Los Ángeles - California.
—¿¡En dónde estás m*****a mujer!?
Escucha que grita su esposo. Se estremece al darse cuenta que será una noche terrible para ella.
“Debí huir antes”. —se lamenta.
Para Mía Goth, su matrimonio no era un cuento de hadas.
Su esposo no era el príncipe azul que esperaba tener a su lado.
La casa que debía ser su castillo, se convirtió en una prisión.
Dylan Sprouse, había sido su mejor amigo desde la infancia, en la universidad, pero después de casados, algo cambió, se convirtió en su verdugo.
Sus negocios empezaron a decaer, se asoció con personas tramposas y debido a ello, poco a poco se fue hundiendo en el alcohol, llegando a casa tan tomado, que desquitaba su rabia en Mía.
Ya han pasado tres años, las esperanzas de Mía por que él cambiara se esfumaron, ni el nacimiento de su primer hijo lo motivo a dejar el vicio, reponerse de la mala racha y empezar de nuevo.
Tenía todo listo para huir, las maletas, los boletos y a donde llegar. Tan solo debía esperar que ese hombre llegara y callera desmayado, solo así su escape tendría éxito.
Pero ese hombre claramente se está volviendo loco.
Se levanta a toda prisa, se coloca los zapatos y se va al cuarto de su pequeño, sosteniendo una vara de metal, que por primera vez, está dispuesta a utilizar.
—¡No me hagas ir por ti o te arrepentirás!
Ve a su pequeño en la cama que empieza a moverse debido a los gritos.
Cierra los ojos por unos segundos, tratando de concentrarse, buscar una solución rápida.
Abre los ojos decidida, tiene que huir ya.
Por lo que rueda con mucho esfuerzo el gavetero de su pequeño para bloquear la puerta.
Agarra el bolso que preparo colocándolo en su espalda, carga a su pequeño con mucho cuidado de no despertarlo y lo coloca en la pechera.
Teniendo cuidado de no hacer ruido, sale por la ventana, por suerte, esa parte no es muy alta, por lo que no sufrirá daño alguno al caer.
Una vez que salta, se sacude rápido y corre con todas sus fuerzas, si la descubre huyendo, será peor para ella y muy posiblemente para su bebé.
—¿A dónde crees que vas? ¡Perra desgraciada!
Escucha que grita a sus espaldas.
Abraza a su hijo sin dejar de correr, sus piernas arden debido al esfuerzo por alejarse del ogro que tiene por esposo.
Pide al cielo que le de fuerzas para resistir y que no la atrape.
New York
Gerard Walker, aunque no es el hombre más importante, no le ha ido para nada mal en el mundo empresarial.
Tiene una gran red de hoteles, no solo en el país, sino también en el exterior, propagándose más rápido de lo que el mismo esperaba.
Para Gerard no hay imposibles, lo que él quiere lo obtiene, poniéndolo bajo la lupa de muchos hombres importantes que desean una asociación y mujeres que no pierden tiempo para insinuársele.
No solo le va bien en el trabajo, no se queja de la familia que le toco sino también de su hermosa prometida, Vivian Gardner, que ha estado a su lado desde el día uno de ese proyecto ambicioso, que muchos pensaban era solo un sueño y ahora es una realidad.
Después de una larga jornada de trabajo, decide cancelar la última cita y regresar temprano a casa, de ese modo, sorprender a su novia con una propuesta, que él sabe, ella lleva esperando desde hace mucho.
Abre con cuidado la puerta de la casa, por la hora, supone que debe estar en el cuarto viendo alguna película, por lo que se va a la cocina, sirve dos copas de vino y se dirige a la habitación.
Cuando está a punto de girar la manilla, escucha unos ruidos extraños que lo hacen detener.
Niega lentamente sacudiendo sus pensamientos, “tan solo es una película”, piensa.
Abre la puerta y al dar un paso al frente ve la escena que se desarrolla en su cuarto, en su cama, con su mujer y el que creía mejor amigo.
Las copas se resbalan de sus manos, advirtiendo a la pareja de amantes del recién llegado.
—¿Qué significa todo esto?
Gerard no puede creer lo que ve, se niega a que las dos personas más importantes en su vida, después de su familia, lo hayan engañado de esa manera.
—Amigo, déjame explicarte —Leonard se levanta de un salto, vistiéndose lo más rápido que le es posible.
—¿Amigo? ¿Todavía tienes el descaro de llamarme amigo? —su labio inferior tiembla y sus manos se cierran en puño— desaparezcan de mi vida los dos o lo pagaran caro.
Gerard sale de la casa escuchando los gritos desesperados de la mujer que amo por tantos años y la que estuvo a punto de pedirle matrimonio.
“No volveré a enamorarme, nunca más. Lo juro”.
Sale de la propiedad en su Lamborgini a toda velocidad, sin importarle el riesgo que corre al conducir de ese modo.
Seis meses después. —Buenos días, ¿Cómo amanece el príncipe de esta casa? Sofi entra en la cocina seducida por el rico aroma del café recién hecho, una de las ventajas que tiene al tener a Mía en su casa. —Buenos días Sofi, él está con unas energías repotenciadas, parece una licuadora endemoniada, no pensé que los dos años fueran así. Quisiera tener sus energías, las necesito. —Supongo que cada etapa tiene sus desafíos. Sofi se encoge de hombros, para ella, Chris es un niño adorable. Se sirve una buena tasa y se sienta junto a su amiga, notando el periódico abierto en la sección de empleo. —¿Buscando empleo? —Chris ya tiene dos años, aunque esta pequeño, ya debo soltarlo y dejarlo en una guardería, necesito trabajar para poder darle todo lo que necesite, sobre todo el próximo año que entra a la escuela. —No te sientas presionada, con tu marido es suficiente, Chris también necesita una madre sana y fuerte. Se queda pensando en lo que dice su amiga, tiene razón, tan solo nec
Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir. Mía se sentía muy nerviosa, Sofi le estuvo contando un poco sobre su nuevo jefe y lo mujeriego que es, algo que la descontrolo un poco, ya que le tocara lidiar con sus amantes y al ser un hotel, no quería ni imaginar a lo que se enfrentaría. Por otro lado, Gerard no dejaba de pensarla. Por primera vez en mucho tiempo soñó con una chica y esa chica es su nueva asistente. En dos oportunidades le toco levantarse y darse una ducha. Esperaba que sea lo que le estuviera pasando acabara pronto. Para cuando llega a su oficina, la encuentra trabajando con una nueva montaña de carpetas en el escritorio. —Buenos días. Saluda al pasar frente a ella, sigue a su oficina dejando la puerta abierta para ella. Deja su maletín en su lugar y se sienta, viéndola a ella entrar. Sin poder evitarlo detalla su caminar, la forma en que sus caderas se mueven, en como su blusa de ceda rosa se ajusta a su cuerpo dejando un escote que lo invita a pecar. —Señor,
Por la forma de reaccionar de Mía, supone de quien se trata. Gerard se pone al lado de ella mostrándole su apoyo, aunque no debería. —Tengo seis meses buscándote y al fin te encuentro —da un paso hacia ella. Mía retrocede dos pasos y Gerard se interpone entre los dos, colocándole un claro limite al extraño. El personal de seguridad se prepara para defender a su jefe en caso de que lo necesite. —Soy Dylan Sprouse, su esposo y el padre del niño —se presenta recalcando la palabra esposo. —Gerard Walker, el hombre que no le conviene tener de enemigo, por lo que le sugiero que se aleje de ella —le advierte. —¿Así que por él fue que me abandonaste? Eres una perra desgraciada —intenta llegar a ella nuevamente. Gerard hace una seña a sus hombres, indicándole que intervenga. Dylan es sometido en cuestión de segundos, llevándoselo lejos. Gerard se fija que se han acumulado varias personas intentando averiguar que sucede, por lo que toma a Mía del brazo y la lleva adentro. La nota asus
La semana pasa con tanta calma que perturba a Mía. Es primera vez que hace un contrato de ese tipo con un hombre y si además está su actual esposo buscando la forma de acercarse a ella.No la calma para nada, a pesar de que Luca no se despega de ella en lo absoluto cuando esta fuera del hotel. Para Gerard es un reto para su autocontrol. Lo habitual es que al mismo instante en que se firma el contrato, empieza hacer uso de sus derechos, pero el solo saber que ella no será cualquier amante, sino que sus padres la van a conocer, lo obliga a tomarse las cosas con más cuidado, no puede arruinarlo. Gerard se pone de pie y camina hacia la puerta, se detiene justo antes de girar la manilla, sabiendo que del otro lado se encuentra ella. “Deja de comportarte como un crio, ella no será diferente a las demás” —piensa para sí, tratando de controlarse. “Hoy es un buen día para ir al club, quizás solo necesite relajarme”. Gira el pomo, poniendo en alerta a Mía, la cual se pone de pie mirándol
Al despertarse, Gerard le envía un mensaje a Mía pidiéndole encontrarse para desayunar y con una petición particular. Deja el teléfono a un lado y se dirige al baño, deseando estar frente a ella y ver su expresión en cuanto lea el mensaje. Mía se despierta por la alerta del teléfono, se obliga abrir sus ojos y al darse cuenta de quién es el mensaje, el sueño se esfuma enseguida. “Te espero para desayuna. Viste con un vestido cómodo y corto. Importante: no te pongas nada abajo”. Mía leyó incrédula más de una vez el mensaje, no podía creer semejante petición, sin embargo, debía obedecer. Incomoda y sonrojada, se dirige a casa de su jefe. Por un pasillo que conecta por ambas casa, la ama de llaves la guía por todo el recorrido hasta dejarla en el comedor de la casa principal, donde ya Gerard se encuentra esperándola. —Buenos días, Mía —detalla el vestido floreado acampanado que lleva puesto— siéntate, vamos a desayunar. —Buenos días, señor. Obedece y segundos después, entran dos
La aludida se levanta de un salto al escuchar su voz, corre hacia él y lo abraza. Aunque siente su rechazo, busca de besarlo. —Tenemos mucho de qué hablar, sé que la última vez las cosas no terminaron bien, pero ya es momento de sentarnos como personas adultas y solucionar los problemas por el bien de nuestra relación. —No tenemos ninguna relación… —Ger, mi amor, ven conmigo —lo interrumpe colocando el dedo índice sobre sus labios— hablemos, luego podrás irte si así lo quieres. Gerard lo piensa por unos segundos, cediendo finalmente. Aunque lo niegue, aun siente algo por ella y es natural, después de tantos años como pareja, el amor no se arranca del corazón de la noche a la mañana. La toma del brazo y se la lleva a un lugar privado, donde podrán conversar sin interrupciones. Su madre lo ve decepcionada, imaginando el peor escenario posible, hasta que recuerda a Mía a su lado sin saber que decir para excusarlo. Mía siente la mirada de las mujeres a su alrededor. Si ella fuera re
Después de lo sucedido con Vivian, las cosas han estado raras entre Mía y Gerard. Ambos se limitan a conversar sobre trabajo y nada más. Dejando ese segundo compromiso a un lado, para Mía es un alivio, para Gerard una tortura.Por seguridad, Gerard ha hecho que Mía llegue con él al trabajo y cuando se va antes, dos hombres la escoltan hasta dejarla en casa, permaneciendo uno con ella a las afueras para evitar que Dylan se acerque.Por otra parte, Mía no soporta como los empleados la ven ni las insinuaciones que le lanzan cuando tienen oportunidad.—Apenas está empezando la semana y siento que ya no puedo más, nunca imagine que trabajar aquí sería tan agotador, espero que por lo que va de mes no tengamos más eventos en el hotel —se queja Mirna, una de las más jóvenes.—No todas tenemos la suerte de algunas —Josemin ve de soslayo a Mía— de ser la mujer del dueño y hacer lo que queramos.Mía se tensa al escuchar el comentario y la forma tan despectiva como la ven.—Sera mejor que dejen l
Mía se queda anonada, perdida en su mirada tras esa promesa que le ha llegado a su corazón de una forma indescriptible.Unos toques en la puerta los obliga a separarse, Mía se pone de pie limpiando su rostro en un esfuerzo de aparentar que nada a ocurrido.—Disculpe señor —entra Peter a la oficina con varias carpetas en mano— estos documentos están listos para ser firmados.—Gracias, en cuanto estén listos, Mía te los hará llegar. Peter nota el sonrojo de la chica y sale de la oficina sin poder evitar una sonrisa. No esperaba que ella hiciera caso a sus palabras, pero al ver como Vivian salía echa una furia y la mejilla roja, supo enseguida que no se trataba de Gerard, sino de Mía y no se ha equivocado.—¿Pasa algo con Peter? —se gira hacia ella en cuanto quedan solos nuevamente.—Nada. Solo es un buen compañero de trabajo, es el único que no me ve raro o murmura a mis espaldas —se encoje de hombros restándole importancia al asunto— ¿necesitas que te ayude con eso?—No, so