Inicio / Romántica / La asistente del Rey / Capítulo 2: Expulsada
Capítulo 2: Expulsada

GIANNA

—¿Rey de Hiraeth? —preguntó alto Logan con desprecio—, ¿qué es eso? ¿Hogwarts? ¿Sacarás una varita y una lechuza aparecerá de la nada? —se burló y soltó la risa.

Yo tampoco sabía qué era Hiraeth, ni dónde quedaba; sin embargo, creo que varios en el bar sí, porque enseguida los vi borrar los videos que grababan, e instar a los demás a hacer lo mismo.

De repente, el ambiente se tornó oscuro, y algunas personas incluso dejaron el dinero de lo que consumieron sobre sus mesas y se fueron sin terminar de comer o beber, temerosas, huyendo.

No entendía por qué actuaban así, porque… ¿Quién era este tipo? ¿Más famoso que la Reina de Gran Bretaña?

No obstante, como estaba de mi lado, decidí hablarle bonito. Además, ¿mencioné que era guapo? Lo era.

Él no dejó de mirarme ni un segundo, a pesar de lo que el idiota de Logan decía o hacía, y sus ojos suaves me llenaron de una preciosa calidez.

—Yo… no sé quién eres, pero… supongo que podemos hablar al respecto, ya que acabo de ser despedida —comenté con falsa calma, aunque por dentro el corazón me latía con fuerza, entre la molestia y la inquietud.

La sonrisa del pelinegro creció, y asintió con la cabeza.

—Perfecto. Entonces, terminamos aquí. ¿Le gustaría acompañarme a comer algo en un lugar más civilizado, señorita? Así podemos tratar mejor el tema de su nuevo empleo.

Él volvió a hablarme con diligencia, y sonreí con educación. Pasé la vista por Bruno, por los demás del local y, al final, por un Logan que me veía con ira e incredulidad, quizás porque no pensaba que me iría con este desconocido de buenas a primeras.

Y sí, quizás sería el peor error de mi vida y me terminarían encontrando en las orillas de la bahía, pero, ¿y qué?

No es como que tuviera mucho, a fin de cuentas.

—Por supuesto, señor Kuir —hablé con calma, dirigiendo mi vista al pelinegro—. Estaré muy feliz de hacer eso. Si me permite, ¿puedo ir por mis pertenencias primero?

Él asintió con la cabeza y, tirando la vista hacia uno de los de traje, ordenó:

—Pete, acompáñala, por favor.

Un rubio de piel muy clara asintió con la cabeza, y los dos fuimos hacia la trastienda, donde busqué en mi casillero mi ropa y mis cosas.

Mientras los sacaba, no pude evitar preguntarle a ese hombre:

—¿De verdad ese chico de allá afuera es un Rey? No parece mucho mayor que yo.

Pete asintió con la cabeza.

—Su Majestad tiene veintiséis años, y es el Rey de nuestro pueblo desde hace trece.

Él metió la mano dentro de su saco y me mostró una credencial. La tomé y la examiné.

Este hombre era Peter Abraham, de treinta años, cuyo cargo oficial era el de Guardia del Rey. Pude ver el escudo del reino y todos los detalles ahí, y una dosis de realidad me invadió.

—Mierda…

Enseguida, agarré mi celular y busqué sobre el Reino de Hiraeth. Me salió una noticia de que el Rey arribó a Estados Unidos para una ronda de reuniones con altos cargos del país. El día anterior tuvo una audiencia con el Presidente, e incluso había una foto, donde se veía al tipo alto de afuera dándole la mano a nuestro viejito canoso.

—Madre mía… —solté incrédula, mientras extendía la mano para devolverle su credencial a Pete, y luego lo miré con los ojos bien abiertos—, ¡es real!

Una sonrisa divertida pintó los labios del escolta, y asintió con la cabeza.

—Ahora, por valor, acompáñanos al auto. No sé qué ha pasado, pero, ya que el Rey te ha pedido venir con nosotros, lo mejor será obedecer.

Asentí con la cabeza, y al instante me imaginé a ese tipo altísimo como uno de esos reyes autoritarios de las películas, aunque descarté esa idea al pensar de nuevo y comprender que fue muy amable conmigo y me defendió.

—Pero… ¿qué hace un Rey de una nación importante, en un pequeño bar de San Francisco como este? —curioseé a Pete sin poder evitarlo mientras íbamos de regreso.

—A Su Majestad no le gusta estar siempre rodeado de gente encopetada, como él los llama, así que sugirió salir a comer por ahí, aunque el señor no debería comer nada que no sea preparado por su chef.

—Vaya… —mascullé sin poder evitarlo.

Para cuando llegamos de nuevo al salón, este estaba casi vacío, salvo por los empleados, Logan, que aún discutía, aunque lejos de los tipos en traje y el ahora Rey de Hiraeth; ese que, apenas verme, asintió con la cabeza.

—Bueno, señorita Gia, ¿le parece si nos vamos? Tengo algunos compromisos que atender más tarde, así que no hay mucho tiempo.

¿Gia? Bueno… era el diminutivo de mi nombre, pero también la primera vez en mi vida que alguien me llamaba así, porque ni mis padres. Suspiré y solo lo seguí fuera de las instalaciones.

Al cruzar la puerta, vi dos autos negros muy macizos que, en efecto,  tenían placas con el mismo escudo que había visto en la credencial del escolta de antes. Volteé hacia mi espigado salvador con los ojos bien abiertos, y él volvió a sonreír.

—Adelante, sube.

Me dio el paso y, con la venia de sus escoltas subí al primer vehículo, descubriendo un interior amplio y alto. Y, bueno, al verlo subir a mi lado, entendí la razón, ¡si era altísimo!

El tipo del traje del bar cerró la puerta y se movió al asiento del pasajero, en tanto Pete se metió al del chofer.

Antes de que me diera cuenta, partimos.

No obstante, yo estaba impresionada por otra cosa.

—¿Cuánto mides? —pregunté sin más.

En el asiento delantero, el tipo del traje se aclaró la garganta, y recordé algo.

—¡Oh, perdón! ¡Su Majestad… ¿cuánto mide?!

Él soltó una risilla y negó con la cabeza.

—No eres parte de mi pueblo, así que no te preocupes por las formalidades.

Su voz desde el costado, grave y amena, caló en mí con calidez. Entonces, continuó:

—Mido dos metros diecinueve centímetros.

«¡Un titán!», clamé para mis adentros, pues parecía eso ante mis insignificantes ciento setenta y tres centímetros.

—Y yo creí que era alta…

Suspiré y puse las manos sobre mis muslos, dudosa, ahora sí, por lo que se viniera.

—Entonces, señorita Gia, ¿le apetece trabajar para mí?

—¿En qué trabajaría? Para ser sincera, con todos estos hombres fuertes alrededor, no veo para qué soy necesaria. —De repente, una idea me surcó la mente, y me volteé y espeté—: ¡Y no soy una pu.ta! ¡Si me buscas para eso, entonces detén el auto y déjame aquí!

Al tiempo en el que Pete soltó la risa, y el otro casi se ahoga con la tos, Cameron negó con la cabeza e hizo un gesto con la mano.

—¡Para nada!, ¿acaso parezco ese tipo de hombre? —clamó como dolido, aunque el rastro divertido picaba en su cara.

—No, bueno, no es como que te conozca ni nada. —Me encogí de ambos con justa razón.

—Me gustaría contratarte como mi asistente por el tiempo que permanezca en este país.

—¿Asistente? —inquirí al segundo—, ¿no deberías tener muchas de esas en tu Reino?

La complicación pintó su cara y, tras suspirar, negó.

—Nunca he tenido un asistente personal, pero… últimamente hay algunas personas que están muy insistentes con eso y… —se echó hacia atrás en el asiento y miró al techo—, quieren que consiga a alguien, o lo harán por mí y, para ser sincero, no me gustan los extraños.

Arrugué el cejo.

—Pero yo soy una extraña.

—Sí, pero yo te escogí, es diferente. —Volteó y me dio una sonrisa—. ¿Qué me dices? Mi gira termina en un par de semanas. Si lo haces bien, y tienes pasaporte, incluso podrías venir conmigo a Hiraeth.

«¿Pasaporte? ¿Dos semanas? Espera un momento…». Mi cabeza quedó en suspenso unos segundos, los mismos en los que el auto se detuvo a la entrada del restaurante de un hotel de lujo en la ciudad.

El tipo del traje bajó enseguida y abrió la puerta, Cameron bajó y yo lo seguí, aún dudosa.

Pete se llevó el carro, y más atrás bajaron dos de los de antes. Los mozos de la entrada enseguida hicieron reverencias ante el paso del pelinegro, y todo pareció detenerse a su alrededor.

Esto era abrumador, para ser sincera.

Pasamos al local, un sitio de esos en los que jamás en mi vida había tan siquiera soñado estar, con pinturas por acá y por allá, y sofisticación por todas partes.

Un hombre vestido de traje y pajarita vino hacia nosotros, se detuvo a un metro e hizo una reverencia pronunciada.

—Su Majestad, no esperábamos su visita —dijo con cierta ansiedad y me miró de reojo.

Pude notar algo de incredulidad en sus ojos, pero lo ignoré.

—Señor Fergus, lamento venir sin avisar, pero surgió un imprevisto en el lugar donde planeaba cenar, así que…

—¡Oh, no se preocupe, Su Majestad! Enseguida preparo una mesa para usted.

—Para los dos, Fergus. La señorita Gianna y yo tenemos algunas cosas de las que hablar.

El tal Fergus asintió y enseguida se dispuso a preparar la mesa.

Menos de un minuto después, los dos estábamos en medio de un restaurante vacío, porque sacaron a todo el mundo, con los escoltas en las esquinas, muy atentos, frente a frente.

Y sentí la presión, pues en mi cabeza todo daba vueltas.

Por suerte, tomé el menú y me puse a verlo, pero no tenía ni idea de qué era nada lo que se veía ahí, y se notó en mi cara.

Cameron soltó una risilla, y comentó:

—Este restaurante sirve un menú de tres tiempos, así que te recomiendo la ensalada caprese, quizás cordero como proteína, y una copa de frutas de postre.

´Fruncí el cejo y resoplé.

—Pediré lo mismo que tú, caso cerrado.

Él llamó al camarero y pidió su orden por duplicado.

De nuevo, quedamos uno frente a otro en silencio, por lo que solté, para aliviar la presión:

—Vik, ¿puedo llamarte así? Tú me llamas Gia, así que…

—No hay problema.

Su inmediata respuesta me hizo resoplar, y tiré la vista a los lados.

—Vik… yo… me siento agradecida por la oportunidad, pero… estoy estudiando, y he esperado mucho para poder hacerlo; así que lo siento.

»No puedo descuidarlos. Encontraré otro trabajo en otro restaurante.

Vi la decepción pintar sus ojos, pero no me arrepentí.

Después de eso, cenamos con calma y él me llevó con su gente a mi casa, como todo un caballero, dejándome su tarjeta solo por si acaso.

Sin embargo, las cosas no iban a ser tan sencillas para mí, y lo supe al otro día, cuando llegué a la universidad, me llevaron con el decano y él me entregó un papel muy específico.

—Señorita Adelaide, a partir de hoy, ha sido expulsada de este recinto educativo. Por favor, recoja sus cosas y abandone el campus tan pronto como le sea posible.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo