Cuando Brenda llegó al piso, se sentía totalmente agotada. Aunque había pasado bastante tiempo postrada en aquella cama de hospital, el cansancio físico no parecía haber desaparecido. Su cuerpo seguía atrapado en una sensación de agotamiento persistente que dominaba cada fibra de su ser. Pero más allá del cansancio físico, lo que realmente la desgastaba era el peso emocional que llevaba consigo.Nada más cruzar la puerta, fue recibida cariñosamente por Marilyn y Alexandra. Ambas mujeres no tardaron en rodearla con dulzura, abrazándola cálidamente.—Me alegra tanto que estés de vuelta en casa, Brenda —susurró Alexandra con una sonrisa sincera.—Sí, yo también estoy más tranquila al verte aquí. De verdad, estaba muy preocupada por ti —añadió Marilyn, tomándole una mano con afecto—. ¿Cómo te sientes?Si Brenda fuera completamente honesta, habría dicho que se sentía fatal, como si le hubieran arrancado algo de su interior y luego la hubieran arrojado a un abismo sin salida. Pero, en lugar
El lunes llegó demasiado pronto. Haidar salió de casa a toda prisa, sin siquiera detenerse a tomar el desayuno. Sabía que Brenda no quería verlo, y él tampoco deseaba incomodarla más de lo que ya lo había hecho. Su presencia era como una herida abierta para ambos. Así que, sin más, se marchó directamente al trabajo. Cuando llegó a la oficina, su mal humor era evidente. Caminaba de manera tensa, con los ojos clavados en el suelo, como si el peso de su situación con Brenda le sumiera en un abismo del que no podía escapar. De pronto, el trabajo, que solía ser su refugio, se había convertido en una carga molesta. Algo que debía soportar a regañadientes.Aurora, lo notó de inmediato. Apenas lo vio cruzar la puerta, supo que sería un día horrible. Cuando Haidar estaba de mal humor, todo el equipo lo sufría. Era como si su jefe se transformara en un ogro, y ese lunes no sería la excepción.—Señor, tiene pautadas tres reuniones en la tarde y, dentro de media hora, un encuentro con...Aurora
Haidar tenía un dolor de cabeza insoportable, y no solo era por haber dormido apenas cuatro horas, si acaso, sino también por la noticia que lo había dejado completamente impactado y, para ser sincero, vulnerable. La revelación pública de su verdad, algo que había tratado de manejar en privado, ahora estaba en boca de todos. Sentía que el mundo se le venía encima.Sin perder tiempo, Haidar tomó su teléfono y llamó directamente al encargado de relaciones públicas de la empresa. Necesitaba que se hicieran cargo de la situación cuanto antes. Al otro lado de la línea, el encargado respondió con profesionalismo. Durante la llamada, le preguntó abiertamente si aquella noticia era infundada, una simple mentira que pudiera desmentir. Para sorpresa del encargado, Haidar admitió que todo era cierto.—Entonces, señor, con todo respeto, le recomiendo que dé una rueda de prensa —dijo el hombre con un tono serio, pero respetuoso—. Admita lo que se dice o confirme los hechos. Explique su versión de
Madelaine llegó al piso con la esperanza de animar a Brenda, pero al acercarse a la habitación, la encontró acurrucada en la cama, con lágrimas rodando por su rostro sin cesar. Brenda no dejaba de llorar, y el sonido ahogado de su llanto llenaba el lugar. Madelaine suspiró profundamente, sentándose al borde de la cama. Con suavidad, comenzó a acariciar la espalda de su amiga en un intento por consolarla.—Sé que te sientes terrible por todo lo que está pasando, Brenda —comenzó con voz dulce—, pero una vez más te recuerdo que tienes mi apoyo y comprensión. Estoy aquí para ti, si me lo permites. Ahora lo único que deseo es hacer algo por ti, cualquier cosa que pueda mejorar tu estado de ánimo.Brenda suspiró, secándose las lágrimas con la manga de su pijama.—Haidar… Lo primero que hizo esta mañana fue levantarse y marcharse al trabajo. Ni siquiera nos vimos. Se fue como si nada —dijo, con voz rota.—¿No es eso lo que quieres? —preguntó Madelaine con cuidado—. Que te deje tranquila y se
Haidar apretó los labios, mirando a su tía con un poco de tristeza.—Lo lamento mucho, tía, pero tendremos que hablar después —soltó, mientras ajustaba el botón de su chaqueta—. En este momento tengo algo importante que hacer.Las palabras de su sobrino dejaron a Aisha completamente indignada. ¿Cómo podía simplemente dejarla allí, ignorando sus reclamos como si no importaran? La mujer frunció el ceño y comenzó a seguirlo, exigiendo respuestas mientras caminaba tras él.—¡Haidar! ¡No puedes dejarme con tantas preguntas! ¡Dime qué es lo que estás pensando! —le gritó, pero el árabe no se detuvo.Con el paso firme y decidido, Haidar siguió avanzando hacia el lugar donde se llevaría a cabo la rueda de prensa. Sus pasos resonaban en los pasillos, mientras su tía, insistente, continuaba tras él. Finalmente, Aisha se detuvo al darse cuenta de que su sobrino no iba a ceder. Respiró profundamente, furiosa, y se quedó en su lugar.Aurora, quien había estado observando la escena, apresuró el paso
De regreso en su oficina, Haidar se dejó caer sobre el cómodo y amplio sofá. Cerró los ojos, repasando en su mente cada palabra que había pronunciado. Había sido sincero, directo, y aunque la presión seguía pesando sobre sus hombros, se sentía un poco más ligero.Amaba a Brenda. Por supuesto que la amaba. Y estaba dispuesto a luchar por ella y por los hijos que esperaban juntos.El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Levantó la mirada y allí estaba Aisha, su tía, con el rostro enrojecido por el enojo. Sus ojos ardían de furia mientras avanzaba hacia él.—¿Crees que te vas a librar de mí tan fácilmente? —espetó, cruzando los brazos frente a él.Haidar tragó saliva, sintiendo que la confrontación apenas comenzaba.—Tía, sé que vas a empezar con lo mismo otra vez, pero quiero que tengas algo claro. Nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión. Brenda es la persona a la que amo, y no voy a renunciar a ella.Aisha golpeó la mesa con el puño, perdiendo el contr
Días después, el silencio seguía siendo una constante entre ambos. La distancia entre Brenda y Haidar parecía ir creciendo cada vez más, como una barrera invisible que ninguno de los dos estaba dispuesto a cruzar. Brenda evitaba cualquier encuentro con él, y Haidar, por su parte, también se mantenía al margen, consciente de que su presencia solo empeoraría las cosas. Sus días se habían vuelto un ciclo monótono: él se levantaba temprano, se iba al trabajo, regresaba tarde, comía solo y, tras una ducha rápida, se dejaba caer en la cama, intentando apagar sus pensamientos. Brenda, en cambio, permanecía en su habitación casi todo el día.Pero aquella noche, el destino decidió jugarles una carta diferente.Haidar se detuvo en seco al entrar al comedor y encontrarla allí, sentada a la mesa. Miró su reloj y confirmó que eran casi las once de la noche. Era extraño verla fuera de su habitación a esa hora. Brenda, al notar su presencia, levantó la mirada. Sus ojos, aunque cansados, estaban llen
Madelaine dejó escapar un suspiro, el enésimo del día, mientras sus pensamientos giraban en torno a la complicada situación de su amiga Brenda. No podía evitar preocuparse por ella. Todo parecía haberse enredado de una manera tan caótica que apenas podía comprender cómo su amiga estaba lidiando con todo, especialmente estando embarazada de trillizos. En ese momento, Jamal entró en la habitación y la miró con preocupación. Con solo verla, sabía que algo seguía rondando su mente.—¿Todavía pensando en la situación de Haidar y Brenda? —preguntó suavemente, sentándose a su lado. Su tono mostraba comprensión, pero también buscaba tranquilizarla—. Sé que eso te tiene mal, pero, por tu bien y tu bienestar, deberías calmarte. Al final, ellos son los únicos que pueden solucionar sus problemas.Madelaine lo miró, pero sus ojos reflejaban la misma inquietud.—Eso no quita el hecho de que me preocupo demasiado por ella —dijo, con un tono cansado—. No puedo evitar pensar en lo que pasará mañana, m