5. Planes interrumpido

Al despertarse, Gerard le envía un mensaje a Mía pidiéndole encontrarse para desayunar y con una petición particular.

Deja el teléfono a un lado y se dirige al baño, deseando estar frente a ella y ver su expresión en cuanto lea el mensaje.

Mía se despierta por la alerta del teléfono, se obliga abrir sus ojos y al darse cuenta de quién es el mensaje, el sueño se esfuma enseguida.

“Te espero para desayuna. Viste con un vestido cómodo y corto. Importante: no te pongas nada abajo”.

Mía leyó incrédula más de una vez el mensaje, no podía creer semejante petición, sin embargo, debía obedecer.

Incomoda y sonrojada, se dirige a casa de su jefe.

Por un pasillo que conecta por ambas casa, la ama de llaves la guía por todo el recorrido hasta dejarla en el comedor de la casa principal, donde ya Gerard se encuentra esperándola.

—Buenos días, Mía —detalla el vestido floreado acampanado que lleva puesto— siéntate, vamos a desayunar.

—Buenos días, señor.

Obedece y segundos después, entran dos chicas a servirles el desayuno. Unos crepes, café y un sumo.

Mía hace un esfuerzo por comer, son tantos sus nervios que el apetito no hace acto de presencia. Además, sentir su penetrante mirada no la ayuda en nada.

—¿Siempre eres de poco comer o son solo los nervios? —le pregunta al ver lo poco que come.

—Es complicado comer cuando hay alguien que no te quita la mirada —lo ve a los ojos por primera vez, tomando un poco de valor— ¿también hay requerimientos en cuanto a la cantidad de comida a ingerir?

Gerard va a responder cuando escucha que entran sus padres, echando por tierra sus planes. Rara vez vienen a visitarlo, justo ese día deciden aparecer.

Mía nota el malestar que le genera los visitantes, no comprende que sucede por los que sus nervios aumentan, como si eso fuera posible.

—Quita esa cara, solo son mis padres. Pareces un ratón asustado.

Mía va a replicar cuando los recién llegados hacen acto de presencia en el comedor.

—Buenos días, hijo ¿Cómo amaneces?

—Buenos días, mamá —se pone de pie recibiendo a sus padres y saludarlos— papá. Les presento a mi prometida.

Ambos progenitores se ven a la cara sorprendidos, ven a la chica y luego a su hijo.

—¿¡Como que tu prometida!? —le pregunta su padre sorprendido.

—Hijo, si estas tomando esta decisión por lo que te dije, creo que me has entendido mal —interviene su madre preocupada.

Gerard extiende su mano hacia Mía, indicándole que se acerque.

—Ellos son mis padres, Félix y Melisa Walker, ella es Mía Goth —hace las presentaciones pertinentes, dejando claro su decisión.

—¿Han desayunado? Podrían sentarse con nosotros, no tenemos mucho tiempo de haber comenzado —les ofrece Mía para romper el hielo.

—Gracias querida, ya hemos desayunado. Pasamos por aquí para sacar a mi hijo a un día en familia, podrías acompañarnos si quieres, vamos al club privado de golf.

—Gerard justo me decía que quería ir a visitarlos —miente descaradamente, pensando que podrá escaparse—. Deberías ir con tus padres y ponerlos al tanto de nuestros planes, en la noche les tendré la cena lista —se muestra cariñosa y enamorada mientras le habla a su supuesto prometido.

—Nos han invitado a ambos, así que ve a cambiarte. Te espero —la libera de su agarre indicándole por dónde ir.

Una hora después, salen de casa en dirección al club de golf, los padres de Gerard en su carro, mientras que la nueva pareja en el nuevo Lamborgini de Gerard.

—¿Algo que deba saber sobre lo que me voy a encontrar al llegar allá?

—Vas a estar con las amigas de mamá, unas viejas chismosas. Te preguntaran muchas cosas, ten cuidado con lo que dices. Nada sobre tu pasado.

En cuanto llegan al lugar, Gerard toma la mano de Mía y las acompañan hasta la mesa donde estarán. Saluda a las mujeres que ya han llegado, presenta a Mía y se va a jugar.

—No pensé que lo de Vivian fuera enserio —comenta Carlota, la mujer de más edad— después de todo, se conocen desde muy jóvenes.

—Vivan podrá ser una chica muy bien preparada, pero lo que hizo, ningún hombre se lo perdonaría —Stephanie niega decepcionada— lo que no se cuida, se termina perdiendo. Además, ese rumor tenia rato rodando.

Mía se encoje en su asiento avergonzada de tal situación.

Aunque el chiste estaba bueno, era de la ex de su prometido de quien hablaban, en otras circunstancias, ya les habría dicho algo para callarlas, pero no sabia si debía o no intervenir.

Toma un poco de agua para organizar sus ideas.

—Ya ella forma parte de su pasado, fue su decisión y debemos respetarla. Para que sepan, no soy el clavo que saca a otro clavo, aunque solo el tiempo se los hará saber —interviene en la conversación tomando el papel que le corresponde— Si no es mucho pedir, podríamos hablar de otra cosa.

Las mujeres se ven entre ellas sorprendidas, mientras que Melisa la ve con otros ojos.

—Cuéntame un poco de ti, ya que vas a ser mi yerna, es justo nos conozcamos —propone, tenía mucha curiosidad, más al recordarla aterrada fuera de la oficina de su hijo— Tu apellido me suena, más no recuerdo de dónde.

—Mis padres murieron en un accidente cuando tenía apenas cinco años, solo tengo una pequeña foto. Mi tío, quien fue mi tutor me hablo muy poco de ellos. Solo supe que tenían una pequeña empresa, pero con su muerte se fue a la quiebra —se pierde en sus recuerdos, mientras que sus ojos se cristalizan, siendo ese un tema muy sensible para ella.

—Lo siento, no quería arruinarte el día —se disculpa Melisa al notar sus lágrimas.

—Aunque no los recuerdos, los extraño —se encoge de hombros tratando de no darle más importancia. Mostrarase fuerte es lo que siempre le ha funcionado.

—¿Tu tío, sigue vivo? —pregunta Stephanie tomando un poco de su café.

—¡No seas imprudente y chismosa, no ves que es un tema muy personal! —la regaña Carlota.

—Digamos que el día que fui a la universidad, él siguió su camino, ya no tenía una niña a quien cuidar —le responde pese a que no debía.

—Si todo marcha bien, como espero que así sea, aquí tendrás una familia que te apoyara siempre —Melisa sostiene sus manos, haciéndole saber que son sincera sus palabras.

Mía se siente conmovida, no esperaba que fuera así.

Los padres de Dylan nunca la trataron como parte de la familia, solo la veían como una carga más.

Luego cuando empezó a trabajar, como un banco que podían sacar dinero sin intereses, poniéndose todo peor cuando Dylan empezó con las apuestas y las bebidas.

—Hola, ¿Cómo están? Acabo de llegar de Paris y moría por venir aquí.

Carlota y Stephanie ven a Mía incomodas, mientras que Melisa le cambia por completo el semblante con solo escucharla.

—Y nosotras esperábamos no verte por aquí en un buen tiempo más —sus palabras destilan veneno—, pero veo que te falto educación aunque fuiste a la mejor universidad que un padre le puede costear a un hijo.

—¡Mel, ¿Por qué dices eso de mí?! —Vivian se hace la ofendida, sus ojos se humedecen y se deja caer en la única silla disponible en la mesa.

—¿Todavía lo preguntas? ¿Ya se te olvido lo que le hiciste a mi hijo? —se gira hacia ella conteniendo las ganas de abofetearla.

—Mel, por favor, ni que Gerard fuera un santo. Dame unos días y veras como volvemos como si nada ha pasado —asegura, muy confiada.

—Ya veremos si esta vez te funciona, para que lo sepas, ya tiene prometida —Carlota le suelta la noticia, viendo de soslayo a Mía.

—Debe ser una fulana que tiene de exhibición, no es la primera.

—Vivian, ¿qué haces tú aquí?

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