2. Segundo contrato

Esa noche, ninguno de los dos pudo dormir.

Mía se sentía muy nerviosa, Sofi le estuvo contando un poco sobre su nuevo jefe y lo mujeriego que es, algo que la descontrolo un poco, ya que le tocara lidiar con sus amantes y al ser un hotel, no quería ni imaginar a lo que se enfrentaría.

Por otro lado, Gerard no dejaba de pensarla. Por primera vez en mucho tiempo soñó con una chica y esa chica es  su nueva asistente.

En dos oportunidades le toco levantarse y darse una ducha. Esperaba que sea lo que le estuviera pasando acabara pronto.

Para cuando llega a su oficina, la encuentra trabajando con una nueva montaña de carpetas en el escritorio.

—Buenos días.

Saluda al pasar frente a ella, sigue a su oficina dejando la puerta abierta para ella.

Deja su maletín en su lugar y se sienta, viéndola a ella entrar.

Sin poder evitarlo detalla su caminar, la forma en que sus caderas se mueven, en como su blusa de ceda rosa se ajusta a su cuerpo dejando un escote que lo invita a pecar.

—Señor, ¿me está escuchando? —Mía balancea su peso de una pierna a otra debido a la incomodidad del momento.

—Disculpa, tráeme una buena taza de café, no tuve una buena noche.

—Enseguida.

Deja frente a él los documentos que debe firmar y va en busca del pedido.

—Gerard, mi amor.

Entra la amante de turno sin tocar, poniéndolo de muy mal humor. Se le sienta en las piernas y busca de besarlo, pero él la esquiva.

—Mi madre me ha dicho que fuiste a su casa —le reprocha molesto— eso va en contra del contrato que firmaste.

—Es que te amo, sin poder evitarlo me he enamorado de ti, no es justo que lo nuestro acabe solo porque un papel así lo dice ¿acaso tu no sientes no mismo por mí?

—Sabes que no —la quita de encima, poniéndose de pie— en dos día acababa nuestro contrato, pero debido a lo que hiciste, queda anulado. Por favor retírate.

—No puedes hacerme esto, yo te amo.

Se lanza a sus brazos, justo en el momento en que Mía entra en la oficina, sin saber que su jefe no está solo.

—Disculpe, no sabía que…

—¿Quién es esa? ¿Acaso es por ella que me hechas de tu vida? —le reclama indignada. Interrumpiendo a Mía.

—Mía, deja el café en mi escritorio, en un momento te llamo —le pide cortes.

Al pasar Mía cerca de Marie, le da un fuerte golpe a la bandeja, provocando que Mía se queme.

—¡Te has vuelto loca! —le reclama Gerard— es mejor que salgas de aquí, antes de llame a seguridad.

—Esto no se quedara así Gerard, me la vas a pagar.

Sale de la oficina dando un fuerte portazo.

—Vamos al baño, allí tengo un botiquín.

En cuanto entran al baño, Gerard abre el chorro y sumerge la mano de ella para aliviar el ardor.

Con mucho cuidado Mía levanta un poco su camisa, ya que también le ha salpicado en la parte baja del abdomen.

Agarra una pequeña toalla la empapa de agua y luego la coloca en el área afectada.

—Realmente lo siento, no esperaba que hiciera algo así —se disculpa mientras aplica en la mano la crema— ¿me permites?

Gerard señala donde ella con cuidado ha colocado el pañito. Avergonzada lo retira, cierra los ojos ante el tacto de sus dedos en su abdomen.

—No se preocupe —responde bajito, se le escapa un ligero suspiro.

—si te molesta mucho, vete a casa.

Sentir su tersa y suave piel, lo ha dejado fuera de sí, no se reconoce.

—Con la crema es suficiente, gracias —sonríe nerviosa.

El baño se siente mucho más pequeño de lo que realmente es, ambos se pierden en la mirada del otro, ninguno se atreve a separase, por temor de hacer precisamente lo contrario.

No saben cuánto tiempo pasa, hasta que Peter entra en la oficina.

Salen del trance y abandonan el baño al tiempo, dejando a Peter sorprendido.

—¿Qué quieres Peter? —le pregunta al notar su mirada imprudente hacia Mía.

—Disculpe, es solo que el empresario Italiano ya está en línea para la reunión —le informa bajando la mirada.

—Ve a la enfermería para que te chequeen bien y te den algo para el dolor, sino te sientes en condiciones, puedes ir a casa —le pide a Mía antes de dar inicio a la reunión.

Mía y Peter salen juntos de la oficina y sin poder controlar su sed por saber, Peter le hace la pregunta.

—La chica que salió, me aventó el café encima —le muestra su mano lastimada— también me callo un poco en el abdomen, no es para tanto.

—Entiendo su preocupación, ven, te acompaño a enfermería, lo mejor será que obedezcas. No suele ser muy condescendiente con sus empleados, le has caído muy bien al parecer.

Mía se ruboriza al notar el doble sentido sus palabras.

El resto de la jornada fue sin contratiempos. Aunque de vez en cuando la quemadura en el abdomen le molestaba, tampoco era algo insoportable.

Para cuando llega la hora de irse, Gerard le pide que pase a su oficina.

—Aquí tienes el contrato de trabajo, léelo bien y si estas conforme lo firmas.

Coloca el documento frente a ella.

La observa leerlo, cada gesto que hace no pasa desapercibido y su amigo tampoco.

Por lo que una idea cruza por su cabeza, duda por un momento, pero una vez firmado ese primer contrato, al menos no podrá huir del todo de él.

Mía se queda sorprendida por la suma que le será depositada en su cuenta bancaria, aunque con eso pasara unos cuantos meses reuniendo para el divorcio, al menos es más de lo que esperaba. Lo firma.

—Muchas gracias por la oportunidad.

—Supongo que está separada de su esposo por no poder divorciarse y esa suma no será suficiente para mejorar su situación —ve su sorpresa en su mirada y aprovecha su desconcierto para la siguiente propuesta— por eso, hay algo más que te quiero proponer, es un ingreso extra.

—¿A qué se debe ese ingreso extra? —le pregunta nerviosa, esperando que no sea lo que piensa.

—Se mi amante por un año —le coloca el siguiente contrato frente a ella— léelo bien, tomate tu tiempo y cuando estés lista me das respuesta.

—¡No soy una cualquiera que se vende por dinero! —se levanta de un salto ofendida.

—No es lo que quise decir. Le explico, usted necesita mejorar su situación por usted y su hijo —le hace saber que sabe más de ella de lo que cree— yo necesito a una mujer a mi lado que pueda mostrar ante los medios y mis padres. Usted me ayuda y yo la ayudo.

—No, lo siento. No soy esa clase de mujer. De haber sabido esto, no hubiera firmado aquel contrato.

Sale de la oficina controlando su temperamento, no puede creer el descaro con la que le ofrece ser su amante.

Justo antes de entrar al ascensor, siente que la agarran del brazo, Gerard.

—Llévatelo, léelo y mañana me das respuesta —le ordena.     

Mía pasa por su bebé en la guardería y se va directo a casa. Al llegar ve a su amiga Sofi preparando la cena.

—¿Cómo te fue hoy? —Al acercarse a su amiga ve su mano roja y su camisa manchada de café— ¿Qué te sucedió?

Mía se sienta y le cuenta a su amiga todo lo sucedido, desde la extraña mujer en la oficina de su jefe hasta el segundo contrato. Sofi le quita el contrato y lo lee con detalle.

—Amiga, no te molestes con lo que voy a decirte, pero deberías considerarlo —coloca el contrato frente a ella— no solo te va a dar una buena suma de dinero, también tendrás auto, casa y una pensión alimentaria durante el año que estén juntos. Con el primer pago podrás divorciarte de Dylan y al fin quitarte ese peso de encima.

—Se escucha demasiado bonito para ser cierto, alguna trampa debe haber.

—Debes estar disponible para él siempre, supongo que tendrás niñera, aunque podrás contar conmigo cuando lo necesites o yo podría ser tu niñera, supongo que le pagara muy bien a la mujer que lo haga. No tienes nada que perder, yo que tú, lo intentaría.

Después de acostar a su pequeño, se sienta en la cama y lee por ella misma el contrato.

Aunque no hay un punto en el que pueda objetar, pareciera que ese contrato fue echo para que no tuviera algo en que quejarse hasta su hijo salía beneficiado de este trato.

A la mañana siguiente.

Se dirige al hotel bastante nerviosa, debe darle una respuesta y aún no sabe que decidir.

Justo cuando esta llegando, lo ve bajar de su Lamborgini, quedando una vez más anonadada ante su porte imponente.

A verse descubierta, camina hacia él.

—Buenos días, señor —lo saludo en cuanto llega a su lado.

—Buenos días, espero que este mejor —observa su mano.

Gerard extiende su mano hacia la entrada del hotel para que ella entre primero, cuando escuchan a un hombre a sus espaldas.

Mía se gira nerviosa al escuchar su voz.

—Tu… ¿Qué haces aquí?

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