Haidar estuvo recorriendo la habitación que ocuparían los trillizos y de alguna manera pudo evocar aquel tiempo en el que también su padre se encargó de preparar la habitación para la llegada de la pequeña Olivia, su difunta hermanita. Se le hizo un nudo en la garganta al recordar el momento, y más recordando también a Alexandra, quien le contó sobre su pesadilla.Repasó con las yemas de sus dedos el borde de una de las tres cunas y suspiró. ¿Era posible que lo que tanto temía ocurriera de nuevo? ¿Y si Brenda también tomaba la decisión de dejarlo? Pensar en eso lo aterraba mucho. Pero ya tenía que enfrentar la realidad; no podía ocultarlo más. Tal vez ser sincero pondría fin a lo que aún no necesitaba un punto y final, pero tampoco tenía opción de dejarlo en puntos suspensivos. —Haidar, estás aquí. Creí que estarías en tu despacho, pero te encontré aquí en la habitación de los trillizos. Él dirigió la mirada de inmediato hacia Brenda y se obligó a deslizar una sonrisa, como si nad
Haidar conducía rápidamente por las calles iluminadas de la ciudad, con Brenda inconsciente en el asiento del copiloto. Su corazón latía con fuerza, había miedo, ese que invadía por completo. Cada segundo que pasaba parecía eterno, y la sola idea de perderla lo aterrorizaba. —Brenda… lo siento tanto… —murmuraba, como si ella pudiera escucharlo—. No puedo creer lo que hice. Todo esto es culpa mía… —Su voz se quebró al pronunciar esas palabras.El árabe no podía evitar recordar los últimos minutos antes de que Brenda se desmayara. Su rostro lleno de dolor, su voz quebrándose al escuchar la verdad, y luego, su cuerpo cayendo sin respuesta. La imagen lo perseguía como un fantasma, y la culpa lo golpeaba sin piedad. ¿Cómo había permitido que todo llegara a este punto? Cuando llegaron al hospital, Haidar se apresuró a bajarla del auto y entrar corriendo, pidiendo ayuda con urgencia. Los médicos actuaron con rapidez, y Brenda fue llevada de inmediato a una sala de emergencias. Haidar, sin
Haidar empujó lentamente la puerta de la habitación en la que Brenda se encontraba. El sonido era apenas un susurro, pero para él resonó como una tormenta en su mente. Cuando ingresó, sus ojos se posaron de inmediato en la figura de su esposa, reposando en aquella cama de hospital. Su pálido rostro y su aparente fragilidad lo golpearon como una bofetada. Era la misma mujer a la que había prometido proteger, amar y cuidar… y ahora estaba allí, porque él había fallado estrepitosamente.El aire en la habitación se sentía pesado, como si las paredes mismas lo juzgaran por sus errores. Su respiración era irregular, y los pasos que lo acercaban a Brenda no tenían la firmeza que siempre lo había caracterizado. Esa seguridad que era tan suya lo había abandonado por completo.—Brenda… —pronunció su nombre en un susurro apenas audible mientras se acercaba. Sentía que el suelo temblaba bajo sus pies, o tal vez era su propio cuerpo, sacudido por la culpa y el miedo—. Perdóname... lo siento tanto,
A la mañana siguiente, Brenda obtuvo el alta y ya podía regresar a casa. Sin embargo, ella ni siquiera sabía qué iba a hacer con su vida. Se sentía demasiado confundida y afectada por toda esa situación complicada. Era como si, de pronto, todo se hubiera destruido y caído a pedazos como un castillo de naipes.Cuando menos lo esperaba, apareció Madelaine. Al verla, Brenda sintió una inmensa alegría. Tener a su mejor amiga en ese momento era como un bálsamo para su corazón herido.Madelaine llegó rápidamente hasta ella y la envolvió en un abrazo cálido, justo lo que Brenda necesitaba. Ella se aferró a su amiga como si su vida dependiera de ello y no se apartó hasta varios segundos después. —Madelaine... —susurró Brenda con la voz quebrada. —Jamal solo me contó que te desmayaste y que te atendieron de emergencia, pero no sé la razón. No me comentó el motivo por el cual te pusiste así. ¿Podrías decirme qué es lo que sucedió? —preguntó Madelaine con preocupación.Brenda se quedó en silen
Cuando Brenda llegó al piso, se sentía totalmente agotada. Aunque había pasado bastante tiempo postrada en aquella cama de hospital, el cansancio físico no parecía haber desaparecido. Su cuerpo seguía atrapado en una sensación de agotamiento persistente que dominaba cada fibra de su ser. Pero más allá del cansancio físico, lo que realmente la desgastaba era el peso emocional que llevaba consigo.Nada más cruzar la puerta, fue recibida cariñosamente por Marilyn y Alexandra. Ambas mujeres no tardaron en rodearla con dulzura, abrazándola cálidamente.—Me alegra tanto que estés de vuelta en casa, Brenda —susurró Alexandra con una sonrisa sincera.—Sí, yo también estoy más tranquila al verte aquí. De verdad, estaba muy preocupada por ti —añadió Marilyn, tomándole una mano con afecto—. ¿Cómo te sientes?Si Brenda fuera completamente honesta, habría dicho que se sentía fatal, como si le hubieran arrancado algo de su interior y luego la hubieran arrojado a un abismo sin salida. Pero, en lugar
El lunes llegó demasiado pronto. Haidar salió de casa a toda prisa, sin siquiera detenerse a tomar el desayuno. Sabía que Brenda no quería verlo, y él tampoco deseaba incomodarla más de lo que ya lo había hecho. Su presencia era como una herida abierta para ambos. Así que, sin más, se marchó directamente al trabajo. Cuando llegó a la oficina, su mal humor era evidente. Caminaba de manera tensa, con los ojos clavados en el suelo, como si el peso de su situación con Brenda le sumiera en un abismo del que no podía escapar. De pronto, el trabajo, que solía ser su refugio, se había convertido en una carga molesta. Algo que debía soportar a regañadientes.Aurora, lo notó de inmediato. Apenas lo vio cruzar la puerta, supo que sería un día horrible. Cuando Haidar estaba de mal humor, todo el equipo lo sufría. Era como si su jefe se transformara en un ogro, y ese lunes no sería la excepción.—Señor, tiene pautadas tres reuniones en la tarde y, dentro de media hora, un encuentro con...Aurora
Haidar tenía un dolor de cabeza insoportable, y no solo era por haber dormido apenas cuatro horas, si acaso, sino también por la noticia que lo había dejado completamente impactado y, para ser sincero, vulnerable. La revelación pública de su verdad, algo que había tratado de manejar en privado, ahora estaba en boca de todos. Sentía que el mundo se le venía encima.Sin perder tiempo, Haidar tomó su teléfono y llamó directamente al encargado de relaciones públicas de la empresa. Necesitaba que se hicieran cargo de la situación cuanto antes. Al otro lado de la línea, el encargado respondió con profesionalismo. Durante la llamada, le preguntó abiertamente si aquella noticia era infundada, una simple mentira que pudiera desmentir. Para sorpresa del encargado, Haidar admitió que todo era cierto.—Entonces, señor, con todo respeto, le recomiendo que dé una rueda de prensa —dijo el hombre con un tono serio, pero respetuoso—. Admita lo que se dice o confirme los hechos. Explique su versión de
Madelaine llegó al piso con la esperanza de animar a Brenda, pero al acercarse a la habitación, la encontró acurrucada en la cama, con lágrimas rodando por su rostro sin cesar. Brenda no dejaba de llorar, y el sonido ahogado de su llanto llenaba el lugar. Madelaine suspiró profundamente, sentándose al borde de la cama. Con suavidad, comenzó a acariciar la espalda de su amiga en un intento por consolarla.—Sé que te sientes terrible por todo lo que está pasando, Brenda —comenzó con voz dulce—, pero una vez más te recuerdo que tienes mi apoyo y comprensión. Estoy aquí para ti, si me lo permites. Ahora lo único que deseo es hacer algo por ti, cualquier cosa que pueda mejorar tu estado de ánimo.Brenda suspiró, secándose las lágrimas con la manga de su pijama.—Haidar… Lo primero que hizo esta mañana fue levantarse y marcharse al trabajo. Ni siquiera nos vimos. Se fue como si nada —dijo, con voz rota.—¿No es eso lo que quieres? —preguntó Madelaine con cuidado—. Que te deje tranquila y se