GIANNA—¡¿Qué?! —espeté de repente y, por reflejo, me eché hacia atrás, lo que lo hizo rebotar y casi caer.Vik puso las piernas en el suelo a tiempo y se volteó con rapidez hacia mí.—¡Como que te gusto! , ¿eres de esos malditos acosadores pervertidos? ¡No! —Me fui hacia atrás en la cama con el corazón latiéndome a mil por hora.Vik, en cambio, solo resopló y negó con la cabeza.—Señorita Adelaide, ¿qué demonios le enseñaron en la escuela?Me habló de usted por primera vez desde que nos conocimos, lo que me hizo espabilar.—A no hablar con extraños —contesté muy ducha y confiada.Él volvió a resoplar.—¿Acaso existe un solo tipo de afecto en este mundo? Qué superficial…Fruncí el cejo y los labios con pesadez.—Me agradas, Gia, eso también es gustar —profesó como si nada, con su tono sereno y la expresión alegre—. Aunque… si te interesa algo romántico, ¿quién soy yo para negarme?—¡Ja! Por alguna parte tenía que salir el típico hombre miembro de la realeza. —Le reviré los ojos con de
GIANNARecostada en la cama, mi corazón aún latía con fuerza. Cameron se separó y me miró desde arriba con una sonrisa.Estaba sudado, y el cabello se le pegaba a la frente con cierto detalle. El olor a se.xo embargaba la sala, crudo, penetrante… y me gustaba, me encantaba.—Acércate… —murmuré quedo.Él lo hizo, tanto que lo sentí rozar mi piel, y llevé mi nariz a su cuello para olfatearlo con lentitud. Me hallaba sudada, cansada, pero complacida. No recordaba una vez en mi vida en la que me sintiera de esa forma.Pasé la punta de la nariz justo sobre el particular tatuaje a la derecha de su cuello, una brújula y un león a medias en negro y gris.—Hueles tan bien —murmuré y besé justo en el centro.—¿Cómo puedo oler bien? Estoy todo sudado y lleno de fluidos.Una sonrisa pintó mis labios.—Yo también lo estoy…Me separé con ligereza, lo abracé por el cuello y besé sus labios. Vik correspondió casi al instante, y nuestras bocas iniciaron un nuevo y mucho más calmo baile, que hizo que l
GIANNALos dos desayunamos sin hablar de lo que pasó más temprano, porque este lugar no era para nada privado; sin embargo, me gustó comer con Vik.Hacía un buen tiempo que vivía sola, y mis padres vivían, o sobrevivían, lejos; por eso, estar con él, sentados a la misma mesa, me llenó de una tremenda sensación de nostalgia.Hablando de ellos, ¿debería llamarlos para contarles dónde me encontraba ahora?No… por ahora lo mejor era que no. Sabían que me habían despedido de mi trabajo y que tuve que buscar otra cosa que hacer… y enseguida me preguntaron por el dinero.Ellos eran así.Bueno, estaban enfermos y les era muy difícil trabajar, por eso terminaba enviándoles hasta la mitad de mi sueldo… pero era demasiado sofocantes, por lo que necesitaba mantenerlos lejos y disfrutar de mi actual libertad.Después de lavarnos, el guardia de la puerta anunció que el auto del Primer Ministro llegaba a Palacio.Entonces, Cameron, Thomas, Dónovan y yo salimos a la entrada, y vi llegar a un auto gra
CAMERONUna de las mucamas sirvió el té para Gregori y para mí, y ella y Thomas salieron del despacho. Sabía que Tom se quedaría en la puerta por si lo necesitaba, pero todos confiábamos en este hombre que ahora se sentaba en el sofá frente a mí, por lo que no importaba que estuviésemos en soledad.—Cameron, de verdad lamento lo que le pasó a tu hombre… sé que has desarrollado un cariño especial por las personas que trabajan a tu alrededor —dijo él con voz calma.—Gracias, yo… lo siento mucho por su familia, para ser francos, y… —dudé, arrugando un tanto el cejo.—Está bien, no necesitas decirlo.Él se sonrió y negó con la cabeza.—Nuestro pueblo está inquieto, pues temen que se repita contigo lo que le sucedió a tu padre.Fruncí el cejo con ligereza. Recordar la muerte de mi padre… Aquel día era confuso, pero a la vez bastante claro en mi mente.—¿Sabes quién lo hizo? —inquirí para dejar lo anterior de lado.Gregori asintió con la cabeza.—Su nombre es Markus Resse. Tiene cuarenta añ
CAMERONLa sorpresa caló en mí y me dejó en blanco por unos segundos, frío, y necesité empujarme para recuperar la compostura.—¿Cómo…? ¿Para qué querría ella venir aquí? —inquirí en voz alta.Por un momento incluso olvidé que Gregori estaba ahí, y que se suponía que le hablaba de la Reina Madre al Primer Ministro, por lo que se esperaba que mantuviera la compostura y el respeto.—Probablemente solo quiere saber cómo te encuentras, Cameron. Es un gesto muy común si eres madre de un hombre al que acaban de intentar asesinar. Además, el suceso está teniendo repercusión a nivel mundial. No puede solo dejarlo pasar.Resoplé con fuerza y chasqué con la lengua.—Maldita sea… —espeté en inglés sin poder evitarlo y me mordí el interior de la boca.Gregori me miró con curiosidad por unos segundos. Para todos era más que obvio que no quería que mi madre llegase aquí; sin embargo, él era el único que desconocía la real razón con total certeza.O eso creía yo por entonces.—Como sea, será necesar
CAMERONNo podía revelar mis verdaderos colores delante de Gia, ni dar a entender que de verdad me preocupaba el hecho de que mi madre viniera tan de buenas a primeras al Reino.Esto no era coincidencia, y yo lo sabía bien.Después de que Gia se marchó, Thomas entró a mi despacho con la cara medio larga y muy pensativo.—Cierra y ven aquí —dije, esta vez en japonés.Era un idioma que solo mis guardias de confianza dominaban, pues fueron quienes me cuidaron cuando tuve que ir a estudiar por un año allá.La sola mención en ese idioma lo hizo ponerse más serio.Él se sentó en uno de los sillones libres, y yo en el sofá.—Señor, ¿no sería mejor si omitimos la existencia de la señorita Adelaide mientras su madre está en el Reino?Negué con la cabeza.—Es imposible, Tom. El solo hecho de que quiera venir, y de que lo haga incluso más de diez días antes de la conmemoración, implica que sabe de su existencia.»Puede haber sido mi tío, o cualquier rumor de pasillo, pero esa no es una opción.É
GIAVik era un tipo raro en toda regla.Lo notaba de muchas maneras. Primero, triste, y eso lo asocié con la muerte de Peter, pero también parecía ansioso y hasta medio complacido.Eso último tal vez tenía que ver con lo que pasaba ahora.Eran poco más de las siete de la noche cuando el auto salió del Palacio. En él íbamos Donovan, quien conducía, Tom, en el asiento del pasajero, y Vik y yo en la parte trasera.El ambiente era silencioso al principio, aunque yo tenía mil cosas en mente.—Sabía que no podías dejar tu tarjeta de crédito en manos de una desconocida. Eres muy predecible —declaré confianzuda y me crucé de hombros con la vista al frente.Él soltó una risilla y un respingo.—¿De verdad piensas que voy contigo solo por eso?—¿No es obvio?Vik negó con la cabeza, fingiendo cansancio.—¿Y si lo que quiero es verte mientras compras y te diviertes?Enseguida arrugué la cara con cierto asco y lo miré con el cejo agudo.—Eso lo hace todavía más perturbador… Eres un pervertido de cl
GIAQue Vik pareciera no creerme no era sorprendente como tal porque, para ser franca, ni yo entendía de dónde había sacado ese dato, ¿o sí?Quizás solo se me chispoteó.Solté un respingo y negué con la cabeza.—Es algo bastante específico para tratarse solo de una casualidad —dijo él.Aquello me hizo sentir de golpe como si fuese sospechosa de un crimen y ese hombre el detective que me interrogaba.—Sí… supongo que sí, pero, créeme, no sé de dónde salió. Mentiría si te dijera que sé de qué parte de mi cabeza saqué semejante conjetura —comenté y me encogí de hombros.Él dudó por unos segundos más, pero al final decidió dejarlo de lado.—Bueno, ella tiene razón. Escogeré el azul naval porque es mi color favorito —comentó el pelinegro.Redford asintió con la cabeza.—Perfecto, Majestad, el resto de su traje estará listo en el plazo de una semana.El gerente de la tienda se fue, y nosotros nos dirigimos hacia la caja, donde saqué la tarjeta de Vik y me dispuse a dársela.—No, hazlo tú, a