Capítulo 80
Helena se encontraba ocupada preparando el almuerzo en la cabaña cuando, de repente, dos guardias irrumpieron en la cabaña, arrastrando consigo a un pálido Jonás. La sorpresa y preocupación se reflejaron en el rostro de ella al ver la condición de su compañero de casa. Sin perder tiempo y con una expresión llena de inquietud, preguntó con urgencia mientras observaba cómo depositaban a Jonás en la cama.

—¿Qué ha sucedido? ¿Por qué lo traen así?

Los guardias, sin ofrecer una sola explicación, se retiraron de la cabaña con un gesto de despedida. Helena, visiblemente preocupada, se acercó a la cama donde Jonás estaba postrado, empapado en sudor frío. Se inclinó junto a él, ansiosa por entender lo que había sucedido.

—¿Qué te ocurre? ¿Dónde te duele? ¿Qué ha sucedido? —inquirió, notándose la angustia en su voz.

Jonás, entre suspiros de dolor, apenas podía hablar. Los estragos de su lobo herido lo afligían profundamente mientras luchaba por explicar lo sucedido.

—Rechacé a mi compañera
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