OMG, ¡¿qué pasó?! ¿Será que Vik está en peligro?
GIANNA Lo siguiente que vi, fue a Pete tirarse sobre Cameron después de gritar y, sin darle a este tiempo a nada, el sonido del disparo heló el ambiente, junto con un grito dolorido que me puso los pelos de punta. Pete tumbó a Vik de su silla al piso, y yo también me eché ahí al instante, para escuchar los gritos de la gente, y a los Guardias del Rey vociferar y lanzarse sobre quien sea que disparó. Se escuchó un nuevo tiro que me hizo tiritar, y la gente gritando lo invadió todo. —¡Aléjense de aquí! —escuché a Dónovan, que venía hacia nosotros con notoria preocupación—. ¡Hay que sacar a Su Majestad! Sin embargo, nada estaba bien. Vik se removía debajo del cuerpo de un Peter que no se movía. —Pete, Pete, vamos, arriba —masculló él. Lo movió y se escuchó un quejido, y enseguida me arrastré hacia ellos. Cuando Vik se quitó a Peter de encima, vi que su traje se encontraba lleno de sangre y me asusté. —¡Vik, ¿estás…?! Pero no era su sangre. El terror apareció en la cara de aque
GIANNA El desconcierto se pintó en los ojos de Vik al instante, y una certeza desconocida abordó su rostro. —¿Cómo…? —No pudieron llevarlo al hospital, se desangró antes de que siquiera llegara la ambulancia. Él… —Tom apretó los labios, se notaba que hablar para él también era difícil. »Dónovan va camino a la morgue con su cuerpo ahora y… ya informamos al Primer Ministro sobre el atentado. Se ha ordenado el cierre del espacio aéreo en todo el país, el cierre de las fronteras y de la capital, Majestad. Vik escuchaba, claro que sí, pero su mente estaba en otra parte por completo, y eso era obvio para todos. Laila, que se encontraba detrás de Thomas con un semblante oscuro y triste, y las manos entrelazadas frente a su pecho, me dio un mirar que interpreté como advertencia, como un «quédate a su lado» ante el cual asentí con suavidad. Vik tragó con dureza y su cara palideció, respiró hondo y caminó despacio hasta la sala de estar de esta ala de la casa, exclusiva para su uso. Lo vi
GIANNATras escucharlo, asentí y salí de ahí sin más, directo a mi habitación a cambiarme.Me puse lo mejorcito que tenía entre mis cosas que, para ser sincera, no era muy de este ambiente tan rimbombante, pero no quedaba de otra.Bajé al despacho del Rey, dándome cuenta de que esta ala del Palacio se encontraba casi desierta, y que la poca gente que vi iba al oeste, a los alojamientos para invitados y las zonas comunes para los empleados; sin embargo, yo ya tenía mis órdenes, así que terminé en la oficina de Vik.Toqué y, tras recibir la voz de autorización, entré. Allí estaba el pelinegro hablando por teléfono, y Tom a un lado, con la vista puesta en una tablet y el semblante duro.—Señorita Adelaide, por favor, tome esa portátil y revise los mensajes que lleguen de cada una de las cuentas reseñadas en el archivo que encontrará en el escritorio —indicó él.Miré la laptop a un lado y asentí.¿Quién diría que llegarían tantos correos?Gracias al cielo todos eran en inglés, y se tratab
GIANNAAl llegar al Palacio, Cameron subió al ala de la tercera planta destinada solo para él, en tanto la señora Laila me pidió que la acompañara a la cocina por un momento.—¿Fue todo bien en la casa de los Abraham? —preguntó.—Sí… —murmuré.Mi rostro aún se hallaba enrojecido por el llanto, y ella solo asintió al darse cuenta.—Llévale este té a Su Majestad. Es de valeriana. Lo ayudará a calmar la ansiedad y a descansar de manera natural.Me acercó una fina taza de porcelana con bordes dorados que tomé. Asentí con la cabeza y me fui escaleras arriba.Al llegar a los aposentos del Rey, pasé de la entrada que, cosa rara, no tenía llave, y entré a una vacía sala de estar.Por un momento, me dije que lo ideal sería esperar ahí, pero la vena de la intrepidez me jaló hacia los pasillos más lejanos de este lugar. Pasé por varias puertas y llegué a una que estaba abierta, encontrándolo en el interior.Vik se ponía el camisón del pijama de espaldas a mí, y pude ver de nuevo la sombra del fé
GIANNA—¡¿Qué?! —espeté de repente y, por reflejo, me eché hacia atrás, lo que lo hizo rebotar y casi caer.Vik puso las piernas en el suelo a tiempo y se volteó con rapidez hacia mí.—¡Como que te gusto! , ¿eres de esos malditos acosadores pervertidos? ¡No! —Me fui hacia atrás en la cama con el corazón latiéndome a mil por hora.Vik, en cambio, solo resopló y negó con la cabeza.—Señorita Adelaide, ¿qué demonios le enseñaron en la escuela?Me habló de usted por primera vez desde que nos conocimos, lo que me hizo espabilar.—A no hablar con extraños —contesté muy ducha y confiada.Él volvió a resoplar.—¿Acaso existe un solo tipo de afecto en este mundo? Qué superficial…Fruncí el cejo y los labios con pesadez.—Me agradas, Gia, eso también es gustar —profesó como si nada, con su tono sereno y la expresión alegre—. Aunque… si te interesa algo romántico, ¿quién soy yo para negarme?—¡Ja! Por alguna parte tenía que salir el típico hombre miembro de la realeza. —Le reviré los ojos con de
GIANNARecostada en la cama, mi corazón aún latía con fuerza. Cameron se separó y me miró desde arriba con una sonrisa.Estaba sudado, y el cabello se le pegaba a la frente con cierto detalle. El olor a se.xo embargaba la sala, crudo, penetrante… y me gustaba, me encantaba.—Acércate… —murmuré quedo.Él lo hizo, tanto que lo sentí rozar mi piel, y llevé mi nariz a su cuello para olfatearlo con lentitud. Me hallaba sudada, cansada, pero complacida. No recordaba una vez en mi vida en la que me sintiera de esa forma.Pasé la punta de la nariz justo sobre el particular tatuaje a la derecha de su cuello, una brújula y un león a medias en negro y gris.—Hueles tan bien —murmuré y besé justo en el centro.—¿Cómo puedo oler bien? Estoy todo sudado y lleno de fluidos.Una sonrisa pintó mis labios.—Yo también lo estoy…Me separé con ligereza, lo abracé por el cuello y besé sus labios. Vik correspondió casi al instante, y nuestras bocas iniciaron un nuevo y mucho más calmo baile, que hizo que l
GIANNALos dos desayunamos sin hablar de lo que pasó más temprano, porque este lugar no era para nada privado; sin embargo, me gustó comer con Vik.Hacía un buen tiempo que vivía sola, y mis padres vivían, o sobrevivían, lejos; por eso, estar con él, sentados a la misma mesa, me llenó de una tremenda sensación de nostalgia.Hablando de ellos, ¿debería llamarlos para contarles dónde me encontraba ahora?No… por ahora lo mejor era que no. Sabían que me habían despedido de mi trabajo y que tuve que buscar otra cosa que hacer… y enseguida me preguntaron por el dinero.Ellos eran así.Bueno, estaban enfermos y les era muy difícil trabajar, por eso terminaba enviándoles hasta la mitad de mi sueldo… pero era demasiado sofocantes, por lo que necesitaba mantenerlos lejos y disfrutar de mi actual libertad.Después de lavarnos, el guardia de la puerta anunció que el auto del Primer Ministro llegaba a Palacio.Entonces, Cameron, Thomas, Dónovan y yo salimos a la entrada, y vi llegar a un auto gra
CAMERONUna de las mucamas sirvió el té para Gregori y para mí, y ella y Thomas salieron del despacho. Sabía que Tom se quedaría en la puerta por si lo necesitaba, pero todos confiábamos en este hombre que ahora se sentaba en el sofá frente a mí, por lo que no importaba que estuviésemos en soledad.—Cameron, de verdad lamento lo que le pasó a tu hombre… sé que has desarrollado un cariño especial por las personas que trabajan a tu alrededor —dijo él con voz calma.—Gracias, yo… lo siento mucho por su familia, para ser francos, y… —dudé, arrugando un tanto el cejo.—Está bien, no necesitas decirlo.Él se sonrió y negó con la cabeza.—Nuestro pueblo está inquieto, pues temen que se repita contigo lo que le sucedió a tu padre.Fruncí el cejo con ligereza. Recordar la muerte de mi padre… Aquel día era confuso, pero a la vez bastante claro en mi mente.—¿Sabes quién lo hizo? —inquirí para dejar lo anterior de lado.Gregori asintió con la cabeza.—Su nombre es Markus Resse. Tiene cuarenta añ