CAMERONUna de las mucamas sirvió el té para Gregori y para mí, y ella y Thomas salieron del despacho. Sabía que Tom se quedaría en la puerta por si lo necesitaba, pero todos confiábamos en este hombre que ahora se sentaba en el sofá frente a mí, por lo que no importaba que estuviésemos en soledad.—Cameron, de verdad lamento lo que le pasó a tu hombre… sé que has desarrollado un cariño especial por las personas que trabajan a tu alrededor —dijo él con voz calma.—Gracias, yo… lo siento mucho por su familia, para ser francos, y… —dudé, arrugando un tanto el cejo.—Está bien, no necesitas decirlo.Él se sonrió y negó con la cabeza.—Nuestro pueblo está inquieto, pues temen que se repita contigo lo que le sucedió a tu padre.Fruncí el cejo con ligereza. Recordar la muerte de mi padre… Aquel día era confuso, pero a la vez bastante claro en mi mente.—¿Sabes quién lo hizo? —inquirí para dejar lo anterior de lado.Gregori asintió con la cabeza.—Su nombre es Markus Resse. Tiene cuarenta añ
CAMERONLa sorpresa caló en mí y me dejó en blanco por unos segundos, frío, y necesité empujarme para recuperar la compostura.—¿Cómo…? ¿Para qué querría ella venir aquí? —inquirí en voz alta.Por un momento incluso olvidé que Gregori estaba ahí, y que se suponía que le hablaba de la Reina Madre al Primer Ministro, por lo que se esperaba que mantuviera la compostura y el respeto.—Probablemente solo quiere saber cómo te encuentras, Cameron. Es un gesto muy común si eres madre de un hombre al que acaban de intentar asesinar. Además, el suceso está teniendo repercusión a nivel mundial. No puede solo dejarlo pasar.Resoplé con fuerza y chasqué con la lengua.—Maldita sea… —espeté en inglés sin poder evitarlo y me mordí el interior de la boca.Gregori me miró con curiosidad por unos segundos. Para todos era más que obvio que no quería que mi madre llegase aquí; sin embargo, él era el único que desconocía la real razón con total certeza.O eso creía yo por entonces.—Como sea, será necesar
CAMERONNo podía revelar mis verdaderos colores delante de Gia, ni dar a entender que de verdad me preocupaba el hecho de que mi madre viniera tan de buenas a primeras al Reino.Esto no era coincidencia, y yo lo sabía bien.Después de que Gia se marchó, Thomas entró a mi despacho con la cara medio larga y muy pensativo.—Cierra y ven aquí —dije, esta vez en japonés.Era un idioma que solo mis guardias de confianza dominaban, pues fueron quienes me cuidaron cuando tuve que ir a estudiar por un año allá.La sola mención en ese idioma lo hizo ponerse más serio.Él se sentó en uno de los sillones libres, y yo en el sofá.—Señor, ¿no sería mejor si omitimos la existencia de la señorita Adelaide mientras su madre está en el Reino?Negué con la cabeza.—Es imposible, Tom. El solo hecho de que quiera venir, y de que lo haga incluso más de diez días antes de la conmemoración, implica que sabe de su existencia.»Puede haber sido mi tío, o cualquier rumor de pasillo, pero esa no es una opción.É
GIAVik era un tipo raro en toda regla.Lo notaba de muchas maneras. Primero, triste, y eso lo asocié con la muerte de Peter, pero también parecía ansioso y hasta medio complacido.Eso último tal vez tenía que ver con lo que pasaba ahora.Eran poco más de las siete de la noche cuando el auto salió del Palacio. En él íbamos Donovan, quien conducía, Tom, en el asiento del pasajero, y Vik y yo en la parte trasera.El ambiente era silencioso al principio, aunque yo tenía mil cosas en mente.—Sabía que no podías dejar tu tarjeta de crédito en manos de una desconocida. Eres muy predecible —declaré confianzuda y me crucé de hombros con la vista al frente.Él soltó una risilla y un respingo.—¿De verdad piensas que voy contigo solo por eso?—¿No es obvio?Vik negó con la cabeza, fingiendo cansancio.—¿Y si lo que quiero es verte mientras compras y te diviertes?Enseguida arrugué la cara con cierto asco y lo miré con el cejo agudo.—Eso lo hace todavía más perturbador… Eres un pervertido de cl
GIAQue Vik pareciera no creerme no era sorprendente como tal porque, para ser franca, ni yo entendía de dónde había sacado ese dato, ¿o sí?Quizás solo se me chispoteó.Solté un respingo y negué con la cabeza.—Es algo bastante específico para tratarse solo de una casualidad —dijo él.Aquello me hizo sentir de golpe como si fuese sospechosa de un crimen y ese hombre el detective que me interrogaba.—Sí… supongo que sí, pero, créeme, no sé de dónde salió. Mentiría si te dijera que sé de qué parte de mi cabeza saqué semejante conjetura —comenté y me encogí de hombros.Él dudó por unos segundos más, pero al final decidió dejarlo de lado.—Bueno, ella tiene razón. Escogeré el azul naval porque es mi color favorito —comentó el pelinegro.Redford asintió con la cabeza.—Perfecto, Majestad, el resto de su traje estará listo en el plazo de una semana.El gerente de la tienda se fue, y nosotros nos dirigimos hacia la caja, donde saqué la tarjeta de Vik y me dispuse a dársela.—No, hazlo tú, a
GIAEl pelinegro tardó otro par de segundos en procesar mis preguntas, y enseguida negó con la cabeza.—Para nada —contestó de una forma que me pareció tajante, e incluso sentí aspereza y recelo en su tono.»No te traje aquí para que seas mi dama de compañía, para que tengas se.xo conmigo cada que quiera ni nada parecido. Si hubiese querido solo acostarme contigo, ¿no piensas que habría buscado la forma de convencerte y hacerlo en San Francisco?Arrugué la cara ante su cuestión, pero, si bien una parte mía pensaba que tenía razón, la otra se negaba a aceptar ese tipo de respuesta, pues necesitaba un motivo.Al principio, para ser sincera, vine aquí porque pensé que no me quedaba de otra, pero también por la aventura.Pude tratar de ir a otro lugar de Estados Unidos y buscar trabajo como camarera, pagar un hotelucho de mala muerte y ver qué hacía con mi vida; sin embargo… estaba cansada de eso. Cansada de solo sobrevivir, de trabajar como loca para darle la mitad del dinero a mis padre
GIANNAUn par de días más tarde, ya había recibido dos lecciones de neerlandés y, aunque mi pronunciación era un asco, podía presentarme y las normas de cortesía, así como los títulos nobiliarios en ese idioma, porque se suponía que debía referirme a la madre de Vik y a su hermana como «Alteza Real» o «Koninklijke Hoogheid», y a su padrastro «Excelencia» o «Excellentie».—Majestad, ya terminé de aprenderme el protocolo y la agenda para el evento de la conmemoración —dije con calma en inglés.En el despacho de Vik solo estábamos los dos. Él escribía con calma en su computadora, en tanto yo, en el sillón del área de estar, estudiaba cronograma tras cronograma en una tablet. Nadie dijo que este trabajo sería sencillo.El pelinegro, que vestía de traje oscuro de dos piezas, detuvo sus dedos y se fijó en mí.—Justo a tiempo.—¿Cuál será mi papel en todo esto? —pregunté, pues no me quedaba nada claro.—Estarás conmigo en todo momento. Tanto cuando salgamos de aquí, en la ceremonia de las fl
GIANNAApreté los labios, medio dolorida por mi propia certeza, y me arreglé el cabello antes de soltar un respingo.—Hijo, esta es Rosemarie Orleans, la quinta hija del Duque de Orleans de Francia. Tiene veintitrés años y vino hoy aquí especialmente para conocerte.La voz de la Reina Madre era muy firme, y daba a entender que tenía mucho carácter. Quizás de ahí había sacado Vik lo suyo.Pero… ¿Rosemarie?De repente, el mundo subió y bajó para mí cuando me di cuenta de que no era la tan mentada Abby. Por esa parte era genial; sin embargo, la presencia de esta chica aquí solo significaba una cosa: matrimonio.Vik era un Rey soltero de veintiséis años, después de todo.El corazón se me volvió a apretujar y suspiré por lo bajo, notando cómo el pelinegro ladeaba la cabeza con ligereza.—¿Conocerme? ¿Cómo para qué? —preguntó él sin ninguna emoción particular.Me orillé apenas para distinguir el cambio en la expresión de la señora, que frunció el cejo sin disimulo y apretó los labios.—Te e