#26:
Como es lógico, por mucho que intentara recordarme una otra vez que yo era estable mentalmente y ellas no, los constantes comentarios gordofobicos habían hecho mella en mí. Apenas llevaba unos meses allí y mi mente ya estaba lo bastante desvirtuada (por no decir paranoica) incluso llegué a pensar que esos comentarios iban dirigidos a mí.

O sea, yo, la alta y esbelta asistente de moda, hago ver que me creo gorda para que tú, la rechoncha y achaparrada asistente del jefe, te des cuenta de que en realidad la gorda eres tú. Con mi metro ochenta y mis 56 kilos (por fortuna había recuperado el peso perdido por la sinositis), aunque tenía la sensación de que estaba adelgazando de nuevo gracias a mi estilo de vida Glitz, basado en solo-una-sopa-pero-muchas- tasa-de-café)

Siempre me había considerado entre las chicas delgadas de mi edad. También me había sentido siempre más alta que el noventa por ciento de las mujeres que conocía y que el cincuenta por ciento de los hombres. No fue hasta qu
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