GIAVik era un tipo raro en toda regla.Lo notaba de muchas maneras. Primero, triste, y eso lo asocié con la muerte de Peter, pero también parecía ansioso y hasta medio complacido.Eso último tal vez tenía que ver con lo que pasaba ahora.Eran poco más de las siete de la noche cuando el auto salió del Palacio. En él íbamos Donovan, quien conducía, Tom, en el asiento del pasajero, y Vik y yo en la parte trasera.El ambiente era silencioso al principio, aunque yo tenía mil cosas en mente.—Sabía que no podías dejar tu tarjeta de crédito en manos de una desconocida. Eres muy predecible —declaré confianzuda y me crucé de hombros con la vista al frente.Él soltó una risilla y un respingo.—¿De verdad piensas que voy contigo solo por eso?—¿No es obvio?Vik negó con la cabeza, fingiendo cansancio.—¿Y si lo que quiero es verte mientras compras y te diviertes?Enseguida arrugué la cara con cierto asco y lo miré con el cejo agudo.—Eso lo hace todavía más perturbador… Eres un pervertido de cl
GIAQue Vik pareciera no creerme no era sorprendente como tal porque, para ser franca, ni yo entendía de dónde había sacado ese dato, ¿o sí?Quizás solo se me chispoteó.Solté un respingo y negué con la cabeza.—Es algo bastante específico para tratarse solo de una casualidad —dijo él.Aquello me hizo sentir de golpe como si fuese sospechosa de un crimen y ese hombre el detective que me interrogaba.—Sí… supongo que sí, pero, créeme, no sé de dónde salió. Mentiría si te dijera que sé de qué parte de mi cabeza saqué semejante conjetura —comenté y me encogí de hombros.Él dudó por unos segundos más, pero al final decidió dejarlo de lado.—Bueno, ella tiene razón. Escogeré el azul naval porque es mi color favorito —comentó el pelinegro.Redford asintió con la cabeza.—Perfecto, Majestad, el resto de su traje estará listo en el plazo de una semana.El gerente de la tienda se fue, y nosotros nos dirigimos hacia la caja, donde saqué la tarjeta de Vik y me dispuse a dársela.—No, hazlo tú, a
GIAEl pelinegro tardó otro par de segundos en procesar mis preguntas, y enseguida negó con la cabeza.—Para nada —contestó de una forma que me pareció tajante, e incluso sentí aspereza y recelo en su tono.»No te traje aquí para que seas mi dama de compañía, para que tengas se.xo conmigo cada que quiera ni nada parecido. Si hubiese querido solo acostarme contigo, ¿no piensas que habría buscado la forma de convencerte y hacerlo en San Francisco?Arrugué la cara ante su cuestión, pero, si bien una parte mía pensaba que tenía razón, la otra se negaba a aceptar ese tipo de respuesta, pues necesitaba un motivo.Al principio, para ser sincera, vine aquí porque pensé que no me quedaba de otra, pero también por la aventura.Pude tratar de ir a otro lugar de Estados Unidos y buscar trabajo como camarera, pagar un hotelucho de mala muerte y ver qué hacía con mi vida; sin embargo… estaba cansada de eso. Cansada de solo sobrevivir, de trabajar como loca para darle la mitad del dinero a mis padre
GIANNAUn par de días más tarde, ya había recibido dos lecciones de neerlandés y, aunque mi pronunciación era un asco, podía presentarme y las normas de cortesía, así como los títulos nobiliarios en ese idioma, porque se suponía que debía referirme a la madre de Vik y a su hermana como «Alteza Real» o «Koninklijke Hoogheid», y a su padrastro «Excelencia» o «Excellentie».—Majestad, ya terminé de aprenderme el protocolo y la agenda para el evento de la conmemoración —dije con calma en inglés.En el despacho de Vik solo estábamos los dos. Él escribía con calma en su computadora, en tanto yo, en el sillón del área de estar, estudiaba cronograma tras cronograma en una tablet. Nadie dijo que este trabajo sería sencillo.El pelinegro, que vestía de traje oscuro de dos piezas, detuvo sus dedos y se fijó en mí.—Justo a tiempo.—¿Cuál será mi papel en todo esto? —pregunté, pues no me quedaba nada claro.—Estarás conmigo en todo momento. Tanto cuando salgamos de aquí, en la ceremonia de las fl
GIANNAApreté los labios, medio dolorida por mi propia certeza, y me arreglé el cabello antes de soltar un respingo.—Hijo, esta es Rosemarie Orleans, la quinta hija del Duque de Orleans de Francia. Tiene veintitrés años y vino hoy aquí especialmente para conocerte.La voz de la Reina Madre era muy firme, y daba a entender que tenía mucho carácter. Quizás de ahí había sacado Vik lo suyo.Pero… ¿Rosemarie?De repente, el mundo subió y bajó para mí cuando me di cuenta de que no era la tan mentada Abby. Por esa parte era genial; sin embargo, la presencia de esta chica aquí solo significaba una cosa: matrimonio.Vik era un Rey soltero de veintiséis años, después de todo.El corazón se me volvió a apretujar y suspiré por lo bajo, notando cómo el pelinegro ladeaba la cabeza con ligereza.—¿Conocerme? ¿Cómo para qué? —preguntó él sin ninguna emoción particular.Me orillé apenas para distinguir el cambio en la expresión de la señora, que frunció el cejo sin disimulo y apretó los labios.—Te e
CAMERONAlguna vez fui feliz en mi pasado… fue corto, pero bonito, de los mejores momentos de mi vida. Atesoraba ese sentimiento en mi interior con mucho recelo, como si de verdad lo fuese todo para mí porque, para ser francos, era mínimo, importante y doloroso.La imagen en mi mente de sus risas, de su precioso mirar tranquilo en las mañanas, de su melena rojiza y ese sentimiento de paz que jamás había experimentado antes me dijeron que ese era mi lugar en el mundo. El eco de su felicidad, de nuestros buenos e incluso malos momentos, la convivencia.Ella era para mí, yo era para ella. Ese era mi destino. Ser quien yo quisiera era mi destino.O eso pensaba.—Abby… —murmuré sin poder evitarlo en medio de aquella ensoñación.Mientras veía su silueta alejarse, el corazón en mi pecho se contrajo con absurdo dolor.¿Por qué me hizo eso? ¿Por qué se fue? ¿Por qué me dejó solo? ¿Acaso no sabía lo que de verdad era para mí? ¿Por qué se fue sin decir nada y jamás volvió?El mundo no era injust
GIANNANo era estúpida, o al menos no me consideraba así. ¿Qué yo era especial por el trato y blablablá? ¡Claro que era especial! ¡Era Gianna Adelaide, una hermosa, valiente y fuerte mujer de casi veintinueve años que se buscaba la vida! Sin embargo, mi propia percepción personal no contaba aquí, no en esta situación tan propia de una novela romántica.—¿Entonces? —inquirí al encontrar silencio.Vik se acomodó de nuevo de costado y soltó un respingo.—Solo he salido con tres chicas en toda mi vida, y nada de eso terminó bien.—¿Qué quieres decir?—Fui engañado, engañado y dejado, en ese orden. Al parecer es llamativo salir con un Rey solo por diversión. —Él se encogió de hombros.—¿Alguna de ellas te marcó?—Todas ellas me marcaron. Aprendí que sea quien sea de quien me enamore, probablemente todo termine mal. Sin embargo, no tengo una fijación contigo. Sí, tienes el tipo de personalidad de las chicas que me gustan, eso lo he aprendido en estos días de conocerte, pero aquí en Hiraeth.
CAMERONVivía en un mundo donde mi vida privada y profesional no tenían distinciones, y lo detestaba, pero era la clase de realidad en la que me había tocado crecer.Si tuviera que pensar en el pasado y el ahora, ¿cuándo fui feliz? Quizás solo un poco, unos segundos, unos pequeños instantes, y lo extrañaba… añoraba tanto poder volver a tocar la felicidad con mis propias manos, sentirla y abrazarla, hacerla mía y nunca dejarla ir de nuevo.No obstante, ¿en qué clase de persona me convertiría eso?—Majestad, aquí tiene. —Laila me mostró una bandeja con una simple pastilla blanca que me hizo resoplar.La tomé con la zurda y la ingerí sin más. No las tomaba siempre, no dependiendo de lo que ordenara el doctor; incluso podía pasar dos o tres días sin ellas después de largas semanas, pero ahora era diferente. Acababa de perder a alguien importante en mi vida, y muchos problemas se me vinieron encima de golpe.En el instante en el que la píldora pasó por mi garganta, suspiré.—Gracias —murmu