¡Hola! Aquí por fin dejo el primero de los especiales de esta historia. Estaré subiéndolos de a poco ♥
CAMERONRecuerdo que en mi infancia y adolescencia solía preguntarme mucho por qué siempre me pasaban cosas malas, por qué nadie parecía quererme, o por qué mi propia familia me despreciaba. Siendo sincero, viendo esa vida con cabeza fría, era un milagro que ahora estuviera aquí, que escuchara la risa de mi hijo y viera un nuevo futuro en mi camino.Pero sabía que no podía huir del pasado, y no era el único.Esa mañana, luego de largos días en los pasados meses, me levanté con un objetivo en mente.—¿Ya vas a salir? —murmuró Gia, recostada en la cama a mi lado.—Iré a despertar al camaroncito y a prepararnos para salir.—Uuuuhg, no me quiero mover —musitó ella y se acomodó en posición fetal.—Quédate acostada, hoy es sábado. Pero para la próxima ten más cuidado con lo que comes. Estás muy golosa.La rubia soltó la risa y resopló.—¿A Su Majestad no le gusto gordita?—Me encantas como sea que te veas, amor, pero te advertí anoche que no comieras tanto y no me hiciste caso.—Sí, sí… ya
GIANNASer madre no era sencillo, no era para nada como salía en las re.des sociales. El camaroncito era un ni.ño inquieto que exigía atención las veinticuatro horas del día; sin embargo, era un chiquillo afortunado con un par de padres que lo amaban con locura.Para ser franca, estaba muy sorprendida con Vik. Creí que él cuidaría de Cameron, que le daría todo su amor, pero lo hacía de una mejor forma de lo que yo esperaba. Y gracias al cielo existía el extractor de le.che materna, porque yo dormía casi toda la noche mientras él, con insomnio, decía que era preferible hacer algo bueno en medio de eso, cuidar al nene, en tanto yo descansaba. Me preocupaba que no durmiera, pero también apoyaba bastante.Hace unos días salimos de Hiraeth con destino a Estados Unidos como parte de un viaje oficial de Estado para participar, Vik, en una cumbre internacional. No se suponía que Cameron fuese con nosotros, pero era un bebé demasiado pequeño para estar lejos de mí por tanto tiempo, y teníamos
THOMAS¿Cómo mantienes la línea entre el trabajo y la vida privada?Constantemente me hacía esta pregunta desde hacía un tiempo, cuando mis sentimientos pasaron de ser los de un simple escolta a un chico que se preocupa por otro. No tenía claro si esto era bueno o malo, y jamás fui penalizado por ello, pero me inquietaba que la persona de la que yo cuidaba pareciese hundirse cada vez más y más en una espiral de desesperación.Lo recordaba con claridad. Unos meses atrás, el señor recibió una llamada desde casa que anunciaba que su mejor amigo, y la pareja de este, se fueron de improviso del Palacio en medio de su viaje de vacaciones mientras él atendía un compromiso relámpago por fuera.Por eso estábamos aquí, escapando de nuevo del protocolo formal, para ver qué había pasado. No me daba muy buena espina, pero las órdenes de Su Majestad eran absolutas y, tras lo sucedido a la señorita Miller dos años atrás, todos nos esforzábamos porque estuviera lo más cómodo posible.Se escuchó el to
CAMERONTenía una concepción de mi propia vida y de la realidad bastante diferente a lo que muchos esperarían de mí. Si la Reina Victoria estuviera viva, probablemente me habría condenado al paredón hace mucho. Yo no poseía la tradición en mis venas como mis familiares lejanos, los Windsor, ni las ansias de hacer todo bien como mis otros parientes, los Bernadotte.Solo era un chico que creaba su propia concepción de la realeza, una no tan ruda y cruda como todas las demás, una más realista, porque así había crecido, enfrentando una y otra vez la realidad y, para ser sincero, entre el país y mi familia, elegiría diez millones de veces a mi familia. Solo por eso era un mal Rey, pero el único al que podían darle el trabajo.El resto de mi familia estaba hecha pedacitos: el tío Jacob muer.to, mis otras tías alejadas, porque no es como que desarrollaron buenos sentimientos por mí de la noche a la mañana, aunque sí existía cierto acercamiento, no lo negaré; los hijos de Jacob y su esposa se
DONOVAN¿Quién se cree que es?Recuerdo haberme hecho esa pregunta muchas veces en el pasado, y es que a veces nos hacemos suposiciones equivocadas de las personas, y nos alejamos sin darles la oportunidad de darse a conocer.Bueno, no es como que él quisiera que nadie lo conociera, pero se entiende.Para empezar, quizás debería presentarme. Soy Donovan Ford, y cuando todo este pequeño desastre comenzó tenía… ¿diecinueve años? Maldición… yo sí que era un idiota.Por aquel entonces acababa de terminar la escuela técnica de oficiales y, aunque sabía bien qué quería hacer con mi vida, me vi obligado a postergar mis planes por más o menos un año, pues mi madre enfermó y, al ser el hijo menor y estar más «desocupado», pensé que lo mejor sería cuidar de ella.—¿Estás seguro que quieres ir ahí, Dony? Sé que tienes excelentes calificaciones y todo, ¿pero no es un poco peligroso estar tan cerca de Su Majestad? —preguntó mi madre un día, al verme sostener mi carta de aceptación en la Guardia Re
DONOVANDespués de eso, contrario a mis deseos, una pared se construyó entre Thomas y yo, y no tenía ni idea de cómo derribarla.Es que él era tan serio, tan correcto, tan regañón. ¡Vamos! Entendía que estábamos trabajando, ¿pero acaso no podía reírse ni un poquito?Antes de darme cuenta, la Reina decidió que su hijo debía salir a explorar el mundo, y lo envió a estudiar a diferentes lugares, siendo Estados Unidos el primer destino. Tom y yo fuimos asignados como parte de la escolta que solía acompañarlo a la escuela y, quizás porque estábamos lejos de casa, el castaño se volvió más severo.—Tienes que dejar de distraerte, Donovan. No puedes perder al señor de vista ni un solo segundo. Nunca se sabe qué podría pasar.Aquel regaño me supo crudo, en especial porque habíamos tenido un día largo persiguiendo a Su Majestad, quien decidió que era buena idea dar vueltas por ahí de camino al departamento en el que se alojaba, y los dos estábamos bastante cansados.—No me distraigo. Cálmate, ¿
DONOVANCuando llegó la hora de dormir, sentía que me estaba quemando y muriendo de frío a la vez, pero no le hice mucho caso y solo me metí en el saco de dormir y me acurruqué, cerré los ojos y pensé que dormiría como un bebé, como siempre… pero no.Más o menos noventa minutos más tarde, en medio del silencio en el que solo escuchaba la brisa y sentía un tremendo frío, no pude contener más mis dientes, y pequeños siseos comenzaron a oírse, seguidos del repiqueteo de mis piernas.Dios… no podía dejar de temblar. Por más que me apretaba en mí mismo, no podía dejar de hacerlo. Tenía frío, me mo.ría de frío.—Donovan… Don, ¿estás bien?De repente, el saco a mi lado se movió, y una pequeña luz iluminó la tienda, dejándome ver de refilón la cara de un adormilado Tom que, de no ser porque me sentía horrible, grabaría en mis memorias con celo.—Yo… yo…. y… o…No pude articular palabra porque el traqueteo de mis dientes no me lo permitía, y creo que eso fue lo que lo puso en sobre aviso. Ense
GIANNACuando escuché aquellas palabras, mi mundo dio un vuelco, y el susto me llenó.—¡Gianna, estás despedida! ¡Sal de aquí ahora mismo! —gritó Bruno, el gerente del bar en el que había trabajado por los últimos seis meses.Su grito me removió todo por dentro, y volví a ser esa ni.ña a la que sus padres reprendían a voluntad.Sin embargo… mi salvador, mi príncipe azul, vino a mí al instante.—Entonces, ven y trabaja para mí… no necesitas seguir en este bar cutre de mala muerte.• •Todo comenzó más temprano esa misma tarde, cuando llegué diligente al trabajo justo después de que las clases terminaran. Empecé mis labores tras ponerme el uniforme, y todo fue tal cual una típica noche de jueves.Hasta que él apareció.Lo vi entrar al bar desde el otro lado del local porque, ¡¿cómo no hacerlo?! Era el hombre más alto que había visto en mi vida… medía casi dos metros, o quien sabe si más, y su rostro parecía cincelado por el mejor de los artistas.Yo no era de enamorarme de desconocidos