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Más tarde, la empleada de Nikolái regresó a la habitación de Lilia y dijo:—El señor Nikolai desea que esté lista a las ocho en punto. Vendrá a recogerla —informó con precisión, depositando la caja en la cama—. Me ha indicado que le entregue esto. Su vestido para esta noche.Lilia frunció el ceño y, con el ceño fruncido, abrió la caja con cautela. Lo primero que vio fue la tela negra de un vestido de satén, suave al tacto, elegante y tremendamente ajustado. Bajo el vestido, un par de tacones de charol rojo brillante y, en una pequeña cajita dentro de la caja más grande, unos aretes de diamantes que reflejaban la luz con un brillo deslumbrante.La sorpresa se mezcló con irritación. ¿Así que ahora la vestía a su gusto? ¿La trataba como una muñeca a la que podía adornar como quisiera?Apoyó una mano en su cintura, mirando el vestido con desafío. Si Nikolai quería jugar con ella, entonces también jugaría. Un atisbo de venganza cruzó su mente y, con una sonrisa ladina, decidió que lo provo
El auto no se dirigió a la mansión como Lilia esperaba. En cambio, tomaron una ruta diferente, adentrándose en la parte más exclusiva y oculta de la ciudad.—¿Adónde vamos? —preguntó, con el ceño fruncido.Nikolai sonrió, pero no le respondió.El vehículo se detuvo frente a una entrada discreta. Desde afuera, parecía un almacén cualquiera, pero cuando Nikolai la guió adentro, Lilia sintió que entraba en otro mundo.Luces rojas y doradas iluminaban la estancia, reflejándose en las paredes de terciopelo oscuro. Música sensual vibraba en el aire, mezclada con risas, murmullos y el chasquido de copas de champán.Era un club exclusivo… pero no uno cualquiera.Lilia lo supo en cuanto vio las jaulas en el centro del salón, donde mujeres con máscaras doradas se contoneaban al ritmo de la música. Mesas privadas rodeaban la pista, ocupadas por hombres poderosos que disfrutaban del espectáculo con tragos en mano.Un club de placer.—¿En serio me trajiste aquí? —Lilia siseó entre dientes.—Me debe
Nikolai la empujó dentro de la habitación. Lilia apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de escuchar el sonido seco de la puerta cerrándose tras ella.Sus pasos resonaron en la penumbra, un aviso de que su ira aún ardía.—¿Qué estabas pensando, muñeca? —su voz era un susurro peligroso.Lilia se giró para enfrentarlo, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.—No tenías derecho a prohibírmelo —espetó, intentando mantener su voz firme.—¿No? —Él rió, pero no era diversión, era amenaza. Se acercó hasta que la acorraló contra la pared—. ¿De verdad creíste que podías desobedecerme sin consecuencias?Su aliento cálido acarició su cuello, y Lilia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—Tú no eres mi dueño —susurró, aunque la forma en que su cuerpo temblaba le decía lo contrario.Nikolai deslizó un dedo por su brazo desnudo, recorriendo su piel como una caricia que la hizo contener el aliento.—Muñeca, yo te poseo en todos los sentidos.Lilia apretó los dientes, negándose a
Lilia no había podido dejar de pensar en lo que había visto en el club. Su hermana, Sofía, estaba con Alexei, el mismo hombre que la había metido en la cárcel. El mismo que le había arrebatado todo.¿Qué demonios estaba haciendo con él?Se pasó la noche en vela en la enorme cama de Nikolai, su cuerpo aún con el rastro de su dominio, pero su mente atrapada en una maraña de recuerdos y preguntas sin respuesta.Al amanecer, tomó una decisión. Tenía que verla.…Fue fácil escabullirse. Demasiado fácil. O Nikolai realmente confiaba en que no escaparía, o… sabía que volvería a él. Lilia dejó la mansión en una de las camionetas negras, con la excusa de que iba a hacer compras. Pero su destino era otro: un viejo apartamento en la zona industrial de la ciudad.Sofía estaba allí.El corazón le latía con fuerza cuando llamó a la puerta. Un segundo. Dos. Tres. Luego, se abrió con un rechinar, y su hermana apareció.—No puede ser… —susurró Sofía, su mirada reflejó sorpresa y algo más—. ¿Lilia?—¿E
El club clandestino vibraba con el estruendo del jazz desafinado que resonaba entre las paredes de ladrillo rojo. La atmósfera cargada de humo hacía juego con las miradas codiciosas de los hombres que llenaban el lugar. Todo en aquel lugar gritaba peligro, y Lilia lo sabía. Pero seguir allí era un mal necesario.—Te pedí que bailaras para ellos, Lilia, no que tomes decisiones por tu cuenta —el jefe del club, Valentín, golpeó la mesa con fuerza, sus ojos oscuros reflejando su impaciencia.—No soy un objeto, Valentín. No voy a bailar para un grupo de desconocidos solo porque tú quieras mantenerlos contentos. Ya hago suficiente —replicó ella, su voz firme aunque sus manos temblaban de furia contenida. Había lidiado con hombres como él toda su vida; hombres que confundían su fuerza con una invitación para doblegarla.El enfrentamiento provocó que varias cabezas en el lugar se giraran hacia ellos, pero fue una mirada en particular la que quedó clavada en Lilia. Nikolai Volkov, sentado en u
—He investigado sobre ti. Sé de tu talento como bailarina, sé del esfuerzo incansable que haces para cuidar de tu familia. Y también sé que estás al borde del colapso financiero y que tienes a tu hermana en la cárcel por culpa de un mafioso.Lilia se tensó. Que este hombre supiera tanto sobre ella la ponía en guardia, pero no sabía cómo escapar de lo que parecía ser un interrogatorio calculado.—¿Qué es lo que quiere de mí? —preguntó, tratando de sonar fuerte, aunque su corazón latía con fuerza.Nikolai la miró directamente a los ojos, con una intensidad que parecía perforar cualquier barrera que intentara construir.—Quiero ofrecerte un trato. Necesito que seas mi esposa durante un año, alguien que esté bajo mi protección completa. A cambio, me aseguraré de que tú y tu familia nunca tengan que preocuparse por nada.El silencio era casi ensordecedor. Lilia no sabía cómo reaccionar. La propuesta era tan inesperada como asfixiante.—¿Esposa? —repitió, confundida.— ¿Qué le pasa?—Signifi
Nikolai había escogido el lugar con cuidado. Un almacén abandonado, lejos de las miradas curiosas y empapado con el aire de peligro que le convenía a la ocasión. Las paredes desgastadas y el eco de cada paso daban a la reunión un aura de tensión que era casi palpable. Lilia lo seguía de cerca, obligada por los hombres de Nikolai, quien no parecía dispuesto a dejarla escapar de su control. Ella había jurado no mostrar miedo, pero cada movimiento de la noche la estaba poniendo a prueba.—¿Por qué debo estar aquí? —exigió saber, con la voz firme pero la mirada nerviosa moviéndose entre las sombras del lugar.Nikolai no la miró, pero su tono fue inamovible. —Es mejor que veas por ti misma cómo funcionan estas cosas. Así, la próxima vez pensarás dos veces antes de desafiarme.Antes de que pudiera replicar, las enormes puertas metálicas se abrieron con un chirrido y un grupo de hombres entró en formación meticulosa. En el centro, Aleksei Romanov avanzaba con la seguridad de un depredador en
De regreso en la mansión de Nikolai, la grandeza del lugar no hacía más que aumentar la sensación de encierro para Lilia. Cada rincón estaba decorado con un lujo intimidante, rebosante de detalles meticulosamente cuidados; todo parecía un reflejo de la personalidad de su dueño, calculador y dominante. La opulencia no era un consuelo, sino una prisión dorada que la hacía añorar la simplicidad de su antigua vida. En el centro del inmenso salón principal, bajo la cálida luz de una araña de cristal que parecía flotar sobre ellos, Nikolai aguardaba, exultante de una tranquilidad que parecía inquebrantable.Lilia, sin embargo, estaba lejos de compartir esa calma. Tan pronto como entró, las puertas dobles se cerraron detrás de ella con un eco que le retumbó en el alma. Se plantó firme en el centro del salón, su mirada encendida con una rebeldía nacida tanto del miedo como de su indomable espíritu.—Exijo saber por qué haces esto —soltó con dureza, cruzando los brazos con un gesto desafiante.