Valerie estaba con mucha energía positiva esa mañana en su camino al trabajo. Iba en su pequeño mini Cooper escuchando al dúo Davichi y aunque no sabía absolutamente nada de coreano, eso no impedía que disfrutara de la hermosa melodía y de las canciones de amor. Pero esa combinación de romance y Asia, la llevaba a pensar en esos ojos verdes intensos, que siempre la seguían por todo el restaurante, cada vez que cierto hombre iba a hacer sus pedidos estrafalarios de comida e incluso pagaba por su tiempo para que comiera con él. ¡Capitalista despilfarrador! Las hermosas voces de Davichi, se vieron silenciadas por el tono de una llamada entrante de Elena. - Dime amiga, ya estoy llegando al restaurante- le respondió con el manos libre, a pocas cuadras del local. - Que bueno que ya vienes- le respondió con un suspiro y ya Valerie comenzó a preocuparse. - ¿Qué sucedió? - Creo que mejor lo ves con tus propios ojos cuando llegues- le dijo con pesar y Valerie aceleró para estar en el edi
- Disculpa que te haya estropeado todo el traje- le dice Valerie a Oliver, observando a través de sus ojos avellanas, enrojecidos y hasta medio hinchados, debido al arrebato de llanto que había tenido no hace mucho. Después de hablar con Oliver, recuperó un poco más de fortaleza y salió para hacer frente al interrogatorio policial. Aunque en realidad ninguno de ellos tenía nada importante que confesar. Ayer habían terminado como siempre de trabajar y cuando Valerie se fue de última, se aseguró de que todo estuviese bien cerrado. El principal detalle que sí los perjudicó completamente, fue que la cámara de vigilancia que daba a la puerta de entrada y en realidad era la única con la que contaba el restaurante, se había estropeado de forma extraña hace unos días y Valerie aún no pagaba su arreglo, esperando a hacer las cuentas a finales del mes. Pensó que se había roto por una fuerte lluvia que hubo hace unos días, a pesar de tener su protección, pero parece que no era el caso. Ahor
- ¡¿… Cómo que no puedo pasar?!, ¿quién te has creído que eres para detenerme?... ¡solo eres un secretario asalariado!- gritaba Elizabeth muy molesta. Había venido hasta aquí, no a ver precisamente a Oliver, sino a contemplar su obra maestra, porque sí, por supuesto, que había sido ella quien le había pagado a esos tipos de una banda organizada, para que le destruyeran el negocio mala muerte ese, a la cerda de la dueña. El día de la fiesta, donde su querido novio la había dejado totalmente de ridículo, se dio cuenta de que le había molestado el comentario sobre la chica del gimnasio. Ella no le veía el problema a ese chiste, pero Oliver era muy sensible con el tema de las críticas a los demás. Elizabeth no lo entendía, todos no podían nacer perfectos, para que el mundo fuera mundo, tenía que haber también personas feas, gordas, bajitas, apestosas, todo tipo de cosas desagradables, que solo hacían que personas excelentes como ellos destacaran mucho más. Pensaba que con esa conversa
- Según lo que usted me comenta y por los estudios realizados, la Srta. Johnson sufrió lo que conoce como un síncope vasovagal, o para que pueda comprender mejor, experimentó una situación demasiado estresante emocionalmente, que hizo que su sistema nervioso parasimpático, respondiera con demasiada exageración- le explicaba el doctor a Oliver, mientras Elizabeth se encontraba bajo sedación acostada en la cama del cuarto VIP hospitalario. - Entonces, doctor, ¿cuál es el tratamiento?- le preguntó Oliver, preocupado. - Aunque es necesario realizarle otros estudios complementarios para estar completamente seguros, al parecer la Srta. Johnson sufre de mucho estrés emocional por algún asunto que la aterra demasiado y su mente no puede hacerle frente a esa situación que la supera- comenzó a explicarle el médico- mi recomendación preliminar es que la Srta. Johnson debe examinarse con un psicólogo. Mientras tanto tratemos de no tocar los temas que estaban discutiendo antes de su desmayo, porq
“Entonces, esta es la guarida del lobo”, pensó Valerie mirando con disimulo alrededor del departamento de Oliver. Hoy comenzaba oficialmente su empleo como chef privada del magnate inmobiliario. Desde el drama de aquel día en su oficina, no había visto mucho a Oliver, pero su secretario principal la llamó, ya que dejó su número de contacto para el tema de los detalles y coordinaron para verse y firmar. Valerie pensó que Oliver estaría presente en el encuentro, que sería en una de las salas de conferencias de su compañía, pero un poco desilusionada, solo se reunió con el secretario del magnate. “Mejor así, el hombre tiene novia y además pertenecemos a dos extremos totalmente diferentes”, se convenció suspirando y agradecida por un trato tan favorable para ella. Se notaba que Oliver no percibiría ningún beneficio por su ayuda, de hecho, Valerie no podía entender como era que perdía esta oportunidad tan buena de adquirir su restaurante. Oliver nunca más le había propuesto dinero por
Oliver quería decirle a Valerie que no se preocupara, que esta crisis pasaría pronto. Pero las náuseas y el mareo al punto del desmayo no lo dejaban casi ni hablar. Nunca había tenido una crisis tan fuerte y lo más probable fuera que su condición médica hubiese empeorado. - Cálmate Vale, necesito que me ayudes a llegar a la cama, estoy completamente mareado- le susurró a Valeria, poniendo con esfuerzo, la mano en su rostro y tratando de calmarla, porque estaba totalmente asustada. Valeria asintió al borde las lágrimas. De repente recordó lo que le había sucedido a su padre hace poco y pensó que a Oliver, le estaba pasando algo similar. Pero al parecer era dolor de estómago, porque no dejaba de pasarse las manos por ese sitio, así que se obligó a calmarse y a ser de ayuda, porque obviamente llorando no conseguiría nada. Pasó el brazo de Oliver por su cuello y lo ayudó a levantarse. Agradeció en estos momentos su cuerpo robusto, porque a pesar de que Oliver era un hombre esbelto, es
Desde el día de la crisis con el estómago, Oliver había estado super juicioso y se comía todas sus comidas a tiempo. Además, con la generala Valerie vigilándolo a cada momento, imposible hacerse el sueco. Pero no era algo que a Oliver le molestara. Ni él mismo se había dado cuenta de que llevaba días regresando a casa temprano con la escusa de cuidar su alimentación, pero la cara de témpano de hielo, le cambiaba totalmente cuando entraba en su antes oscuro y sobrio departamento y lo recibía el delicioso aroma de la comida casera y una mujer increíble, que se había adueñado de todo su espacio. A veces la encontraba cantando en la cocina, o riendo en el mueble mientras comía comida chatarra, y miraba uno de esos programas asiáticos que a ella tanto le gustaba. Ya sabía de donde venía su cara de fanática, desde que lo vio por primera vez. Incluso un día la sorprendió bailando con el palo de la escoba, Valerie casi infarta al verse descubierta y Oliver se pudo reír al fin de ella a c
Valerie no podría resistirse a esa orden, su propia tanga estaba ya toda empapada, solo por besarse con este hombre que tanto la atraía. Y sí, una tanga, de las mismas que pagó con el dinero del magnate, en aquella tienda de lencería y que agradecía mucho llevar hoy un juego color rojo. Además de un vestido rosa palo, medio corto, que también le facilitó mucho las cosas. Se sentó a horcajadas, con las piernas abiertas sobre Oliver, que se recostó al respaldo del sofá y sintió con satisfacción como no era la única excitada aquí. El miembro duro y palpitante de Oliver, cayó directamente bajo las mojadas bragas Valerie que gimió en respuesta, pero el magnate no le iba a dar ni un segundo para acostumbrarse, estaba demasiado ido y necesitaba demasiado a esta mujer, con la que había fantaseado tantas veces. Volvieron a besarse desesperadamente con sonidos húmedos y excitantes, y Oliver comenzó amasar los carnosos muslos blancos de Valerie y a subirle el vestido por las caderas, hasta l