Cuatro hombres discutían en una zona montañosa del límite del extremo sur. La tensión era palpable en el ambiente. El humano mercenario, con sus ojos fríos como el acero, miró fijamente a Sander, este hombre era comerciante de armas y traficante de mujeres lobos. La ira brillaba en sus ojos mientras hablaba con voz ronca y amenazante. —Me prometiste que me traerías dos lobas como pago por las mercancías que te he entregado. Sander, con una expresión de angustia, se pasaba la mano por la cabeza, tratando de encontrar una respuesta que pudiera salvarlo de esa situación. Sabía que había cometido un error al permitir que esas 9 lobas escaparan y terminaran en manos de los reyes de la región. Su mente comenzó a dar vueltas, preocupándose de las posibles consecuencias de su negligencia. "Si esas mujeres lobos hablan de mis oscuros negocios, los reyes vendrán por mí", pensó Sander con temor. Los otros dos hombres que observaban la confrontación intercambiaron miradas nerviosas. —Dame cha
Ares caminó por el pasillo y ella lo siguió. Subieron juntos las escaleras hasta llegar a su habitación. Una vez allí, él puso la mano en el pómulo y dijo. —Solo vamos a hablar con más privacidad. Te prometo que no haré nada que no quieras hacer, ¿de acuerdo? —De acuerdo —respondió ella de forma tranquila. Él giró la manilla y le dio paso para que entrara. Gina avanzó por la habitación, con pasos titubeantes, hasta llegar al borde de la cama donde se sentó, sentía como sus piernas temblaban como gelatina. Ares entró a su habitación y cerró la puerta detrás de él, con pasos lentos, camino en silencio hacia Gina y se arrodilló frente a ella. Sus ojos reflejaban una súplica profunda mientras le susurraba. —Mi pequeña lobita, confía en mí, cuéntame por qué estás así. Si me permites ser tu mate, te voy a cuidar como lo más valioso que tengo. Una vez más, el llanto desgarrador llenó la habitación. Ares, desesperado, apretó sus manos con fuerza, pero se mantuvo en silencio, permitiendo
Mientras tanto, en la manada de Vilkas, Maya había pasado seguro a la puerta de su habitación. No sabía cómo actuar en ese momento, ya que no quería ceder ante el abrumador deseo de su mate. Susurró en voz baja, tratando de controlar sus emociones. —Diosa Selene, eres realmente mala conmigo. Yo no quiero ser dominada por mi mate. ¿Porque el hechizo no funciona? Años atrás, en uno de los viajes de Maya hacia la manada Amanecer, ella brindó su ayuda a una mujer híbrida, mitad lobo y mitad hechicera del alquiducaje. En aquel momento, Maya le había pedido una poción especial: una que pudiera ocultar su olor durante su período de celo. Como guerrera rodeada de lobos, necesitaba esta protección. La amable mujer híbrida había accedido a ayudarla, y desde entonces, Maya había vivido en paz, confiando en esa opción. Sin embargo, desde que percibió la esencia de su mate, la magia había perdido su efecto. Parecía que ese macho lobo tenía la sangre muy caliente que desafiaba cualquier artificio
A la mañana siguiente, Gina se despertó temprano. Sus ojos estaban pegajosos debido a las lágrimas derramadas la noche anterior. Se frotó las lagañas y, al girar la cabeza, vio al lobo que por primera vez en tres años la hacía sentir segura. Recordando a Eos, se inclinó como un resorte y se levantó con cuidado de la cama, dio varios pasos en cuclillas hacia la puerta. Estaba a punto de abrir el pomo de la puerta cuando la voz profunda de su mate la detuvo.—Mi amor, ven a la cama. Aún es temprano. Ven aquí, necesito tu cuerpo cerca del mío. Tengo frío —soltó Ares adormilado.Gina parpadeó varias veces al escuchar a su lobo perezoso. Se dio media vuelta, con el corazón latiendo sin freno. Emocionada por ese gesto de cariño de su mate, le respondió con timidez en la voz.—¡Ares! Tengo que ayudar a mi mamá con el desayuno y luego atender a la princesa.—Mi amor, no quiero despertar solo. Desde hoy, no trabajarás. Voy a hablar con Danna sobre ti. Además, cuando terminemos los pendientes q
En la manada Vilkas, Maya despertó con temblores en su cuerpo. Al girar hacia un lado de la cama, se encontró con su pervertido Mate, profundamente dormido. Trató de moverse con cuidado, pero sus muslos temblaban incontrolablemente. Finalmente, logró levantarse con sigilo y se dirigió al otro lado de la cama, donde se encontraba la mesa de noche. Abrió el cajón en silencio mientras susurraba en su mente: «Diosa Selene, por favor, ayúdame. Este hombre es un semental y no sé cuánto más podré soportar».Después de rebuscar entre los objetos con cuidado, finalmente encontró lo que estaba buscando. «Aquí está», pensó aliviada. Sentía que su cuerpo estaba ardiendo y necesitaba algo para calmarse, aunque no estaba segura de cuántas pastillas debía tomar. Decidió arriesgarse y estaba a punto de desenroscar la tercera pastilla cuando escuchó una voz.—¿Qué estás haciendo? —Duncan soltó un bostezo y giró la cabeza hacia ella. Al darse cuenta de la tableta de pastillas en la mano de Maya, saltó
El día de la boda finalmente había llegado, y los invitados comenzaban a llegar a la manada. Estaban ansiosos por el inesperado y grandioso evento que los reyes habían organizado. La noticia del casamiento se propagó por la manada, y todos estaban llenos de alegría y orgullo de que la celebración se llevará a cabo ahí. En la mansión para muchos era estresante, se estaban haciendo los últimos arreglos en dos espacios: uno donde se llevaría a cabo la ceremonia y otro donde se celebraría la boda.Eros y Danna apenas habían dormido esa noche; se despertaron abrazados, y él, antes de levantarse, besó a su mate con dulzura.—Mi amor, la diosa Selene, no permitirá que nada malo nos suceda.—Eros, tengo miedo por ti. Sé que llegamos a un acuerdo por nuestras hijas, de que si algo llegara a ocurrir, nosotras tendríamos que escapar. Siento que no podré soportar vivir sin ti —respondió Danna con voz temblorosa, aparentando ser fuerte.Eros la miró fijamente con sus profundos ojos azules durante
Los invitados comenzaron a gritar cuando los disparos resonaron en el ambiente. Eros, al escuchar los tiros, se giró hacia la entrada de la carpa. Allí, sólo pudo distinguir a los salvajes abalanzándose sobre un grupo de hombres, pero su avance fue detenido por las balas que los derribaban implacablemente. En medio de la confusión, Eros miró a Danna afligida, quien tenía un nudo en la garganta, le susurró. —Sabes que debes irte, protege a mis hijas —Mientras le daba un tierno beso en los labios. A regañadientes, Danna sabía que no podía quedarse y luchar, aunque ese era su deseo. Tenía que proteger a Eos. Sintió cómo la arrastraban hacia atrás. —Danna, tenemos que abandonar este lugar, por favor, vámonos, yo te cubro —Maya, expresó con evidente preocupación. Sabía que su amiga estaba sufriendo al dejar a su amado atrás. Sin perder tiempo, Maya sacó un arma de fuego y volvió a jalar a Danna, instándola a correr hacia la mansión. Danna obedeció y se adentra por un pasillo lateral de
Eos, al ver a su mamá, se destapó a llorar. No quería que ese hombre malo les hiciera daño. Dio unos pasitos hacia su mami y se aferró a sus piernas. Danna, automáticamente colocó a la niña detrás de ella. Le partía el alma verla así. Quería cargarla para consolarla, pero era peligroso con ese demente apuntando. —Esto va a ser mejor de lo que esperaba. Voy a matar dos lobitas al mismo tiempo. Esta vez me voy a cobrar que me hayas arruinado la vida, mataste a mi nieta y me dejaste sin hogar —vociferó con ira en cada palabra. Danna, con una mirada asesina, respondió. —Será mejor que sueltes esa arma, y seré piadosa contigo por ser un viejo lobo. De lo contrario, te arrancaré la cabeza. —Muertas no vas a poder hacer nada. Lástima que tu hija va a vivir sin madre, pero te prometo que la cuidaré muy bien —Él sonrió con desprecio mientras apretaba el gatillo, sin pudor alguno disparó. En ese momento de angustia, Eurides respondió a sus más profundos instintos al ver cómo el hombre apret