Inicio / Romántica / La chef curvy del CEO / V. Yo soy el dueño de este edificio
V. Yo soy el dueño de este edificio

Oliver llevaba media hora atascado en el mismo documento, de hecho ni siquiera le había dado la vuelta a la primera página.

Por mucho que intentaba concentrarse, su mente siempre lo llevaba a todas las situaciones absurdas que vivió ayer en ese pequeño restaurante.

Al final, tuvo que admitir que esa gruñona mujer cocinaba demasiado bien y eso que solo probó un simple pan.

Se fue del lugar sin trato, con la moral por el suelo, pero con el estómago lleno.

En su vida se habían burlado tanto de su persona, no la iba a perdonar, aunque tuviese una de las sonrisas más hermosas que había visto nunca.

Cómo podría una mujer tan carismática ser tan malévola.

Un golpe en la puerta lo sacó de sus problemas existencialistas, indicó con mal humor que podía pasar y el secretario Stuart hizo su aparición.

- Presidente, vengo a recordarle que hoy es la celebración de bienvenida en el hall de edificio, para presentarse a todos sus empleados- le anunció siempre con su tono profesional y eficiente.

- ¿Se envió una invitación a absolutamente todos en el edificio, incluido los dueños que no han vendido?- preguntó Oliver como quien no quería preguntar si habían invitado a cierta dueña en específico.

- Sí, todos fueron invitados, incluyendo la dueña del restaurante “Le Petit Bistro”, aunque como hoy es lunes, el negocio está cerrado, no estoy seguro de que asista- respondió el secretario Stuart casi leyendo la mente de Oliver.

- No me interesa si esa mujer asiste o no, basta con haber enviado todas las invitaciones, así que puedes organizar los detalles y me avisas una hora antes, para prepararme y bajar- le respondió cortante.

¿A quién le importaba si la veía hoy o no?

Solo que hubiese querido verle la cara cuando supiera que él no era un simple recadero asalariado, como ella le dijo, sino el dueño de todo el edificio, donde estaba enclavado su cutre restaurante.

*****

Valerie iba cantando un tema de BTS que sonaba en la radio, mientras manejaba su pequeño Mini Cooper negro.

Le gustaba mucho ese grupo y pensar en esos cantantes, la hacía recordar a cierto empleado con rasgos asiáticos que se había colado anoche en su restaurante.

Después de comerse el sándwich, se hizo el digno, pero Valerie divertida, podía ver que si le encantó su comida, incluso se le había quedado una mancha de la salsa en la esquina de la boca, pero ni siquiera se lo dijo, solo para ver risueña, como se iba con la evidencia en la cara.

La chef sonreía, mientras manejaba de camino a la aburrida fiesta de bienvenida del nuevo jefe recalcitrante del edificio.

Iría solo por compromiso, porque no le hacía ninguna gracia hacerle la corte a ese pomposo.

Se daría una vuelta, como para hacer acto de presencia y de paso, conocería el rostro detrás del famoso dueño de medio San Francisco.

El enorme hall del edificio estaba muy bien decorado en una combinación elegante de negro y dorado.

Solo permitían la entrada al edificio con la invitación, o a menos que fueras uno de los empleados o dueños, como ella, de los pocos negocios privados que quedaban.

Se acercó a la larga mesa del catering, no porque tuviese hambre, sino como chef al fin, quería ver que pensaba servirles el nuevo jefecito.

“Quizás había algo venenoso para deshacerse de las molestias como ella”, pensó sonriendo de su propia idea tonta.

- ¿Hay algo gracioso entre las langostas?- escuchó una voz baja conocida a su espalda y se giró para hacerle frente a ese sexy asalariado, que se había colado de noche en su restaurante.

- Estaba viendo si tu jefe había puesto veneno en la comida- dijo así sinceramente y Oliver sintió como un tic nervioso saltaba en su ojo.

“¿Veneno en la comida?, esta mujer está completamente loca, ¿por qué tuvo que acercarse a ella en primer lugar?”, pensó con pesar.

Pero luego recordó como bajando del elevador, entre tantas personas, vislumbró un vestido rojo enfundando en unas sexis curvas.

Por supuesto que toda su atención se centró en esa persona.

A pesar de los muchos invitados que lo conocían e intentaban comenzar a entablar una conversación, por supuesto siempre encaminada a los negocios y a sus intereses.

Él los fue despidiendo con educación, pero cortante y sus pasos se dirigían irremediablemente hacia la mujer, que ahora revisaba la mesa de bufete libre.

Como estaba de espaldas a él, pudo ver de primera mano como el vestido rojo, demasiado corto para su gusto, se ceñía a esa silueta de caderas anchas, cintura más estrecha y el trasero en un límite peligroso entre la tela y la blanca piel.

Cuando habló con Valerie y esta se giró para verlo con esa cara de fanática de dorama que ponía, pudo vislumbrar como casi la mitad de sus elevados senos se mostraban a través del pronunciado escote en V.

Tenía a más de uno babeando y casi en un impulso se quita la chaqueta y la cubre, pero desechó totalmente esta absurda idea, cuando una frase de la chef le recordó, que esta mujer lo odiaba y que estaban en una disputa por su restaurante.

- En serio eres increíble, ¿cómo crees que yo voy…? – comenzó a explicarle Oliver y a dejar en claro de una vez y por todas, su identidad.

- Presidente, ya es hora de dar el discurso de apertura- lo interrumpió la voz del secretario Stuart.

- ¿Presidente?- repitió Valerie con incredulidad y asombro, interrogando a Oliver con la mirada.

Entonces Oliver vio la oportunidad de vengarse de todos los agravios sufridos, y tenía una lista hecha:

" Una fregona apestosa en su cara, ser llamado ladrón, asalariado, infeliz, explotado, muerto de hambre.

Eso sin contar todos los insultos directos a su persona, un capitalista egocéntrico, tacaño, engreído, que mataba de hambre a sus empleados y además, acusado de intentar envenenar a sus invitados".

Sonrió con malicia en su interior y sin responderle, comenzó a caminar hacia la plataforma donde estaba montado el podio con el micrófono.

- Buenas tardes a los presentes, les agradezco que hayan asistido a esta fiesta de bienvenida, me presento ante todos, ya que algunos me conocen, pero otros no han tenido el placer- dijo sarcásticamente mirando hacia Valerie y disfrutando inmensamente su cara de asombro y desconcierto.

Esto estaba quedando fenomenal.

- Mi nombre es Oliver Lee, el nuevo dueño de este edificio comercial y CEO de Cityscape Realty Group- concluyó mirándola fijamente.

“¿A quién vas a llamar ahora pobre recadero?”

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo