de Oliver al que se le contrajo un músculo facial de tanto apretar los dientes.

¿De verdad había sido interrumpido sin ni siquiera empezar?, esta prometía ser la negociación más dura de su vida.

- ¡No me digas que eres de Cityscape Realty Group!. ¡Es que no piensan ni dejarme descansar, voy a denunciarlos por acoso, ya pasamos de un recadero a dos en el mismo día, es increíble!- decía Valerie dramáticamente, sin poder creer la obsesión loca de ese hombre por su restaurante.

Se imaginaba que en su vida de riquillo, con cuchara de oro en la boca desde que nació, nunca nadie le había dicho que no, pero ya esta era la gota que rebasaba la copa.

- ¡Ni siquiera me ha dejado hablarle sobre mi propuesta, definitivamente compruebo una vez más que es una mala educada, usted ni me conoce, yo soy…!- Oliver se molestó.

Pero antes de que se pudiese presentarse como el dueño de la compañía y no un recadero, su traidor estómago que estaba completamente vacío de no comer en todo el día por estar trabajando, decidió que era el momento oportuno para hacer su acto de aparición con una sinfonía de sonidos completamente vergonzosos, que a pesar de la acalorada discusión, se escucharon perfectamente en todo el salón.

- Ja, ja, ja, ja- comenzó a reírse Valerie sin ninguna misericordia de la cara de total vergüenza de Oliver.

El magnate apretaba con fuerza los documentos en sus manos y estaba que echaba humo por su cabeza de la indignación, nunca en su vida había tenido un encuentro más horrible que este, con ninguna otra persona.

Esta propietaria era como su archienemiga y mira que había lidiado con muchos otros empresarios importantes y huesos duros de roer, pero nada en el mundo se parecía a la señorita Valerie Miller.

Decidió que se iba a retirar por hoy, para ver si recuperaba un poco la cara y regresaba otro día con una mejor presentación.

O mejor aún, le soltaría a esta problemática mujer al secretario Stuart y que él fuera el que se quedara sin lengua tratando de convencerla.

Pero al parecer hoy nada iba a salir como lo tenía planificado.

- Bueno, en mi restaurante nadie se queda con hambre- le dijo Valerie finalmente después de reír de lo lindo y aprovecharse de la tragedia de este apuesto y hambriento hombre.

- Ya estamos cerrados, pero me da lastimita que te tengan trabajando hasta esta hora y seguramente ni has almorzado, así que ven, comamos algo, que yo tampoco he cenado.

- No tienes que darme comida, no soy ningún mendigo- le respondió Oliver rescatando algo de dignidad- Como no podemos hablar del asunto por el que vine, entonces me retiro.

- Vamos hombre, no seas tan rencoroso, que en cualquier caso, la ofendida aquí debería ser yo - le dijo Valerie tomándolo con total confianza del brazo y arrastrándolo hacia la cocina.

Oliver se asombró ante el cambio tan brusco de actitud de la dueña y además quién le había dado la confianza, para que lo estuviera tocando así con tanta libertad.

Si había algo que odiaba era a las personas que se tomaban más atribuciones de las que le permitía y mucho menos que una desconocida, invadiera totalmente su espacio personal y estrujara su impecable traje, como lo estaba haciendo esta gruñona mujer.

No obstante a eso, como todo lo estrambótico y raro que había sucedido desde que pisó este m@ldito restaurante, se vio siendo arrastrado sin protestar hasta el área donde una amplia y pulcra cocina esperaba.

- Bien, puedes sentarte aquí mientras me pongo el delantal y preparamos algo rápido y sencillo, pero delicioso- le dijo Valerie señalándole un taburete alto de bar que estaba al lado de la encimera donde haría las preparaciones.

- No quiero comer nada, además no ingiero alimentos en cualquier sitio- respondió finalmente Oliver saliendo de su estupefacción y decidido a retirarse de este sitio embrujado, lo más rápido posible.

- Estoy segura de que no has comido en todo el día, no seas cabeza dura, además si tienes miedo que te envenene, por eso te indiqué que te sentaras justo al lado de donde haré las preparaciones- le dijo Valerie sin sentirse para nada ofendida mientras se lavaba las manos y se colocaba uno de los delantales limpio, color blanco roto- te puedo asegurar de que no te vas a arrepentir y te gustará mi comida- agregó con narcisismo.

Y eso fue lo que definitivamente encendió la chispa de la venganza en Oliver.

La dejaría preparar su ridícula comida y después de dar una pequeña mordida le diría que era una bazofia lo que cocinaba, que no se creyera tan buena chef, que era pésima y por eso debería vender este restaurante mediocre.

Con el plan malévolo en mente decidió quedarse.

- Está bien, gracias por el servicio, entonces- le respondió poniendo los papeles sobre una esquina de la encimera- ¿puedo pasar al baño a lavarme las manos y la cara?- preguntó.

Ya no podía aguantar más el mal olor, que para él le salía por todos lados gracias a la bienvenida con la fregona que había tenido y mucho menos comer cualquier cosa, lleno de bacterias.

- Claro, saliendo de la cocina a la derecha están los baños- le indicó Valerie caminando en dirección al cuarto de refrigeración para sacar los materiales frescos- ¿tienes alguna preferencia para el plato, algo que no te agrade comer o alergias a alimentos?- preguntó deteniéndose a mirar a Oliver.

- Padezco de gastritis- le soltó sin más el empresario, como hacía cada vez que iba a comer a un restaurante y quería que tuviesen en cuenta este aspecto a la hora de la preparación del plato.

Pero acto seguido se arrepintió, ¿para qué le estaba dando tantos detalles de su vida si al final daba lo mismo lo que hiciera?.

- Mmm, así que gastritis- murmuró Valerie pensativa, seguro con el estrés que debería ser trabajar para el explotador de su jefe, el pobre, cualquiera tuviera problemas en el estómago- sabes, por la hora, creo que lo mejor es que prepare uno de mis sándwiches especiales- le dijo- te va a gustar, cuando vengas del baño hablamos de tus preferencias, te espero entonces- concluyó sin más, dándose la vuelta y dejando a Oliver sin la oportunidad de responder, ni replicar.

Con frustración se fue al baño a ver si podía quitarse un poco de inmundicia de arriba y recargar las baterías para hacerle frente a esta fuerza adversaria.

Iba a ser memorable cuando se riera en su cara como ella había hecho con él.

Era un hombre que no dejaba pasar una ofensa y ya esta propietaria le había propinado unas cuantas, en menos de una hora.

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