GIAEl pelinegro tardó otro par de segundos en procesar mis preguntas, y enseguida negó con la cabeza.—Para nada —contestó de una forma que me pareció tajante, e incluso sentí aspereza y recelo en su tono.»No te traje aquí para que seas mi dama de compañía, para que tengas se.xo conmigo cada que quiera ni nada parecido. Si hubiese querido solo acostarme contigo, ¿no piensas que habría buscado la forma de convencerte y hacerlo en San Francisco?Arrugué la cara ante su cuestión, pero, si bien una parte mía pensaba que tenía razón, la otra se negaba a aceptar ese tipo de respuesta, pues necesitaba un motivo.Al principio, para ser sincera, vine aquí porque pensé que no me quedaba de otra, pero también por la aventura.Pude tratar de ir a otro lugar de Estados Unidos y buscar trabajo como camarera, pagar un hotelucho de mala muerte y ver qué hacía con mi vida; sin embargo… estaba cansada de eso. Cansada de solo sobrevivir, de trabajar como loca para darle la mitad del dinero a mis padre
GIANNAUn par de días más tarde, ya había recibido dos lecciones de neerlandés y, aunque mi pronunciación era un asco, podía presentarme y las normas de cortesía, así como los títulos nobiliarios en ese idioma, porque se suponía que debía referirme a la madre de Vik y a su hermana como «Alteza Real» o «Koninklijke Hoogheid», y a su padrastro «Excelencia» o «Excellentie».—Majestad, ya terminé de aprenderme el protocolo y la agenda para el evento de la conmemoración —dije con calma en inglés.En el despacho de Vik solo estábamos los dos. Él escribía con calma en su computadora, en tanto yo, en el sillón del área de estar, estudiaba cronograma tras cronograma en una tablet. Nadie dijo que este trabajo sería sencillo.El pelinegro, que vestía de traje oscuro de dos piezas, detuvo sus dedos y se fijó en mí.—Justo a tiempo.—¿Cuál será mi papel en todo esto? —pregunté, pues no me quedaba nada claro.—Estarás conmigo en todo momento. Tanto cuando salgamos de aquí, en la ceremonia de las fl
GIANNAApreté los labios, medio dolorida por mi propia certeza, y me arreglé el cabello antes de soltar un respingo.—Hijo, esta es Rosemarie Orleans, la quinta hija del Duque de Orleans de Francia. Tiene veintitrés años y vino hoy aquí especialmente para conocerte.La voz de la Reina Madre era muy firme, y daba a entender que tenía mucho carácter. Quizás de ahí había sacado Vik lo suyo.Pero… ¿Rosemarie?De repente, el mundo subió y bajó para mí cuando me di cuenta de que no era la tan mentada Abby. Por esa parte era genial; sin embargo, la presencia de esta chica aquí solo significaba una cosa: matrimonio.Vik era un Rey soltero de veintiséis años, después de todo.El corazón se me volvió a apretujar y suspiré por lo bajo, notando cómo el pelinegro ladeaba la cabeza con ligereza.—¿Conocerme? ¿Cómo para qué? —preguntó él sin ninguna emoción particular.Me orillé apenas para distinguir el cambio en la expresión de la señora, que frunció el cejo sin disimulo y apretó los labios.—Te e
CAMERONAlguna vez fui feliz en mi pasado… fue corto, pero bonito, de los mejores momentos de mi vida. Atesoraba ese sentimiento en mi interior con mucho recelo, como si de verdad lo fuese todo para mí porque, para ser francos, era mínimo, importante y doloroso.La imagen en mi mente de sus risas, de su precioso mirar tranquilo en las mañanas, de su melena rojiza y ese sentimiento de paz que jamás había experimentado antes me dijeron que ese era mi lugar en el mundo. El eco de su felicidad, de nuestros buenos e incluso malos momentos, la convivencia.Ella era para mí, yo era para ella. Ese era mi destino. Ser quien yo quisiera era mi destino.O eso pensaba.—Abby… —murmuré sin poder evitarlo en medio de aquella ensoñación.Mientras veía su silueta alejarse, el corazón en mi pecho se contrajo con absurdo dolor.¿Por qué me hizo eso? ¿Por qué se fue? ¿Por qué me dejó solo? ¿Acaso no sabía lo que de verdad era para mí? ¿Por qué se fue sin decir nada y jamás volvió?El mundo no era injust
GIANNANo era estúpida, o al menos no me consideraba así. ¿Qué yo era especial por el trato y blablablá? ¡Claro que era especial! ¡Era Gianna Adelaide, una hermosa, valiente y fuerte mujer de casi veintinueve años que se buscaba la vida! Sin embargo, mi propia percepción personal no contaba aquí, no en esta situación tan propia de una novela romántica.—¿Entonces? —inquirí al encontrar silencio.Vik se acomodó de nuevo de costado y soltó un respingo.—Solo he salido con tres chicas en toda mi vida, y nada de eso terminó bien.—¿Qué quieres decir?—Fui engañado, engañado y dejado, en ese orden. Al parecer es llamativo salir con un Rey solo por diversión. —Él se encogió de hombros.—¿Alguna de ellas te marcó?—Todas ellas me marcaron. Aprendí que sea quien sea de quien me enamore, probablemente todo termine mal. Sin embargo, no tengo una fijación contigo. Sí, tienes el tipo de personalidad de las chicas que me gustan, eso lo he aprendido en estos días de conocerte, pero aquí en Hiraeth.
CAMERONVivía en un mundo donde mi vida privada y profesional no tenían distinciones, y lo detestaba, pero era la clase de realidad en la que me había tocado crecer.Si tuviera que pensar en el pasado y el ahora, ¿cuándo fui feliz? Quizás solo un poco, unos segundos, unos pequeños instantes, y lo extrañaba… añoraba tanto poder volver a tocar la felicidad con mis propias manos, sentirla y abrazarla, hacerla mía y nunca dejarla ir de nuevo.No obstante, ¿en qué clase de persona me convertiría eso?—Majestad, aquí tiene. —Laila me mostró una bandeja con una simple pastilla blanca que me hizo resoplar.La tomé con la zurda y la ingerí sin más. No las tomaba siempre, no dependiendo de lo que ordenara el doctor; incluso podía pasar dos o tres días sin ellas después de largas semanas, pero ahora era diferente. Acababa de perder a alguien importante en mi vida, y muchos problemas se me vinieron encima de golpe.En el instante en el que la píldora pasó por mi garganta, suspiré.—Gracias —murmu
GIAVik aceptó ir a almorzar con su madre, por lo que, tras completar algunos deberes, poco después de la una, salí de su despacho para ir a comer mi almuerzo. La señora Laila dijo que me guardarían mi comida porque en las tardes y las noches debía someterme al horario del Rey, por lo que ya no tenía apuros.Salí como si nada y crucé al pasillo. Ahí encontré a Mark, Markus Safin, que era otro de los cuatro guardias de confianza que le quedaban al pelinegro. Él era calvo y alto, pero no calvo natural, solo que le gustaba raparse por comodidad.—Oh, así que tú me cuidarás hoy —comenté con voz calma.Él me dio una tenue sonrisa y asintió con la cabeza. En mis días en Hiraeth entendí por qué sus escoltas eran tan importantes para Vik. Estos hombres, en especial Thomas, Donovan, Matthew, Markus y… Peter, eran entregados, leales y muy simpáticos al trato, al menos hacia mí y con la mayoría de los empleados de la casa.Los sentía como una familia entre todos ellos, y eso era más que destacab
GIANNALaurice y yo continuamos comiendo y hablando ya de otros asuntos. Por ejemplo, supe que acababa de terminar con su novio de la preparatoria y, como estaba triste y se sentía deprimida, le pidió permiso a su madre para venir a su antiguo hogar. Supe que quería acercarse a Vik, aunque no lo manifestó demasiado, y que le faltaban unos meses para terminar su posgrado y se encontraba en el trabajo final.Ella no se desempeñaba en los negocios familiares, sino que hacía lo que siempre quiso, centrarse en la biología y en el estudio de su pasión. Eso también me hizo preguntarme qué deseos tendría Vik con su propia vida que fue incapaz de cumplir al tener que subir al trono.Después de terminar la comida con un postre de chocolate, a eso de las dos de la tarde, ambas salimos con Mark siempre escoltándome, cosa que no pasó desapercibida por la muchacha.—¿Por qué él te sigue? ¿Acaso estás vigilada porque hiciste algo malo? —inquirió y le dio un mirar de reojo al susodicho.—No. Vik, qui