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1. El tiempo se ha acabado

Seis meses después.

 —Buenos días, ¿Cómo amanece el príncipe de esta casa?

Sofi entra en la cocina seducida por el rico aroma del café recién hecho, una de las ventajas que tiene al tener a Mía en su casa.

—Buenos días Sofi, él está con unas energías repotenciadas, parece una licuadora endemoniada, no pensé que los dos años fueran así.

Quisiera tener sus energías, las necesito.

—Supongo que cada etapa tiene sus desafíos.

Sofi se encoge de hombros, para ella, Chris es un niño adorable.

Se sirve una buena tasa y se sienta junto a su amiga, notando el periódico abierto en la sección de empleo.

—¿Buscando empleo?

—Chris ya tiene dos años, aunque esta pequeño, ya debo soltarlo y dejarlo en una guardería, necesito trabajar para poder darle todo lo que necesite, sobre todo el próximo año que entra a la escuela.

—No te sientas presionada, con tu marido es suficiente, Chris también necesita una madre sana y fuerte.

Se queda pensando en lo que dice su amiga, tiene razón, tan solo necesita juntar algo de dinero para poder pagar el divorcio y luego buscarse un lugar donde vivir con su hijo, es su prioridad en ese momento.

Los tres salen de casa, Sofi deja a Mía y a Chris en la guardería y sigue a su trabajo.

Mía ve el lugar, es hermoso y estará bien cuidado, pero separarse de su pequeño siempre le ha resultado difícil.

La recibe la encargada del lugar y la lleva al área donde estará el pequeño.

La cuidadora se acerca a Mía extiendo sus brazos al hermosos niño entre sus brazos, el cual se va feliz, emocionado por todo lo que ve a su alrededor.

—No se preocupe, su hijo estará bien, si ocurre algo la llamamos enseguida.

—Gracias, es que me resulta tan difícil…

Después de asegurarse de que su hijo estará bien.

Sale del lugar a su primera opción de trabajo. Es en una importante tienda de ropa en un centro comercial.

Conversa con la encargada y le entrega su currículo, esperando que al menos le den una oportunidad de demostrar de lo que es capaz y que no se dejen llevar por las apariencias.

Va a su segunda y última opción del día, es en un hotel de clase alta.

En cuanto cruza la puerta, se queda sorprendida por los detalles tan elegantes del lugar.

Se acerca a la recepción y explica el motivo de su visita, le indican a donde dirigirse y se va allí sin perder el tiempo.

En el último piso del gran Hotel G&W se encuentra Gerard, no puede creer que las mujeres preparadas y de buena presencia se extinguieran.

Lleva todo el día entrevistando mujeres, el trabajo se le ha acumulado y su paciencia se agotó.

—Hijo, ¿Qué es todo ese escándalo? ¿Qué hizo esa pobre chica para que la hicieras llorar?

Entra la señora Melisa viendo a su hijo molesta.

—Lo siento madre, no tengo paciencia para esto —se levanta y camina hasta su madre envolviéndola entre sus brazos.

—Además de asistente, deberías buscarte una esposa, a ver si eso te quita el mal humor que tienes.

—Ni de chiste, para el mal humor tengo otros métodos.

—Ya me entere de esos métodos, una me visito a la casa pidiéndome ayuda ya que su contrato vence en tres días —niega lentamente indignada— no lo podía creer hasta que me enseño el contrato.

Gerard aprieta los labios, no puede creer que esa mujer se atreviera, ni su ex fue tan osada.

—Hoy mismo lo resuelvo, no te preocupes.

Unos golpes en la puerta los interrumpen.

—Disculpe señor, ha llegado una chica nueva, al menos tiene buena presencia —titubea el chico frente a él.

—Por tu propio bien, espero que tengas razón.

—Deja de ser tan gruñón y trata a esa pobre chica bien, no puedes solo con todo. Nos vemos en la noche.

Le da un beso en la mejilla y sale de la oficina, dejando a su hijo trabajar.

—Hazla pasar, si llega otra, cítala para mañana o solo pídele su currículo.

Rodea su escritorio acercándose a la ventana, le encanta la vista, lo relaja en momentos como este.

—Buenos días señor, yo…

—Deja tu currículo sobre el escritorio, dime ¿Por qué debería contratarte?

Su forma tan arrogante y despectiva de tratarla hace que se ponga más nerviosa de lo que ya se encuentra.

Respira profundo tratando de organizar rápidamente sus ideas.

—Aprendo rápido, me adapto con bastante facilidad y me desenvuelvo muy bien en ambiente de alto rango, por lo que no tendrá problema conmigo en caso de que requiera mi presencia en reuniones con socios.

—¿Casada?

—Complicado.

—Sí o no.

Se gira lentamente hacia ella, sin prever que no sería su mejor decisión.

Verla parada del otro lado del escritorio, nerviosa pero determinada a salir de allí con un puesto de trabajo, además de ese no sé qué que la rodea, que lo empuja hacia ella.

Sacude un poco la cabeza desviando la mirada por unos segundos para poder recuperar la compostura.

—Separados.

Opta por responder al ver la forma en que la mira, traga grueso, desde que entro logro percibir la tensión en el ambiente, la pila de trabajo acumulado sobre el escritorio y que no es un jefe fácil de complacer.

—¿Sera un problema?

Desvía la mirada a su mano, notando que no tiene el anillo, tan solo hay una leve marca en donde estaba.

—No, me asegure de ello —baja la mirada, no logra mantenérsela— si desea, puedo quedarme el resto del día y ayudarlo con ese trabajo acumulado y luego usted decide.

Gerard ve la pila sobre su escritorio. No había pensado esa opción, por lo que no le vendría mal un poco de ayuda.

—Si para el final de la jornada ha terminado con todo eso, el puesto es suyo.

Mía se queda sorprendida, no esperaba que aceptara su propuesta ni que le pidiera que hiera toda esa montaña de trabajo en unas cuatro horas, pero daría su mayor esfuerzo.

Peter, el que había estado ayudando a Gerard, le indica a Mía todo lo que debe hacer.

Cuando se asegura que ha entendido, la deja sola. De vez en cuando pasa por su escritorio supervisándola de cerca.

Gerard, la ve por una pequeña ventana que hay al lateral de la puerta, el cual el manipula para poder ver hacia afuera sin que los que están afuera puedan verlo a él.

No la ha visto pararse ni una sola vez.

—¿Me ha llamado señor? —entra Peter nervioso.

—¿Qué tal la chica nueva?

—Aprende rápido y es eficiente, dos cosas muy necesarias aquí. Es una muy buena opción, señor.

Gerard regresa su vista a la laptop, concentrándose otra vez en el trabajo, señal para Peter salir de la oficina.

Una vez queda solo en la oficina, decide llamarla por el intercomunicador.

—Una taza de café negro, poca azúcar —cuelga sin decir nada más.

Mía se queda aturdida debido a la interrupción.

Busca rápido a Peter para que le indique donde preparar el pedido del jefe. Una vez todo listo, se lo lleva con cuidado.

—¿Desea algo más? —pregunta ansiosa por regresar al trabajo, aún le queda mucho por hacer.

—No, ya te puedes retirar.        

En cuanto escucha la puerta cerrarse levanta la mirada, viéndola sentarse y reanudar el trabajo, ve la hora y lo mucho que la pila de papeles ha bajado.

Mía sostiene la siguiente carpeta, ya solo le quedan cinco, no se atreve a levantar la mirada ni un segundo para ver la hora o la ansiedad le jugara en contra.

Siente a alguien detenerse frente a ella y sin poder evitarlo levanta la mirada, su posible jefe está allí con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

—El tiempo se ha acabado —cuenta las carpetas faltantes.

Mía baja la mirada sabiendo lo que eso significa, no consiguió el trabajo, se levanta colgando la cartera en su hombro.

—Gracias por la oportunidad, hice mi mayor esfuerzo —siente sus ojos llenarse de lágrimas.

Gerard rodea el escritorio y colocando el dedo índice bajo su barbilla le levanta la cara, notando sus ojos húmedos.

Un hormigueo extraño le recorre en su interior, por lo que la suelta y da un paso atrás.

—¿Acaso piensa que no merece el puesto?

—Usted dijo que debía terminar con todo el trabajo y no lo logre —responde derrotada.

—No soy un ogro, sabía que sería imposible. Para ser honesto, ha superado mis expectativas —mete las manos en los bolsillos, en un intento por controlarse— la espero mañana a primera hora.

Mía se queda sorprendida, no puede creer lo que ha escuchado. Lo ve alejarse de ella hacia el ascensor.

No hay nadie más con ella por lo que se deja caer en la silla, llora sin poder evitarlo.

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