El día de la boda finalmente había llegado, y los invitados comenzaban a llegar a la manada. Estaban ansiosos por el inesperado y grandioso evento que los reyes habían organizado. La noticia del casamiento se propagó por la manada, y todos estaban llenos de alegría y orgullo de que la celebración se llevará a cabo ahí. En la mansión para muchos era estresante, se estaban haciendo los últimos arreglos en dos espacios: uno donde se llevaría a cabo la ceremonia y otro donde se celebraría la boda.Eros y Danna apenas habían dormido esa noche; se despertaron abrazados, y él, antes de levantarse, besó a su mate con dulzura.—Mi amor, la diosa Selene, no permitirá que nada malo nos suceda.—Eros, tengo miedo por ti. Sé que llegamos a un acuerdo por nuestras hijas, de que si algo llegara a ocurrir, nosotras tendríamos que escapar. Siento que no podré soportar vivir sin ti —respondió Danna con voz temblorosa, aparentando ser fuerte.Eros la miró fijamente con sus profundos ojos azules durante
Los invitados comenzaron a gritar cuando los disparos resonaron en el ambiente. Eros, al escuchar los tiros, se giró hacia la entrada de la carpa. Allí, sólo pudo distinguir a los salvajes abalanzándose sobre un grupo de hombres, pero su avance fue detenido por las balas que los derribaban implacablemente. En medio de la confusión, Eros miró a Danna afligida, quien tenía un nudo en la garganta, le susurró. —Sabes que debes irte, protege a mis hijas —Mientras le daba un tierno beso en los labios. A regañadientes, Danna sabía que no podía quedarse y luchar, aunque ese era su deseo. Tenía que proteger a Eos. Sintió cómo la arrastraban hacia atrás. —Danna, tenemos que abandonar este lugar, por favor, vámonos, yo te cubro —Maya, expresó con evidente preocupación. Sabía que su amiga estaba sufriendo al dejar a su amado atrás. Sin perder tiempo, Maya sacó un arma de fuego y volvió a jalar a Danna, instándola a correr hacia la mansión. Danna obedeció y se adentra por un pasillo lateral de
Eos, al ver a su mamá, se destapó a llorar. No quería que ese hombre malo les hiciera daño. Dio unos pasitos hacia su mami y se aferró a sus piernas. Danna, automáticamente colocó a la niña detrás de ella. Le partía el alma verla así. Quería cargarla para consolarla, pero era peligroso con ese demente apuntando. —Esto va a ser mejor de lo que esperaba. Voy a matar dos lobitas al mismo tiempo. Esta vez me voy a cobrar que me hayas arruinado la vida, mataste a mi nieta y me dejaste sin hogar —vociferó con ira en cada palabra. Danna, con una mirada asesina, respondió. —Será mejor que sueltes esa arma, y seré piadosa contigo por ser un viejo lobo. De lo contrario, te arrancaré la cabeza. —Muertas no vas a poder hacer nada. Lástima que tu hija va a vivir sin madre, pero te prometo que la cuidaré muy bien —Él sonrió con desprecio mientras apretaba el gatillo, sin pudor alguno disparó. En ese momento de angustia, Eurides respondió a sus más profundos instintos al ver cómo el hombre apret
Danna prestó atención a Eurides mientras respiraba con normalidad y abría los ojos. Después de un breve instante, le hablo con una voz llena de ansiedad.—¡Eurides! ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?Eurides miró a Danna con asombro y trató de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que había experimentado. Sus ojos brillaban con emoción mientras respondía.—Me siento bien —con una expresión de sorpresa y alegría continuó—. ¡Danna! De repente sentí como todo el dolor y la angustia desaparecían. Sentí una paz profunda y sanadora. No puedo explicarlo, pero estoy segura de que algo extraordinario he experimentado —puso una cara de asombro al llevar la mano a su herida y estaba cerrada— ¡Danna! ¿Cómo es posible que mi herida esté sanando de esta manera?—Yo abuelita te he sanado con mi sangre —Interrumpió una risueña vocecita.Eurides miró a la pequeña con ternura y expresó con gratitud.— Gracias, mi princesa, por regresarme a la vida. —Luego, desvió la mirada hacia Danna y contin
El corazón de Danna latía con una intensidad que casi parecía querer escapar de su pecho cuando presenció la llegada de su gente para brindar su apoyo. Sus ojos recorrieron el tumulto de caras conocidas: Eros, Maya, Duncan... Pero en su búsqueda se asustó cuando vio a Ares aferrándose a su pierna izquierda y retorciéndose del dolor. Un escalofrío de preocupación recorrió su espalda mientras se le vino a la mente Gina, ella debería haber estado con su hija. La herida de Eurides la había distraído, pero ahora, al ver Ares, se dio cuenta de que no tenía idea de dónde estaba. Ella se levantó de golpe y dio unos pasos hacia la cama. Con una voz llena de ansiedad y temor, le preguntó a Eurides.— Eurides, ¿dónde está Gina? No se suponía que estaba con ustedes.Eurides, con tristeza en sus ojos, miró a Danna mientras admitía.—¡Danna! Me olvidé de Gina —expresó una voz inquietante, unas lágrimas solitarias empezaron a recorrer su rostro—. Helena se la llevó, Nick la estaba esperando. Por la
Gina se encontraba en la parte trasera de una camioneta, con Helena en el asiento del copiloto y Nick al volante. Sus lágrimas caían en silencio mientras se abrazaba a sí misma, perdida en sus pensamientos. A pesar de que Nick hablaba, su voz parecía distante y apenas lograba penetrar en la neblina mental que la envolvía. No tenía ningún deseo de prestar atención a sus palabras.El tiempo parecía desvanecerse mientras el vehículo avanzaba. Gina perdió la noción del tiempo, sin poder distinguir si habían pasado minutos u horas desde que emprendieron su viaje. Finalmente, sintió cómo el automóvil se detenía con un suave sacudón y percibió el sonido de la puerta del vehículo siendo abierta.—¡Vamos, Omega, bájate! —rugió Nick, sus manos agarrando con firmeza la muñeca de Gina. Ella luchaba, pero la fuerza del Alfa era abrumadora, arrastrándola hacia un viejo roble.—Helena, aquí acamparemos. En la parte trasera del carro, encontrarás unas cuerdas, tráelas —vociferó Nick mientras forzaba
Orion se internó en el inmenso bosque a toda velocidad, persiguiendo el seductor aroma de su mate. Cuando finalmente avistó la camioneta negra entre los árboles, se transformó en su forma humana. Ares, con sus ojos oscuros centelleando de rabia, avanzó con pasos decididos hacia donde Nick se encontraba junto a Gina, al verlo como la tocaba la ira ardía en sus venas mientras sus manos se crispaban en puños tensos.Helena, al divisar la llegada de Ares y la energía que emanaba de su semblante, comprendió de inmediato que la situación se había descontrolado por completo. Sin hacer ruido, sintiendo que era lo mejor para su propia seguridad, retrocedió cautelosamente y se adentra en la densidad del bosque, desvaneciéndose entre la espesura como una sombra en la noche.Nick giró bruscamente al escuchar una voz que resonó en el lugar y su rostro se contrajo de rabia al encontrarse con Ares.—Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? El Gamma de la reina —espetó Nick con un tono hostil.Una carcajad
Gina presionaba sus labios contra el cuello de Ares, desencadenando una reacción instantánea que lo hacía estremecer. Cada beso, cada caricia de sus labios encendía la pasión en él. Atravesó la extensa pradera a toda velocidad, dejando atrás las tierras del sur. Gina estaba frente a él, sus cuerpos rozaban, y la hombría de Ares palpitaba al sentir la proximidad de su entrepierna. Sus corazones laten al unísono, acelerados por el aroma embriagador de las feromonas de Gina, como cerezos en plena floración.Recorrieron varios kilómetros hasta adentrarse en un bosque de una belleza indescriptible. El lugar estaba rodeado de flores y un río de aguas cristalinas serpenteadas por el paisaje. Ares detuvo el carro frente a una cabaña y, con cuidado, bajó con su pequeña loba enroscada a su cuerpo.Gina sentía un vapor que emanaba de su cuerpo, su zona íntima se contraía con anticipación, y su respiración se volvía agitada. Al ser descendida del carro, levantó la cabeza y sus ojos se deleitaron