#22:

Salí de casa a las 6.50 sintiéndome de maravilla con mi aspecto. El tipo del carrito del desayuno próximo a mi apartamento hasta me silbó, y una mujer me detuvo cuando aún no había dado diez pasos para decirme que llevaba tres meses admirando esas botas. Procediendo como ya era mi costumbre, caminé hasta la esquina de la Tercera Avenida, detuve un taxi y me derrumbé en el cálido asiento trasero, demasiado cansada para alegrarme de no tener que compartir el metro con el tumulto de gente, y gruñí:

—Madison, 640. Deprisa, por favor.El taxista me miró por el retrovisor , juro que con cierta compasión— y dije:

—Pues sí, voy al edificio de la revista Glitz.

Giramos por la Noventa y cinco y luego por Lex, pasamos a toda velocidad los semáforos hasta la Cincuenta y nueve y doblamos por Madison en dirección oeste.

A los seis minutos exactos, pues no había tráfico alguno, nos detuvimos delante del alto y esbelto edificio, excelente modelo físico para tantos de sus residentes. La tarifa ascendi
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