DONOVAN¿Quién se cree que es?Recuerdo haberme hecho esa pregunta muchas veces en el pasado, y es que a veces nos hacemos suposiciones equivocadas de las personas, y nos alejamos sin darles la oportunidad de darse a conocer.Bueno, no es como que él quisiera que nadie lo conociera, pero se entiende.Para empezar, quizás debería presentarme. Soy Donovan Ford, y cuando todo este pequeño desastre comenzó tenía… ¿diecinueve años? Maldición… yo sí que era un idiota.Por aquel entonces acababa de terminar la escuela técnica de oficiales y, aunque sabía bien qué quería hacer con mi vida, me vi obligado a postergar mis planes por más o menos un año, pues mi madre enfermó y, al ser el hijo menor y estar más «desocupado», pensé que lo mejor sería cuidar de ella.—¿Estás seguro que quieres ir ahí, Dony? Sé que tienes excelentes calificaciones y todo, ¿pero no es un poco peligroso estar tan cerca de Su Majestad? —preguntó mi madre un día, al verme sostener mi carta de aceptación en la Guardia Re
DONOVANDespués de eso, contrario a mis deseos, una pared se construyó entre Thomas y yo, y no tenía ni idea de cómo derribarla.Es que él era tan serio, tan correcto, tan regañón. ¡Vamos! Entendía que estábamos trabajando, ¿pero acaso no podía reírse ni un poquito?Antes de darme cuenta, la Reina decidió que su hijo debía salir a explorar el mundo, y lo envió a estudiar a diferentes lugares, siendo Estados Unidos el primer destino. Tom y yo fuimos asignados como parte de la escolta que solía acompañarlo a la escuela y, quizás porque estábamos lejos de casa, el castaño se volvió más severo.—Tienes que dejar de distraerte, Donovan. No puedes perder al señor de vista ni un solo segundo. Nunca se sabe qué podría pasar.Aquel regaño me supo crudo, en especial porque habíamos tenido un día largo persiguiendo a Su Majestad, quien decidió que era buena idea dar vueltas por ahí de camino al departamento en el que se alojaba, y los dos estábamos bastante cansados.—No me distraigo. Cálmate, ¿
DONOVANCuando llegó la hora de dormir, sentía que me estaba quemando y muriendo de frío a la vez, pero no le hice mucho caso y solo me metí en el saco de dormir y me acurruqué, cerré los ojos y pensé que dormiría como un bebé, como siempre… pero no.Más o menos noventa minutos más tarde, en medio del silencio en el que solo escuchaba la brisa y sentía un tremendo frío, no pude contener más mis dientes, y pequeños siseos comenzaron a oírse, seguidos del repiqueteo de mis piernas.Dios… no podía dejar de temblar. Por más que me apretaba en mí mismo, no podía dejar de hacerlo. Tenía frío, me mo.ría de frío.—Donovan… Don, ¿estás bien?De repente, el saco a mi lado se movió, y una pequeña luz iluminó la tienda, dejándome ver de refilón la cara de un adormilado Tom que, de no ser porque me sentía horrible, grabaría en mis memorias con celo.—Yo… yo…. y… o…No pude articular palabra porque el traqueteo de mis dientes no me lo permitía, y creo que eso fue lo que lo puso en sobre aviso. Ense
GIANNACuando escuché aquellas palabras, mi mundo dio un vuelco, y el susto me llenó.—¡Gianna, estás despedida! ¡Sal de aquí ahora mismo! —gritó Bruno, el gerente del bar en el que había trabajado por los últimos seis meses.Su grito me removió todo por dentro, y volví a ser esa ni.ña a la que sus padres reprendían a voluntad.Sin embargo… mi salvador, mi príncipe azul, vino a mí al instante.—Entonces, ven y trabaja para mí… no necesitas seguir en este bar cutre de mala muerte.• •Todo comenzó más temprano esa misma tarde, cuando llegué diligente al trabajo justo después de que las clases terminaran. Empecé mis labores tras ponerme el uniforme, y todo fue tal cual una típica noche de jueves.Hasta que él apareció.Lo vi entrar al bar desde el otro lado del local porque, ¡¿cómo no hacerlo?! Era el hombre más alto que había visto en mi vida… medía casi dos metros, o quien sabe si más, y su rostro parecía cincelado por el mejor de los artistas.Yo no era de enamorarme de desconocidos
GIANNASu voz rebotó iracunda por todas partes en el salón, y el silencio sepulcral fue sustituido por susto cuando aquel tipo, furibundo, se me vino encima sin importarle quién estuviera presente.Pero yo no era ninguna estúpida, así que enseguida me armé y, cuando lo tuve en mi rango de acción, le lancé una patada que le dio justo en la entrepierna, y que lo dejó privado frente a todo el mundo.Logan pegó un grito que me hizo hervir la sangre con gusto y, junto a un sonido de dolor general de los presentes, cayó de rodillas al suelo.—¡¿Qué te pa…?! ¡Ah!Se encogió en sí mismo en el suelo, y lo miré desde arriba.—Maldito pervertido, ¡no te atrevas a volver a tocarme, o no te daré una simple patadita, ¿entendiste?! ¡Cerdo asqueroso!Logan se quedó quieto en el suelo pero, justo cuando vi que algunos de mis compañeros de trabajo se acercaban para evaluar la situación, y el jefe para regañarme, lo más seguro, este se levantó de golpe y se me vino encima de una forma inesperada, por lo
GIANNA—¿Rey de Hiraeth? —preguntó alto Logan con desprecio—, ¿qué es eso? ¿Hogwarts? ¿Sacarás una varita y una lechuza aparecerá de la nada? —se burló y soltó la risa.Yo tampoco sabía qué era Hiraeth, ni dónde quedaba; sin embargo, creo que varios en el bar sí, porque enseguida los vi borrar los videos que grababan, e instar a los demás a hacer lo mismo.De repente, el ambiente se tornó oscuro, y algunas personas incluso dejaron el dinero de lo que consumieron sobre sus mesas y se fueron sin terminar de comer o beber, temerosas, huyendo.No entendía por qué actuaban así, porque… ¿Quién era este tipo? ¿Más famoso que la Reina de Gran Bretaña?No obstante, como estaba de mi lado, decidí hablarle bonito. Además, ¿mencioné que era guapo? Lo era.Él no dejó de mirarme ni un segundo, a pesar de lo que el idiota de Logan decía o hacía, y sus ojos suaves me llenaron de una preciosa calidez.—Yo… no sé quién eres, pero… supongo que podemos hablar al respecto, ya que acabo de ser despedida —c
GIANNA—¡¿Qué?! Decano Hamilton, ¿de qué habla? ¿Cómo que expulsada? ¡¿Por qué?! ¡¿Qué hice?! Ayer yo…—No se trata de eso, señorita Adelaide. Usted ha sido expulsada tras cometer una falta al honor contra uno de nuestros principales benefactores.»A Título personal, lamento tener que hacer esto, pero esta institución no puede permitirse perder tal patrocinio solo por usted.Fruncí el cejo, indignada, molesta y sorprendida a partes iguales y, de repente, un nombre se me vino a la mente y espeté:—¡Logan Tanner!El Decano Hamilton no dijo nada, pero sus ojos corroboraron mis palabras, y apreté los labios.—¡Por favor!, ¿me van a expulsar porque no me dejé acosar se.xualmente por un cerdo pervertido que cree que puede hacer todo solo porque tiene dinero? ¡¿Es en serio?!La indignación y la pena bañaron el rostro del mayor, que resopló y negó con la cabeza.—Lo siento, señorita Adelaide, pero la decisión es irrevocable. Por favor, deje el campus a la brevedad posible.Quise pelear más, p
CAMERONApenas cortar la llamada, sentí unos serenos ojos acusadores sobre mí y, apenas voltear, le di una sonrisa a mi buen Tom, mi mano derecha por todos estos años, que no parecía estar del todo de acuerdo con mi decisión.—¿Pasa algo, Tom?Sin embargo, tan pronto como él pensó en contestar, mi celular volvió a sonar.—¿Hola? ¿Qué pa…?—¿En qué aeropuerto estás?Una sonrisa pintó mis labios.—En el internacional de San Francisco. Estás cerca —dije sin más.—Perfecto, gracias.Ella colgó y yo resoplé.Dejé el celular de lado y mire al fiel jefe de mi Guardia Real.—Entonces, Tom, ¿qué pasa? ¿Tienes algo que decir al respecto?Él respiró hondo y asintió con la cabeza.—Creo que no debería llevar a una persona que desconoce nuestras tradiciones y cultura, sin mencionar su nivel de estudios y que no lo conoce, solo porque quiere desafiar los deseos de su familia, Su Majestad.Eché la cabeza hacia atrás, y no pude evitar fijarme en el resto de mis muchachos, cuyas miradas parecían decir