Capítulo 44

Llegaron a la manada al amanecer. La luz tenue del nuevo día bañaba el lugar. Perseo detuvo el carro en la entrada de la manada, y Maya, con firmeza en la voz, dio instrucciones a un grupo de guerreros custodios.

—Señores, no pueden dejar pasar a gente que no pertenezca a la manada. Saben que esta manada ha atravesado maldad y sufrimiento. Deben tener precaución y cuidado, y todos deben estar alerta ante cualquier posible amenaza. Necesito ser notificada si alguien llegara a interrumpir sin permiso esta manada.

Todos los guerreros estaban firmes ante la presencia de Maya. Ellos eran guerreros provenientes de las tierras del norte.

—Beta Maya, la mantendré informada si algo sucede —expresó el líder de los guerreros.

—Gracias, Gabriel. Sé que cuento contigo y con todos.

Perseo continuó su camino y estacionó en la mansión. Las mujeres bajaron temblorosas; estaban demacradas y desnutridas. Maya las observaba con compasión mientras descendían del vehículo, y pasó por su mente una pregunta
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