Mientras Alexandra dormía, su sueño pronto se tornó en una pesadilla oscura, una recreación vívida de los momentos más dolorosos de su vida. Aquellos recuerdos que llevaba enterrados profundamente en su corazón comenzaron a emerger con fuerza, reviviendo aquel fatídico día que había marcado su alma para siempre.Alexandra estaba en la cocina de la mansión Abdelaziz cuando sonó el teléfono principal. Con rapidez, atendió la línea, como era su costumbre.—Familia Abdelaziz, ¿con quién hablo?—Alexandra, soy Abdul —respondió el hombre al otro lado de la línea—. ¿Podrías decirle a Amira que quiero hablar con ella? Es algo importante.—Por supuesto, señor. De inmediato le aviso a su esposa para que lo atienda.Alexandra colgó y fue en busca de Amira, quien descansaba en su habitación. Al informarle que Abdul estaba en la línea, la mujer se apresuró a tomar el teléfono con una sonrisa en el rostro. Su voz estaba llena de calidez y amor mientras hablaba con su esposo.—Hola, cariño. Qué sorp
La mañana llegó, pero Alexandra no se sentía como siempre. Esa pesadilla que había tenido la noche anterior seguía fresca en su mente, como si cada detalle estuviera grabado en su piel. A pesar de haber despertado hace horas, el recuerdo del pasado pesaba sobre su pecho, opacando cualquier intento de normalidad.Se levantó, se duchó y se vistió con la esperanza de que la rutina diaria la ayudara a distraerse. Pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Amira colgada del techo volvía a su mente como un fantasma que no estaba dispuesto a dejarla en paz. Suspiró profundamente, tratando de calmar su mente antes de bajar a la cocina, donde Brenda ya estaba despierta.Brenda, con su barriga prominente, estaba sentada tranquilamente en la mesa, tomando una taza de té caliente. Cuando vio a Alexandra entrar, le dedicó una sonrisa cálida.—Buenos días, Alexandra. ¿Dormiste bien? —preguntó con amabilidad.Alexandra intentó sonreír, pero sabía que su esfuerzo era débil. No quería que Brenda
Jamal le dio una palmada en el hombro a su amigo mientras Haidar lo miraba con nerviosismo. Sabía que no había vuelta atrás. Ahora sí estaba decidido a contarle a Brenda sobre su pasado. No podía dejar que Marlene, quien había estado ausente y sin dar señales de vida, reapareciera y le dijera todo por su cuenta. Eso solo lo empeoraría. —Serás sincero desde el principio, y eso es lo mejor que puedes hacer. No hay duda de eso —dijo Jamal, con un tono firme y alentador. Haidar asintió, dejando escapar un suspiro. —Sí, sé que debí hacerlo desde hace mucho tiempo, pero ahora sí estoy completamente seguro. Confío en Brenda… confío en que ella no me juzgará ni se sentirá traicionada —respondió, aunque su voz revelaba un atisbo de incertidumbre. Jamal asintió con la cabeza, compartiendo la confianza de su amigo. —Hazlo cuando te sientas listo, pero no lo postergues más. Es hora de cerrar ese capítulo de tu vida. —Tienes razón. Gracias por venir, Jamal —dijo Haidar, con un leve gesto de
Haidar estuvo recorriendo la habitación que ocuparían los trillizos y de alguna manera pudo evocar aquel tiempo en el que también su padre se encargó de preparar la habitación para la llegada de la pequeña Olivia, su difunta hermanita. Se le hizo un nudo en la garganta al recordar el momento, y más recordando también a Alexandra, quien le contó sobre su pesadilla.Repasó con las yemas de sus dedos el borde de una de las tres cunas y suspiró. ¿Era posible que lo que tanto temía ocurriera de nuevo? ¿Y si Brenda también tomaba la decisión de dejarlo? Pensar en eso lo aterraba mucho. Pero ya tenía que enfrentar la realidad; no podía ocultarlo más. Tal vez ser sincero pondría fin a lo que aún no necesitaba un punto y final, pero tampoco tenía opción de dejarlo en puntos suspensivos. —Haidar, estás aquí. Creí que estarías en tu despacho, pero te encontré aquí en la habitación de los trillizos. Él dirigió la mirada de inmediato hacia Brenda y se obligó a deslizar una sonrisa, como si nad
Haidar conducía rápidamente por las calles iluminadas de la ciudad, con Brenda inconsciente en el asiento del copiloto. Su corazón latía con fuerza, había miedo, ese que invadía por completo. Cada segundo que pasaba parecía eterno, y la sola idea de perderla lo aterrorizaba. —Brenda… lo siento tanto… —murmuraba, como si ella pudiera escucharlo—. No puedo creer lo que hice. Todo esto es culpa mía… —Su voz se quebró al pronunciar esas palabras.El árabe no podía evitar recordar los últimos minutos antes de que Brenda se desmayara. Su rostro lleno de dolor, su voz quebrándose al escuchar la verdad, y luego, su cuerpo cayendo sin respuesta. La imagen lo perseguía como un fantasma, y la culpa lo golpeaba sin piedad. ¿Cómo había permitido que todo llegara a este punto? Cuando llegaron al hospital, Haidar se apresuró a bajarla del auto y entrar corriendo, pidiendo ayuda con urgencia. Los médicos actuaron con rapidez, y Brenda fue llevada de inmediato a una sala de emergencias. Haidar, sin
Haidar empujó lentamente la puerta de la habitación en la que Brenda se encontraba. El sonido era apenas un susurro, pero para él resonó como una tormenta en su mente. Cuando ingresó, sus ojos se posaron de inmediato en la figura de su esposa, reposando en aquella cama de hospital. Su pálido rostro y su aparente fragilidad lo golpearon como una bofetada. Era la misma mujer a la que había prometido proteger, amar y cuidar… y ahora estaba allí, porque él había fallado estrepitosamente.El aire en la habitación se sentía pesado, como si las paredes mismas lo juzgaran por sus errores. Su respiración era irregular, y los pasos que lo acercaban a Brenda no tenían la firmeza que siempre lo había caracterizado. Esa seguridad que era tan suya lo había abandonado por completo.—Brenda… —pronunció su nombre en un susurro apenas audible mientras se acercaba. Sentía que el suelo temblaba bajo sus pies, o tal vez era su propio cuerpo, sacudido por la culpa y el miedo—. Perdóname... lo siento tanto,
A la mañana siguiente, Brenda obtuvo el alta y ya podía regresar a casa. Sin embargo, ella ni siquiera sabía qué iba a hacer con su vida. Se sentía demasiado confundida y afectada por toda esa situación complicada. Era como si, de pronto, todo se hubiera destruido y caído a pedazos como un castillo de naipes.Cuando menos lo esperaba, apareció Madelaine. Al verla, Brenda sintió una inmensa alegría. Tener a su mejor amiga en ese momento era como un bálsamo para su corazón herido.Madelaine llegó rápidamente hasta ella y la envolvió en un abrazo cálido, justo lo que Brenda necesitaba. Ella se aferró a su amiga como si su vida dependiera de ello y no se apartó hasta varios segundos después. —Madelaine... —susurró Brenda con la voz quebrada. —Jamal solo me contó que te desmayaste y que te atendieron de emergencia, pero no sé la razón. No me comentó el motivo por el cual te pusiste así. ¿Podrías decirme qué es lo que sucedió? —preguntó Madelaine con preocupación.Brenda se quedó en silen
Cuando Brenda llegó al piso, se sentía totalmente agotada. Aunque había pasado bastante tiempo postrada en aquella cama de hospital, el cansancio físico no parecía haber desaparecido. Su cuerpo seguía atrapado en una sensación de agotamiento persistente que dominaba cada fibra de su ser. Pero más allá del cansancio físico, lo que realmente la desgastaba era el peso emocional que llevaba consigo.Nada más cruzar la puerta, fue recibida cariñosamente por Marilyn y Alexandra. Ambas mujeres no tardaron en rodearla con dulzura, abrazándola cálidamente.—Me alegra tanto que estés de vuelta en casa, Brenda —susurró Alexandra con una sonrisa sincera.—Sí, yo también estoy más tranquila al verte aquí. De verdad, estaba muy preocupada por ti —añadió Marilyn, tomándole una mano con afecto—. ¿Cómo te sientes?Si Brenda fuera completamente honesta, habría dicho que se sentía fatal, como si le hubieran arrancado algo de su interior y luego la hubieran arrojado a un abismo sin salida. Pero, en lugar