Las puertas del elevador se cerraron y ¡yo quería morirme!Íbamos a ser los únicos pasajeros durante las próximas diecisiete plantas. Sin pronunciar palabra, abrió su carpeta de piel y empezó a pasar las hojas. Estábamos uno al lado del otro y la profundidad del silencio se multiplicaba por diez con cada segundo que pasaba.¿Me sentiría culpable?, me pregunté. ¿Era posible que hubiese estado borracho la noche anterior? ¿O simplemente quería aparentar que no había ocurrido nada?Me extrañaba que no me preguntara por el artículo del restaurante o si había recibido su mensaje de que encargara la vajilla para la fiesta en el Met y si todo estaba preparado para es noche. Actuaba como si estuviera solo, como si no hubiera otro ser humano(o, para ser exactos, uno digno de ser tenido en cuenta) en el reducido elevador junto a él.Tardé un minuto entero en advertir que no estábamos subiendo. ¡Dios mío!Markus me habia dejado entrar porque había dado por sentado que yo apretaría el botón, pero
—¡Yessica!—¿Sí, Markus? —Su estridente voz me detuvo en seco , antes de poder llegar al ascensor y me di la vuelta para mirarlo.—Espero que el artículo sobre el restaurante que te pedí esté sobre mi mesa.—Bueno, lo cierto es que no he podido dar con él. Verás, he hablado con todos los periódicos y por lo visto ninguno ha publicado un artículo sobre un restaurante de fusión oriental en los últimos días. ¿No recordarás, por casualidad, el nombre del restaurante?Sin darme cuenta estaba conteniendo la respiración y preparándome para la bronca que de seguro me echaría. Mi explicación le trajo sin cuidado, porque echó a andar otra vez hacia su oficina.— Yessica, ya te dije que salió en el Post. ¿Tan difícil te resulta encontrarlo?Y dicho eso, se fue. ¿El Post? Había hablado con la crítica gastronómica de ese periódico esa misma mañana, y me había jurado que no había artículo alguno que encajara con mi descripción, que esa semana no se había inaugurado nada digno de mención.Por él de
—¿New York? —Parecía perplejo y divertido—. ¿Quién ha hablado de New York?Ahora la perpleja era yo.—Yessica , te he dicho unas cinco veces que el artículo se refería a un nuevo restaurante publicado en el Washington Post. Dado que estaré allí la semana que viene, necesito que me hagas una reservación. —Ladeó la cabeza y esbozó lo que solo podría describirse como una sonrisa malévola—. ¿Exactamente qué parte de la tarea encuentras tan difícil?¿Washington? ¿Me había dicho cinco veces que el restaurante estaba en Washington y que el artículo pertenecía al Washington Post? No lo creo. Era evidente que él estaba perdiendo la cabeza o bien obtenía un placer sádico viendo cómo yo perdía la mía.No obstante, comportándome como la idiota que el cría que yo era, volví a hablar sin pensar.—Oh, Markus, estoy segura de que el New York Post no escribe artículos sobre restaurantes de Washington. Por lo visto solo visitan locales que se inauguran en Nueva York.—¿Te estás haciendo la graciosa, Y
Me paseé por el apartamento durante un rato buscando pistas sobre la presencia de ese tipo. Lo único fuera de lugar era una botella vacía de vodka que descansaba en el fregadero. ¿De veras Layla había conseguido comprar, abrir y beberse una botella entera de vodka después de la medianoche del día anterior? Llamé a su puerta. Nada. Llamé con algo más de insistencia y oí a un sujeto manifestar el hecho obvio de que alguien estaba llamando a la puerta. Como seguía sin obtener respuesta, giré el pomo. —Hola, ¿hay alguien ahí? —pregunté procurando no mirar, pero incapaz de aguantarme más de cinco segundos. Deslicé la mirada por los dos tejanos apilados en el suelo, el sujetador que colgaba de la silla del escritorio y el cenicero repleto de colillas que hacía que la habitación apestara a casa de estudiantes varones, y fui directa a la cama, donde encontré a mi mejor amiga tumbada de costado, completamente desnuda. Un tipejo de aspecto nauseabundo, con una línea de sudor sobre el labio
Ella se estaba cepillando el pelo, y solo entonces caí en la cuenta de que eran las seis de la tarde de un viernes y ella acababa de levantarse. Como no se defendía, seguí hablando.—No tengo nada contra la bebida —añadí, procurando mantener una conversación relativamente serena—. De veras, no estoy contra la bebida, pero quizá últimamente te estés excediendo un poco. ¿Va todo bien en la universidad?Abrió la boca para decir algo; pero en ese momento Axel asomó la cabeza y me pasó el móvil.—Es él —anunció, y se marchó.¡Arggghhh! ¡Ese hombre tenía el don de amargarme la vida!—Lo siento —dije a mi amiga mientras la pantallita aullaba MP una y otra vez—.Generalmente solo tarda un segundo en humillarme, así que aguarda.Layla dejó el cepillo y me observó.—Despacho, perdón… —Otra vez había estado a punto de contestar como si fuera el teléfono de la oficina—. Soy Yessica—rectifiqué preparándome para el ataque.—Yessica, sabes que te espero a las seis y media, ¿verdad? —susurró Markus si
El vigilante me abrió la puerta, y se inclinó sonriendo. Probablemente pensaba que yo era una invitada.—Hola, señorita, usted debe de ser Yessica. Elana ha dicho que la espere aquí sentada, que enseguida estará con usted. —Habló discretamente a un micrófono prendido de una manga y asintió al recibir una respuesta—. Sí, justo aquí, señorita.Elana enseguida estará con usted.Contemplé el enorme vestíbulo, mas no me apetecía pasar por la incomodidad de ajustarme todo el vestido para poder sentarme. Además, ¿cuándo tendría otra oportunidad de estar en el Metropolitan Museum of Art después de la hora de cierre,aparentemente sin otra persona salvo yo? Las taquillas estaban vacías y las galerías de la planta baja a oscuras, pero el olor a historia, a cultura, inspiraba mucho respeto. Reinaba un silencio ensordecedor.Después de quince minutos de contemplación, cuidando de no alejarme demasiado del aspirante a agente secreto, una chica de aspecto corriente con un vestido azul marino cruzó e
Elana estaba más atónita que nunca. —¡Oh, cariño, ven aquí! ¡Lo siento mucho! No era mi intención hacerte llorar.Eres una santa por soportar a esa cabrón, ¿me oyes? Ven conmigo. —Me cogió de la mano y me condujo por otro pasillo oscuro hasta un despacho—. Ahora siéntate y olvídate de la cara de toda esa gente. Resoplé y empecé a sentirme como una estúpida. —Y no te cohibas, ¿me oyes? Tengo la sensación de que llevas mucho, mucho tiempo guardándote esto y un buen llamto es necesara de vez en cuando. Se puso a buscar algo en la mesa mientras yo me quitaba el rímel de las mejillas. —Mira esto —dijo con satisfacción—. Lo destruiré después de que lo hayas visto, y si alguna vez se lo cuentas a alguien te destrozaré la vida. Pero tienes que verlo, es formidable. Me tendió un sobre amarillo sellado con una pegatina que rezaba «Confidencial» y sonrió. Arranqué la pegatina y extraje una carpeta verde. Dentro había una foto ( en realidad, una fotocopia en color) de Markus tirado sobrebun
Cuando me dirigía al ascensor, en mi edificio, Juan introdujo una mano debajo de su mesa y sacó un sobre amarillo.—Han traído esto hace unos minutos. Pone «Urgente».Le di las gracias y me senté en un rincón del vestíbulo preguntándome quién podía haberme enviado un sobre a las diez de la noche de un viernes. Lo abrí yencontré una nota:Querida Yessica:Ha sido un placer conocerte esta noche. ¿Crees que podríamos vernos la semana que viene para comer sushi o lo que sea? Te he dejado esto camino de mi casa. Pensé que te iría bien el para animarte después de la noche que hemos tenido. Disfrútalo.Un abrazo,ELANADentro estaba la foto del Markus alcohólico, pero ella la había aumentado a 25 x 30. La contemplé con detenimiento mientras me hacía un masaje en los pies, los cuales por fin se habían liberado de los tacones, y observé los ojos de la fotografía. Parecía imponente, malo y exactamente la hijo de puta que veía cada día. Sin embargo, esa noche también lo había visto parecer tri