Al despertarse, Gerard le envía un mensaje a Mía pidiéndole encontrarse para desayunar y con una petición particular.
Deja el teléfono a un lado y se dirige al baño, deseando estar frente a ella y ver su expresión en cuanto lea el mensaje.
Mía se despierta por la alerta del teléfono, se obliga abrir sus ojos y al darse cuenta de quién es el mensaje, el sueño se esfuma enseguida.
“Te espero para desayuna. Viste con un vestido cómodo y corto. Importante: no te pongas nada abajo”.
Mía leyó incrédula más de una vez el mensaje, no podía creer semejante petición, sin embargo, debía obedecer.
Incomoda y sonrojada, se dirige a casa de su jefe.
Por un pasillo que conecta por ambas casa, la ama de llaves la guía por todo el recorrido hasta dejarla en el comedor de la casa principal, donde ya Gerard se encuentra esperándola.
—Buenos días, Mía —detalla el vestido floreado acampanado que lleva puesto— siéntate, vamos a desayunar.
—Buenos días, señor.
Obedece y segundos después, entran dos chicas a servirles el desayuno. Unos crepes, café y un sumo.
Mía hace un esfuerzo por comer, son tantos sus nervios que el apetito no hace acto de presencia. Además, sentir su penetrante mirada no la ayuda en nada.
—¿Siempre eres de poco comer o son solo los nervios? —le pregunta al ver lo poco que come.
—Es complicado comer cuando hay alguien que no te quita la mirada —lo ve a los ojos por primera vez, tomando un poco de valor— ¿también hay requerimientos en cuanto a la cantidad de comida a ingerir?
Gerard va a responder cuando escucha que entran sus padres, echando por tierra sus planes. Rara vez vienen a visitarlo, justo ese día deciden aparecer.
Mía nota el malestar que le genera los visitantes, no comprende que sucede por los que sus nervios aumentan, como si eso fuera posible.
—Quita esa cara, solo son mis padres. Pareces un ratón asustado.
Mía va a replicar cuando los recién llegados hacen acto de presencia en el comedor.
—Buenos días, hijo ¿Cómo amaneces?
—Buenos días, mamá —se pone de pie recibiendo a sus padres y saludarlos— papá. Les presento a mi prometida.
Ambos progenitores se ven a la cara sorprendidos, ven a la chica y luego a su hijo.
—¿¡Como que tu prometida!? —le pregunta su padre sorprendido.
—Hijo, si estas tomando esta decisión por lo que te dije, creo que me has entendido mal —interviene su madre preocupada.
Gerard extiende su mano hacia Mía, indicándole que se acerque.
—Ellos son mis padres, Félix y Melisa Walker, ella es Mía Goth —hace las presentaciones pertinentes, dejando claro su decisión.
—¿Han desayunado? Podrían sentarse con nosotros, no tenemos mucho tiempo de haber comenzado —les ofrece Mía para romper el hielo.
—Gracias querida, ya hemos desayunado. Pasamos por aquí para sacar a mi hijo a un día en familia, podrías acompañarnos si quieres, vamos al club privado de golf.
—Gerard justo me decía que quería ir a visitarlos —miente descaradamente, pensando que podrá escaparse—. Deberías ir con tus padres y ponerlos al tanto de nuestros planes, en la noche les tendré la cena lista —se muestra cariñosa y enamorada mientras le habla a su supuesto prometido.
—Nos han invitado a ambos, así que ve a cambiarte. Te espero —la libera de su agarre indicándole por dónde ir.
Una hora después, salen de casa en dirección al club de golf, los padres de Gerard en su carro, mientras que la nueva pareja en el nuevo Lamborgini de Gerard.
—¿Algo que deba saber sobre lo que me voy a encontrar al llegar allá?
—Vas a estar con las amigas de mamá, unas viejas chismosas. Te preguntaran muchas cosas, ten cuidado con lo que dices. Nada sobre tu pasado.
En cuanto llegan al lugar, Gerard toma la mano de Mía y las acompañan hasta la mesa donde estarán. Saluda a las mujeres que ya han llegado, presenta a Mía y se va a jugar.
—No pensé que lo de Vivian fuera enserio —comenta Carlota, la mujer de más edad— después de todo, se conocen desde muy jóvenes.
—Vivan podrá ser una chica muy bien preparada, pero lo que hizo, ningún hombre se lo perdonaría —Stephanie niega decepcionada— lo que no se cuida, se termina perdiendo. Además, ese rumor tenia rato rodando.
Mía se encoje en su asiento avergonzada de tal situación.
Aunque el chiste estaba bueno, era de la ex de su prometido de quien hablaban, en otras circunstancias, ya les habría dicho algo para callarlas, pero no sabia si debía o no intervenir.
Toma un poco de agua para organizar sus ideas.
—Ya ella forma parte de su pasado, fue su decisión y debemos respetarla. Para que sepan, no soy el clavo que saca a otro clavo, aunque solo el tiempo se los hará saber —interviene en la conversación tomando el papel que le corresponde— Si no es mucho pedir, podríamos hablar de otra cosa.
Las mujeres se ven entre ellas sorprendidas, mientras que Melisa la ve con otros ojos.
—Cuéntame un poco de ti, ya que vas a ser mi yerna, es justo nos conozcamos —propone, tenía mucha curiosidad, más al recordarla aterrada fuera de la oficina de su hijo— Tu apellido me suena, más no recuerdo de dónde.
—Mis padres murieron en un accidente cuando tenía apenas cinco años, solo tengo una pequeña foto. Mi tío, quien fue mi tutor me hablo muy poco de ellos. Solo supe que tenían una pequeña empresa, pero con su muerte se fue a la quiebra —se pierde en sus recuerdos, mientras que sus ojos se cristalizan, siendo ese un tema muy sensible para ella.
—Lo siento, no quería arruinarte el día —se disculpa Melisa al notar sus lágrimas.
—Aunque no los recuerdos, los extraño —se encoge de hombros tratando de no darle más importancia. Mostrarase fuerte es lo que siempre le ha funcionado.
—¿Tu tío, sigue vivo? —pregunta Stephanie tomando un poco de su café.
—¡No seas imprudente y chismosa, no ves que es un tema muy personal! —la regaña Carlota.
—Digamos que el día que fui a la universidad, él siguió su camino, ya no tenía una niña a quien cuidar —le responde pese a que no debía.
—Si todo marcha bien, como espero que así sea, aquí tendrás una familia que te apoyara siempre —Melisa sostiene sus manos, haciéndole saber que son sincera sus palabras.
Mía se siente conmovida, no esperaba que fuera así.
Los padres de Dylan nunca la trataron como parte de la familia, solo la veían como una carga más.
Luego cuando empezó a trabajar, como un banco que podían sacar dinero sin intereses, poniéndose todo peor cuando Dylan empezó con las apuestas y las bebidas.
—Hola, ¿Cómo están? Acabo de llegar de Paris y moría por venir aquí.
Carlota y Stephanie ven a Mía incomodas, mientras que Melisa le cambia por completo el semblante con solo escucharla.
—Y nosotras esperábamos no verte por aquí en un buen tiempo más —sus palabras destilan veneno—, pero veo que te falto educación aunque fuiste a la mejor universidad que un padre le puede costear a un hijo.
—¡Mel, ¿Por qué dices eso de mí?! —Vivian se hace la ofendida, sus ojos se humedecen y se deja caer en la única silla disponible en la mesa.
—¿Todavía lo preguntas? ¿Ya se te olvido lo que le hiciste a mi hijo? —se gira hacia ella conteniendo las ganas de abofetearla.
—Mel, por favor, ni que Gerard fuera un santo. Dame unos días y veras como volvemos como si nada ha pasado —asegura, muy confiada.
—Ya veremos si esta vez te funciona, para que lo sepas, ya tiene prometida —Carlota le suelta la noticia, viendo de soslayo a Mía.
—Debe ser una fulana que tiene de exhibición, no es la primera.
—Vivian, ¿qué haces tú aquí?
La aludida se levanta de un salto al escuchar su voz, corre hacia él y lo abraza. Aunque siente su rechazo, busca de besarlo. —Tenemos mucho de qué hablar, sé que la última vez las cosas no terminaron bien, pero ya es momento de sentarnos como personas adultas y solucionar los problemas por el bien de nuestra relación. —No tenemos ninguna relación… —Ger, mi amor, ven conmigo —lo interrumpe colocando el dedo índice sobre sus labios— hablemos, luego podrás irte si así lo quieres. Gerard lo piensa por unos segundos, cediendo finalmente. Aunque lo niegue, aun siente algo por ella y es natural, después de tantos años como pareja, el amor no se arranca del corazón de la noche a la mañana. La toma del brazo y se la lleva a un lugar privado, donde podrán conversar sin interrupciones. Su madre lo ve decepcionada, imaginando el peor escenario posible, hasta que recuerda a Mía a su lado sin saber que decir para excusarlo. Mía siente la mirada de las mujeres a su alrededor. Si ella fuera re
Después de lo sucedido con Vivian, las cosas han estado raras entre Mía y Gerard. Ambos se limitan a conversar sobre trabajo y nada más. Dejando ese segundo compromiso a un lado, para Mía es un alivio, para Gerard una tortura.Por seguridad, Gerard ha hecho que Mía llegue con él al trabajo y cuando se va antes, dos hombres la escoltan hasta dejarla en casa, permaneciendo uno con ella a las afueras para evitar que Dylan se acerque.Por otra parte, Mía no soporta como los empleados la ven ni las insinuaciones que le lanzan cuando tienen oportunidad.—Apenas está empezando la semana y siento que ya no puedo más, nunca imagine que trabajar aquí sería tan agotador, espero que por lo que va de mes no tengamos más eventos en el hotel —se queja Mirna, una de las más jóvenes.—No todas tenemos la suerte de algunas —Josemin ve de soslayo a Mía— de ser la mujer del dueño y hacer lo que queramos.Mía se tensa al escuchar el comentario y la forma tan despectiva como la ven.—Sera mejor que dejen l
Mía se queda anonada, perdida en su mirada tras esa promesa que le ha llegado a su corazón de una forma indescriptible.Unos toques en la puerta los obliga a separarse, Mía se pone de pie limpiando su rostro en un esfuerzo de aparentar que nada a ocurrido.—Disculpe señor —entra Peter a la oficina con varias carpetas en mano— estos documentos están listos para ser firmados.—Gracias, en cuanto estén listos, Mía te los hará llegar. Peter nota el sonrojo de la chica y sale de la oficina sin poder evitar una sonrisa. No esperaba que ella hiciera caso a sus palabras, pero al ver como Vivian salía echa una furia y la mejilla roja, supo enseguida que no se trataba de Gerard, sino de Mía y no se ha equivocado.—¿Pasa algo con Peter? —se gira hacia ella en cuanto quedan solos nuevamente.—Nada. Solo es un buen compañero de trabajo, es el único que no me ve raro o murmura a mis espaldas —se encoje de hombros restándole importancia al asunto— ¿necesitas que te ayude con eso?—No, so
Capítulo 9 Segundo plato Vivian llega a su apartamento feliz de que todo resultara como su madre lo había planeado, es cuestión de tiempo que las empleadas empiecen a esparcir la información. Al entrar, va a la cocina por una copa de vino, cuando siente que alguien está a sus espaldas. —¡Carlos, que susto me has dado! — lleva la mano a su pecho, sintiendo los fuertes latidos de su corazón. —He llegado esta mañana y no te he encontrado, te he llamado varias veces y nada que me atiendes la llamada ¿me puedes explicar qué ocurre? —le exige cruzándose de brazos. —Deja el drama que no estoy para eso en este momento —pasa por su lado restándole importancia, se sienta en uno de los muebles disfrutando de su copa— no ocurre nada, he regresado a la vida que deje hace unos meses atrás ¿acaso esperabas que lo nuestro siguiera? —Por supuesto, traicione a mi mejor amigo por ti, discutí con mis padres por nuestra relación y ahora ni se si tengo un puesto de trabajo en la
Capítulo 10Estos últimos días no han sido nada fácil para Mía, siente que hace malabares con su tiempo. Ser madre, asistente y la amante falsa de Gerard la agotan en extremo.—Buenos días amiga, anoche no te sentí llegar —Sofi entra en la cocina y se sienta en el taburete observándola caminar de un lugar a otro— ¿Qué te tiene tan ansiosa?—¿Te parece poco lo que ocurre? Dylan, mi nuevo empleo, Gerard y casi no tengo tiempo para estar con mi hijo, desde que murieron mis padres mi he hecho otra cosa que vivir al gusto de otra persona, primero fue mi tío, luego Dylan y ahora…—Gerard, lo sé. No lo has tenido nada fácil, a pesar de eso sigues de píe luchando por ti y por tu pequeño. Ya verás que al terminar ese contrato tu vida será diferente, solo resiste unos meses más. Además, ser la amante de Gerard no debe ser aburrido —Sofi mueve sus cejas de forma insinuante haciendo enrojecer a su amiga. —Con él todo es diferente, aunque Dylan fue muy cuidadoso al estar conmigo y fue muy galante
No existe una parte de su cuerpo que no le duela, en cambio a él, parece dormir como un bebe. Mía trata de soltarse de su agarre, luego siente la tentación de meterse al baño a darse una ducha, tiene su cuerpo con restos de fresas, chocolate y crema batida, pero teme que él la escuche y vuelva a seducirla. Se coloca un albornoz azul marino, recoge su ropa y con sigilo, se escabulle de la alcoba. Casi caminando de puntillas llega al pasillo que conecta con la casa que ella está ocupando, al cruzar la puerta, suelta el aire contenido. Se dirige a la cocina por un poco de agua y al encender la luz se lleva el susto de su vida. —¿Qué haces despierta a estas horas? —le pregunta tras pasar el susto. —Buscando un poco de agua —la mira de arriba abajo con una sonrisa pícara—, pero la que necesita el agua eres tú, tienes que contarme ¿Qué tal es en la cama? —¡Sofi por Dios! ¿Cómo crees que te voy a contar esas cosas? —No seas así, yo te cuento —hace un mohín intentando convencerla. Se
Desde la breve reunión con Vivian, Dylan se ha tomado muy apecho la tarea de vigilarla, tanto así, que ya aprendió de memoria su rutina diaria. De vez en cuando, se pasea por la guardería donde dejan a su hijo, repitiéndose una y otra vez que solo será cuestión de tiempo para recuperarlos a ambos. Por las noches no a echo otra cosa que ir a bares y tomar hasta perder la conciencia y para adquirir un poco de dinero, juega al póker. Sabe que si por algún motivo debe pelear la custodia de su hijo, el tipo de vida que está teniendo en este preciso momento no lo ayudara en nada. Unos toques en la puerta lo saca de sus pensamientos. —Adelante. Trata de recoger las botellas que quedan esparcidas por el lugar y abre las ventanas para refrescar un poco el ambiente. —¡Dylan, por dios! ¿Cómo puedes estar encerrado con este olor? —entra Joffre tapándose la nariz. —Si viniste a criticar o a regañarme te puedes ir por donde viniste —le deja ver que no está para broncas. —No creo que eso sea l
Todos se han ido y su mente sigue tratando de procesar lo que ese supuesto amigo de su padre le ha dicho. ¿Cómo es posible que la creyeran muerta? Es la pregunta que se hace una y otra vez. De esa época no recuerda nada, al parecer, su mente bloqueo los recuerdos, aunque estaba pequeña cuando todo sucedió, debería poder recordar algo. —¿Te sucede algo? Desde que hablaste con Nicolás has estado rara. Gerard se acerca a ella en cuanto se despide del último cliente. —Era un viejo amigo de mi papá, me ha dicho algo que no termino de comprender —le cuenta pensativa, forzando su mente a recordar algo. —¿Qué te ha dicho exactamente? —resopla cansado— eres un imán para los problemas. —No te preocupes ya te has hecho cargo de varios de mis problemas como para darte uno más —da un par de pasos alejándose de él— ¿Cómo resulto la reunión? —Disculpen —Peter los interrumpe—, jefe necesito que firme esto, deben ser enviado esta misma tarde. —Dame unos minutos —le pide a Mía—, firmo y nos va