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IV. Esta mujer es una malvada bruja

Valerie sacó todos los ingredientes necesarios para hacer sus sandwiches especiales, que tanto le gustaban a todos y estaba segura de que este hombre no iba a ser la excepción.

Comenzó a preparar su salsa especial y vio, como se acercaba, el empleado del dueño neurótico del edificio, viniendo del baño.

Tenía la piel de la cara roja, se imaginaba que de tanto que intentó lavarse e incluso su pelo negro arreglado, despreocupadamente sexy, estaba mojado.

Lo sentía un poco por el incidente de la fregona en su cabeza, pero el solito se lo buscó.

- Ok, ¿Qué prefieres, pavo, atún ahumado, pechuga de pollo?- comenzó a hacerle un interrogatorio sobre sus preferencias mientras señalaba los alimentos limpios, y ordenados sobre la superficie de trabajo.

- Prefiero el salmón ahumado- respondió Oliver, ya un poco más relajado porque aunque hubiese preferido darse un baño de cabeza y todo, por lo menos se había dado una buena limpieza y ya no podía oler ese nauseabundo olor.

Además, tenía que admitir, que ante los olores que comenzaban a asaltar su nariz desde que entró a la cocina y más ahora que Valerie estaba haciendo el salmón en la parrilla con finas especies aromáticas.

Su estómago hambriento amenazaba con hacer uno de esos sonidos vergonzosos de hace un rato e incluso, tuvo que pasarse la mano sobre la barriga con disimulo, por debajo de la encimera, para evitar seguir haciendo el ridículo.

Pero no importaba que su cuerpo traidor no ayudara, estaba más que decidido a ejecutar su venganza.

Valerie se movía con soltura por la cocina, se notaba que había nacido para ser chef y lo disfrutaba.

Se giró de espaldas a él para atender el salmón y Oliver no pudo evitar dirigir la mirada al redondo y bien formado trasero que le dio la bienvenida de frente.

No era de los hombres pervertidos, que les gustaba mirar furtivamente a las mujeres, de hecho nunca había tenido tiempo para relaciones amorosas muy largas, su compromiso más serio era el que tenía ahora con Elizabeth, su novia desde hace un año.

Si éramos justos, todos sabían que ese noviazgo tenía involucrado más intereses que amor, o por lo menos de su parte era así.

Pero por mucho que intentaba dirigir su visión hacia los azulejos blancos de la pared de la cocina, no podía evitar mirar hacia el perfecto trasero, que se movía justo delante de él, a la distancia de un metro aproximadamente.

Valerie, era una mujer de las que llamaban ahora XL, aunque algunos imbéciles la seguían llamando de forma despectiva, gordas.

Oliver, en realidad no tenía muchas preferencias con respecto al peso de las mujeres, pero en el medio donde había nacido y se movía siempre, el estereotipo, era el de las féminas tipo modelos de Victoria Secret, bien delgadas, altas, cuerpos esbeltos y sin mucho por donde agarrar.

No tenía idea de lo que se podía sentir, el tocar y acariciar a una mujer con curvas pronunciadas, tiene pinta de que debe sentirse muy bien, a juzgar por la forma en el trasero de la due…

- ¡M4ldición!- susurró por lo bajo, definitivamente este restaurante estaba encantado y esta mujer era una total bruja o el exceso de trabajo y el hambre le estaban pasando factura.

¿Qué mierd@ le importaba a él si el pantalón de Valerie estuviese a punto de romperse por sus macizas, grande y muy amasables nalgas?.

Obviamente, eso no era asunto suyo para nada.

- ¿Dijiste algo?- le preguntó de repente la chef, girándose y dejando el salmón recién sacado de la parrilla, en un plato sobre la encimera, junto a los demás ingredientes.

- ¿Qué es esa salsa que está burbujeando en la cazuela?- preguntó Oliver cualquier tontería, para cubrir su desliz.

- Esa es mi salsa especial, verás que luego te vas a chupar los dedos cuando la pruebes- le respondió Valerie con confianza.

Vio con la destreza que la chef abrió el pan de centeno, colocó una capa de queso crema bajo en grasa, el salmón ahumado a la plancha, rodajas de pepino y la salsa no identificada pero con un olor espectacular.

- Yo también lo comeré con salmón ahumado porque me gusta mucho esta combinación- explicó, aunque no venía al caso, pero solo para sacar algo de conversación en este ambiente tan callado.

En realidad era una mujer muy animada y habladora, pero era obvio que este señor no lo era para nada.

Oliver como de costumbre no habló, ni hizo mucho por seguir el hilo de la conversación, en realidad se sentía un poco inquieto y ya quería irse para pedir un Uber Eats y comer en su oficina, como hacía siempre que tenía que quedarse hasta tarde con trabajo, que para el caso eran casi todos los días.

- Pondré la mesa en el salón para comer más cómodos, por favor si puedes hazme el favor de escoger el vino que quieras en la vinoteca, que está detrás de esa puerta- le dijo Valerie señalando una puerta de madera antigua, mientras comenzaba a colocar los platos preparados con el sándwich sobre una bandeja.

Oliver asintió suspirando y calculando todo el tiempo que estaba perdiendo en este absurdo y se dirigió resignado hacia la llamada vinoteca.

Resultó ser un pequeño cuarto donde casi no podía dar cuatro pasos de largo, pero lleno de botellas de vinos casi desde el suelo hasta el techo.

Tenía muy buena y entendible clasificación y pronto escogió un Chardonnay de Borgoña para acompañar el sándwich de pescado.

No era su favorito ni mucho menos, tenía muchos y mejores vinos en la vinoteca de su casa, pero tampoco estaba mal, para lo poco que pensaba comer.

Caminó hasta el salón iluminado con una luz cálida y tenue y se encontró con una hermosa mesa puesta y a pesar de que no había muchos platos, porque de hecho solo había uno, se veía muy apetitoso y comestible.

Se sentó de frente a Valerie, que ya había ocupado su puesto y miro hacia su enorme sándwich, que desprendía un olor que lo estaba haciendo salivar y tragar incontrolablemente y para distraer su mente de las tentaciones, decidió abrir el vino y llenar un poco en las copas puestas sobre la mesa.

- Espero que te agrade, lo corte a la mitad para que te fuera más fácil comerlo- le explicó señalando las dos obvias cuñas de pan- te puse cubierto por si eres de los que no les gusta ensuciarse las manos, así que buen provecho- concluyó y ella si, con las manos limpias, agarró su cuña de sándwich y comenzó a comerla deliciosamente haciendo sonidos de deleite.

Oliver la miraba comer disfrutando tanto, solo un pedazo de pan, que miró hacia abajo a su plato y tomó los cubiertos, dispuesto a probar si, en realidad, esta simple preparación estaba tan buena como ella decía, o era solo un engaño.

Picó con el cuchillo una pequeña porción y la llevó a su boca con el tenedor.

Lo recibió una explosión de deliciosos sabores que hizo que su adolorido estómago lo apurara para que terminara de tragar y le llevara hasta él, la comida que tanto necesitaba.

Oliver sintió que ese pedazo de pan era muy pequeño y él tenía un hambre voraz, así que pronto se vio sustituyendo los finos cubiertos por sus manos, así era mucho más rápido.

No era de los que le gustaba agarrar las comidas con las manos, ni siquiera las que se suponían que deberían comerse así, pero el momento era urgente y era más importante llenar su estómago, que aparentar delicadeza.

- ¿Delicioso, verdad?- escuchó de repente la voz risueña de Valerie, sacándolo de su nube de deleite gastronómica.

Entonces fue cuando reparó que ya casi había engullido todo el m@ldito sándwich, no quedaba mucho y que una vez más había quedado en ridículo y en desventaja, frente a esta bruja curvilínea, que definitivamente lo tenía bajo su hechizo, desde que entró a este sitio del demonio.

¡¿Cuál es la magia de esta mujer?!

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