Maya estaba en estado de alerta constante; habían transcurrido apenas dos días desde el arriesgado rescate, y sus ojos apenas habían conocido el descanso. Temía un posible ataque a la manada.Las mujeres rescatadas se habían adaptado rápidamente a su nuevo hogar. La libertad recién recuperada les llenaba de felicidad, y poco a poco comenzaban a dejar atrás los traumas del pasado, Galilea se mantenía ocupada en la mansión, brindando su apoyo a Maya.Maya se encontraba en su despacho cuando, de repente, recibió una inesperada llamada de uno de los guardianes custodios de la entrada de la manada.—Beta Maya, el alfa Sander se encuentra en la entrada con un grupo de lobos. Ha solicitado inspeccionar la manada y afirma que un grupo de mujeres ha robado en su territorio. Está decidido a encontrarlas y hacerlas pagar por lo que han robado. Sigo sus órdenes de no dejarlo pasar, pero es un hombre autoritario.—Dígale que voy para allá, yo como alfa regente, lo atenderé personalmente —Maya, fur
Maya soltó un gran suspiro, sus ojos reflejaban una mezcla de audacia y miedo. A pesar de su aparente firmeza, sabía que se encontraba en una situación delicada. Temía que la llegada de Sander pudiera desencadenar una masacre en la manada. No estaba dispuesta a permitir que se llevarán a las mujeres. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, observó cómo Sander se alejaba en la distancia. Entonces, expresó en voz alta.—Gracias, amiga, por llegar justo a tiempo. No te esperaba, pero apareciste en el momento preciso —expresó con gratitud.— Amiga, no te avisé que venía, porque conversando con Eros, decidí venir a traer unos cachorros para que protejan a la manada de alimañas como la que se acaba de ir —explicó, tratando de justificar su llegada sorpresa en medio del caos.Maya percibió que la penetraban con una mirada llena de deseo. Cuando su mente y su cuerpo ya estaban relajados, un aroma inconfundible inundó sus sentidos: era la esencia de su mate. Por un momento, quiso huir,
En la manada azul, Ares se hallaba en una posición discreta, oculto en las sombras, observando con una mirada intensa a Gina y a Eos. Quienes estaban divertidas jugando en el estanque, mientras que Orion, experimentaba una creciente irritación y celos al no poder estar cerca de su mate. Cada segundo que pasaba sin su cercanía le resultaba una tortura. La ansiedad lo consumía, y se encontraba en la encrucijada de si debía o no acercarse a ella. En medio de su conflicto interno, dio un profundo suspiro, y sus pies avanzaron solos llevando hacia su mate.—Tío Ares —exclamó Eos con alegría en sus ojos, extendiendo sus bracitos hacia él en busca de un abrazo—. Luego, sus ojos curiosos se posaron en el estanque, donde nadaban unos peces de colores vivos. —¡Mira, tío Ares! —tarareó con un tono de felicidad en su voz—. Son como los que vemos en el río de la manada el Amanecer, pero aquellos son mucho más grandes.Gina se encontraba sentada en el borde del estanque con los pies sumergidos en e
Cuatro hombres discutían en una zona montañosa del límite del extremo sur. La tensión era palpable en el ambiente. El humano mercenario, con sus ojos fríos como el acero, miró fijamente a Sander, este hombre era comerciante de armas y traficante de mujeres lobos. La ira brillaba en sus ojos mientras hablaba con voz ronca y amenazante. —Me prometiste que me traerías dos lobas como pago por las mercancías que te he entregado. Sander, con una expresión de angustia, se pasaba la mano por la cabeza, tratando de encontrar una respuesta que pudiera salvarlo de esa situación. Sabía que había cometido un error al permitir que esas 9 lobas escaparan y terminaran en manos de los reyes de la región. Su mente comenzó a dar vueltas, preocupándose de las posibles consecuencias de su negligencia. "Si esas mujeres lobos hablan de mis oscuros negocios, los reyes vendrán por mí", pensó Sander con temor. Los otros dos hombres que observaban la confrontación intercambiaron miradas nerviosas. —Dame cha
Ares caminó por el pasillo y ella lo siguió. Subieron juntos las escaleras hasta llegar a su habitación. Una vez allí, él puso la mano en el pómulo y dijo. —Solo vamos a hablar con más privacidad. Te prometo que no haré nada que no quieras hacer, ¿de acuerdo? —De acuerdo —respondió ella de forma tranquila. Él giró la manilla y le dio paso para que entrara. Gina avanzó por la habitación, con pasos titubeantes, hasta llegar al borde de la cama donde se sentó, sentía como sus piernas temblaban como gelatina. Ares entró a su habitación y cerró la puerta detrás de él, con pasos lentos, camino en silencio hacia Gina y se arrodilló frente a ella. Sus ojos reflejaban una súplica profunda mientras le susurraba. —Mi pequeña lobita, confía en mí, cuéntame por qué estás así. Si me permites ser tu mate, te voy a cuidar como lo más valioso que tengo. Una vez más, el llanto desgarrador llenó la habitación. Ares, desesperado, apretó sus manos con fuerza, pero se mantuvo en silencio, permitiendo
Mientras tanto, en la manada de Vilkas, Maya había pasado seguro a la puerta de su habitación. No sabía cómo actuar en ese momento, ya que no quería ceder ante el abrumador deseo de su mate. Susurró en voz baja, tratando de controlar sus emociones. —Diosa Selene, eres realmente mala conmigo. Yo no quiero ser dominada por mi mate. ¿Porque el hechizo no funciona? Años atrás, en uno de los viajes de Maya hacia la manada Amanecer, ella brindó su ayuda a una mujer híbrida, mitad lobo y mitad hechicera del alquiducaje. En aquel momento, Maya le había pedido una poción especial: una que pudiera ocultar su olor durante su período de celo. Como guerrera rodeada de lobos, necesitaba esta protección. La amable mujer híbrida había accedido a ayudarla, y desde entonces, Maya había vivido en paz, confiando en esa opción. Sin embargo, desde que percibió la esencia de su mate, la magia había perdido su efecto. Parecía que ese macho lobo tenía la sangre muy caliente que desafiaba cualquier artificio
A la mañana siguiente, Gina se despertó temprano. Sus ojos estaban pegajosos debido a las lágrimas derramadas la noche anterior. Se frotó las lagañas y, al girar la cabeza, vio al lobo que por primera vez en tres años la hacía sentir segura. Recordando a Eos, se inclinó como un resorte y se levantó con cuidado de la cama, dio varios pasos en cuclillas hacia la puerta. Estaba a punto de abrir el pomo de la puerta cuando la voz profunda de su mate la detuvo.—Mi amor, ven a la cama. Aún es temprano. Ven aquí, necesito tu cuerpo cerca del mío. Tengo frío —soltó Ares adormilado.Gina parpadeó varias veces al escuchar a su lobo perezoso. Se dio media vuelta, con el corazón latiendo sin freno. Emocionada por ese gesto de cariño de su mate, le respondió con timidez en la voz.—¡Ares! Tengo que ayudar a mi mamá con el desayuno y luego atender a la princesa.—Mi amor, no quiero despertar solo. Desde hoy, no trabajarás. Voy a hablar con Danna sobre ti. Además, cuando terminemos los pendientes q
En la manada Vilkas, Maya despertó con temblores en su cuerpo. Al girar hacia un lado de la cama, se encontró con su pervertido Mate, profundamente dormido. Trató de moverse con cuidado, pero sus muslos temblaban incontrolablemente. Finalmente, logró levantarse con sigilo y se dirigió al otro lado de la cama, donde se encontraba la mesa de noche. Abrió el cajón en silencio mientras susurraba en su mente: «Diosa Selene, por favor, ayúdame. Este hombre es un semental y no sé cuánto más podré soportar».Después de rebuscar entre los objetos con cuidado, finalmente encontró lo que estaba buscando. «Aquí está», pensó aliviada. Sentía que su cuerpo estaba ardiendo y necesitaba algo para calmarse, aunque no estaba segura de cuántas pastillas debía tomar. Decidió arriesgarse y estaba a punto de desenroscar la tercera pastilla cuando escuchó una voz.—¿Qué estás haciendo? —Duncan soltó un bostezo y giró la cabeza hacia ella. Al darse cuenta de la tableta de pastillas en la mano de Maya, saltó