#37:

Los actores-cocineros samurai rebanaron, cortaron y giraron cubos de carne mientras mi amiga y yo reíamos y aplaudíanos como niñas en un circo. Aunque me resultaba imposible creer que de verdad a ella gustara alguien, me parecía la única explicación lógica a su alegría, pero más me costaba creer que aún no se hubiera acostado con ese sujeto («¡Dos semanas y media viéndonos constantemente en la universidad y nada! ¿No estás orgullosa de mí?»). Cuando le pregunté por qué no le había visto por el apartamento, sonrió con orgullo y respondió: «Porque todavía no le he invitado. Estamos yendo despacio». Acabábamos de salir del restaurante y Lily me estaba contando divertidas historias que Chico pintor le había contado cuando Christopher Collins apareció frente a mí.

— Yessica, la encantadora Yessica. Debo reconocer que me sorprende que seas aficionada al suchi… ¿Qué pensaría tu jefe de eso? —preguntó socarronamente mientras deslizaba su brazo sobre mi hombro.

—Bueno, verás… —El tartamudeo
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