#44:

Me paseé por el apartamento durante un rato buscando pistas sobre la presencia de ese tipo. Lo único fuera de lugar era una botella vacía de vodka que descansaba en el fregadero. ¿De veras Layla había conseguido comprar, abrir y beberse una botella entera de vodka después de la medianoche del día anterior?

Llamé a su puerta. Nada. Llamé con algo más de insistencia y oí a un sujeto manifestar el hecho obvio de que alguien estaba llamando a la puerta. Como seguía sin obtener respuesta, giré el pomo.

—Hola, ¿hay alguien ahí? —pregunté procurando no mirar, pero incapaz de aguantarme más de cinco segundos.

Deslicé la mirada por los dos tejanos apilados en el suelo, el sujetador que colgaba de la silla del escritorio y el cenicero repleto de colillas que hacía que la habitación apestara a casa de estudiantes varones, y fui directa a la cama, donde encontré a mi mejor amiga tumbada de costado, completamente desnuda.

Un tipejo de aspecto nauseabundo, con una línea de sudor sobre el labio
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