#28:

Una semana después, ninguno de los dos parecía visiblemente enfadado, pero tampoco eran los de siempre.

No había tenido tiempo de reparar las cosas entre nosotras, pero pensaba que todo volvería a su cauce cuando Layla y yo empezáramos a vivir juntas en nuestro nuevo apartamento.

Nuestro apartamento,donde todo volvería a ser como en la uni, cuando la vida era mucho más agradable y simple.

Los de la mudanza llegaron a las once y tardaron nueve minutos en desmontar mi querida cama y arrojar las piezas en la parte posterior de su furgoneta.

Mamá y yo fuimos con ellos hasta el nuevo edificio, donde encontré a papá y a Axel charlando con el portero —un mexicano de lo más atento—,con las cajas apiladas contra la pared del vestíbulo.

—Yessy, menos mal que has llegado. El señor Fernández se niega a abrir el apartamento a menos que uno de los inquilinos esté presente —explicó mi padre con una amplia sonrisa—. Una postura admirable —añadió guiñando un ojo al portero.

—¿Todavía no ha llegado Lay
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