El encuentro

-No sé, Catita…no me atrevo..

-Matilde, no seas tonta…te escuché que estuviste toda la noche llorando… no podés estar así, tenés que hablar con él.

- Pero…ir a su casa. Nunca lo hice...él no me invitó…para colmo no tiene  ninguna familiar mujer, vive solo con un amigo…No puedo ir sola a la casa de dos hombres solos.

-No seas ridícula. Yo te acompaño. Es cerca de donde yo trabajo, a tres cuadras de la estación. Vamos.

A la salida de la misa, Catita prácticamente arrastró a su hermana hasta la casa de Giuseppe. Vivía el toscano en un largo terreno rectangular que había adquirido a medias con su amigo Luigino. En él, con mucho esfuerzo,  en las horas que les dejaba libre el trabajo en la cantera los dos amigos habían construido una tapera en la que vivían. Para ellos dos era má

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