Capítulo 4: La Primera pelea.

      

    HOSPITAL DE CHICAGO.

     —Buenos días doctor.

     —Buenos días.

     —Doctor la joven que atropelló, debe estar por despertar.

     —Ya voy a verla, pero primero voy a darle una vuelta a mis pacientes, así le doy más chance para que duerma.

     Ya terminé con mi ronda de visitas, ahora sí, voy a la habitación de la señorita.

     —Buenos días señorita.

     —Doctor porque es tan formal, llámame por mi nombre, Sophie, no se le olvide me llamo Sophie.

     Hice como si no hubiese escuchado el comentario.

     —¿Cómo se siente?

     —No sé que me pasó anoche, la enfermera me puso un analgésico y me quedé profundamente dormida, hasta hace unos minutos que desperté.

     —Eso es bueno, así descansa, ¿cómo están los dolores?

     —Un poco mejor, pero aún me duele en ciertos lugares del cuerpo, como aquí.

     Se levanta la blusa y me enseña su abdomen, pero la levanta tanto que se le ve todo el brassier, me quedo atónito porque no esperaba esto; de repente siento unos brazos que me rodean, abrazándome por la espalda.

     —Buenos días amor.

     Volteo y miro mi carita de ángel, se inclina en la punta de sus pies, (yo soy mucho más alto que ella) y me da un ligero beso en los labios.

     —Hola amor, ¿cuándo llegaste?

     —Estoy llegando, te vine a buscar para que me acompañes a desayunar.

     En ese momento me doy cuenta que la señorita Sophie cambia de gesto, su rostro se transforma, baja su blusa y mira a Brianna con ira; en su mirada noto un destello que no me gusta, las cosas están tomando otro matiz, ojalá que Brianna no se haya dado cuenta, en eso siento su mano que se aferra a mi brazo y mira a Sophie.

     —Disculpe señorita, esos gestos de cariño siempre suceden cuando nos  vemos, no me aguanto y tengo que besarlo, amor sigue examinando a la señorita, no te voy a interrumpir, yo te espero.

     —Ya terminé, señorita usted está muy bien, todos los exámenes salieron perfectos, voy a firmar su salida del hospital. Vamos amor.

     Brianna se me guinda del brazo, así caminamos por todo el pasillo.

     —¿Dónde quieres desayunar?

     —Vamos al cafetín, no dispongo de mucho tiempo, tengo que ir a la universidad.

     Brandon, no me gusta esa mujer, no me gusta su mirada, no me llames loca, pero no me gusta, no creas que no me di cuenta la manera como me miró cuando te besé, no le gustó en lo absoluto, me vio con odio.

     —Cuando me llamas por mi nombre, me asustas.

     —Brandon te estoy hablando en serio, esa mujer quiere algo contigo.

     —Bebé por Dios si apenas la conozco, estás viendo fantasma donde no los hay.

     —El tiempo que tiene conociéndote no tiene nada que ver, Brandon te estaba enseñando los senos.

     —Amor tenía Brassier.

     —Brandon si llego unos minutos después, se quita el brassier y tú,  alelado viendo sus melones.

     —¡No puede ser!, estás celosa 

     —Sí, estoy celosa, acaso no puedo.

     —Sí mi amor, me encanta que estés celosa, lástima que estamos en el hospital, si no te besara.

     —!Ajá! Aquí no, pero tú sí puedes besarme en la universidad delante de todos mis compañeros.

     —Ven acá, si me despiden es culpa tuya.

     Me gusta cuando Brandon  me besa así, me levanta el mentón y me besa con mucha dulzura.

     —¿Contenta? ¿Satisfecha?

     —Contenta sí, pero no satisfecha.

     —¿Quieres que repita el beso?

     —Aquí no, además allí viene mi padrino.

     —Brianna hija, que raro  tú por aquí.

     —Vine a desayunar con Brandon.

     —Así es, no descuide su ganado, Brandon y la muchacha que atropellaste,  ¿todavía está en el hospital?

     —Ya le di el alta.

     —¿La examinaste antes de irse?

     —Estaba en eso cuando llegó está señorita, no pude continuar,  bueno tampoco era necesario.

     —Claro que no pudiste, te asustaste todo cuando me viste, padrino te cuento que la mujer se subió toda la blusa, le estaba enseñando los senos y él estaba que se le caía la baba viendo los melones.

     —No me digas, entonces la mujercita se las trae.

     —Papá, lo que pasa es que está celosa, nunca la había visto así.

     —Porque nunca me habías dado motivos.

     —Eso que pasó hoy tampoco es un motivo, sólo estaba examinando a una paciente, te amo bebé, eso tú lo sabes bien.

     —Los voy a dejar, tengo una cirugía, espero que arreglen sus peleas, conversen muchachos, respeten y tengan confianza el uno por el otro, esa es la base de una buena relación, hasta luego ahijada.

     —Hasta luego padrino.

     —Bebé, recuerda que este fin de semana, nos vamos con los amigos de paseo.

     —Sí amor, ¿cuántos vamos?

     —Vamos seis, más él capitán, nos vamos a quedar en una isla que nos recomendaron, en la noche hay mucha diversión, necesitamos un respiro, yo he estado full de trabajo y tú muy ocupada con tus estudios y tus labores sociales, casi no tienes tiempo para mí, me tienes abandonado.

     —No digas eso, yo te llamo todas las noches.

     —No quiero sólo llamadas, necesito esto que hicistes hoy, que me sorprendas, por supuesto sin los celos.

     —Bueno lo tendré en cuenta, de ahora en adelante me tendrás aquí en el hospital, cuando menos lo esperes y sin avisar, después no te quejes, me voy amor, tengo una prueba, te amo.

     —Hasta luego amor, ven dame un beso de despedida.

     —,¿Aquí? Si me acabas de decir que este es tu sitio de trabajo.

     —Solo te estoy pidiendo un beso corto, no de esos que me roban el aliento.

      —Jajaja eres un loco, pero te amo.

     Me inclino un poco y le doy un piquito.

     —Pórtate bien, mira que te estoy vigilando.

     Le sonrió y se va dejándome el sabor de sus besos, aunque sean muy cortos, después de tomarme mi café me voy al consultorio.

     —Buenos días Elena.

     —Buenos días doctor, ya veo que viene muy contento, ya escuché por ahí que desayunó con su novia.

     —¡Caramba! en este hospital si hay chismosos.

     —Así es, acá no hay nada oculto, todo se sabe, además su novia es muy simpática y le cae muy bien a todos.

     Doctor allá afuera está una señorita que quiere hablar con usted.

     —¿Tiene cita para hoy?

     —No, pero ella insiste en que no puede esperar, tiene que ser hoy, me dijo que le urge hablar con usted.

    —Está bien, hazla pasar.

     —Hola doctor.

     Reconozco esa voz, levanto la mirada y allí está, ahora sí la puedo ver sin ningún apuro, tiene el pelo rojo, largo, más abajo de los hombros, es una mujer hermosa, con una mirada desafiante, muy pícara y una sonrisa que invita a la seducción.

     —Señorita, ¿qué hace aquí? Ya le di el alta, creí que ya estaba en su casa descansando.

     —Sí lo sé, pero necesito de usted un gran favor.

     —¿Usted dirá?

     —Me da pena pedirle esto, pero me he dado cuenta que usted es un hombre muy humano, por eso me atreví a presentarme en su consultorio.

     Ya está mujercita me está inquietando, si Brianna se entera que está en mi consultorio, me voy a meter en grandes problemas, pero tengo que escucharla, no puedo sacarla de aquí.

     —Por favor necesito que me ayude a conseguir un trabajo aquí en el hospital; ahorita estoy desempleada, por eso ocurrió el accidente, venía distraída pensando que no tengo trabajo; tengo a mi cargo una tía, ella es una persona mayor, está enferma y ya no puede trabajar, por lo tanto toda la carga de la casa es mía, tengo que comprarle sus medicinas y su alimentación, estoy desesperada no sé cómo hacer, 

     —Tengo amigos que tienen negocios, déjeme consultar con ellos para  ver si necesitan empleadas.

     —Disculpe doctor, pero yo quiero trabajar aquí en el hospital, siempre desde niña me ha gustado este ambiente, he pensado hacer un curso de enfermería, por eso quiero si es posible conseguir un trabajo aquí.

     —Déjeme ver qué es lo que puedo hacer por usted, no le garantizo nada, tengo que averiguar si hay alguna vacante, déjele su número de teléfono a la enfermera y así le avisamos si hay algo disponible.

     —No, mejor deme el suyo, usted es un hombre muy ocupado y seguro no va a tener tiempo para llamarme, como yo soy la interesada, pues yo lo llamo y así le recuerdo.

     —El problema es que mi número personal no acostumbro a darlo, pero si le puedo dar el del consultorio, usted me llama en horas de trabajo y yo  le informo, si estoy atendiendo un paciente mi enfermera se encargará de informarle.

     —Como usted diga doctor, en otra ocasión me gustaría tomarme  un café con usted para agradecerle.

     —No es necesario aún no le he conseguido el empleo, ahora sí me disculpa necesito atender a mis pacientes.

     —Perdon doctor, no le quito más tiempo, gracias, yo lo estaré llamando.

     —Buenos días señorita.

     La enfermera al verla salir, me queda mirando.

     —Mi querido doctor, tenga cuidado, estuve escuchando la conversación, esa mujer no tiene cara de estar preocupada porque no tiene trabajo, si fuese así le hubiese aceptado lo que usted le ofreció, de conseguirle trabajo con sus amigos, pues no quiere, porque ella prefiere trabajar aquí, todo es porque quiere  estar cerca de usted, eso se nota a leguas;  usted de seguro se comió el cuento que quiere ser enfermera, pues yo no me lo comí.

     Doctor esa mujer quiere con usted, por casualidad, ¿ella es la mujer que usted atropelló?

     —Sí, ella es.

     —Escuché a una enfermera hablando con otra, le estaba contando que esta señorita pretendía que usted se quedara con ella, tenga cuidado mi doctor, esa mujer es peligrosa, usted tiene novia así que no busque problemas.

     —Lo que menos quiero es tener problemas con mi novia.

     —Entonces trate de alejarse de esa mujer, lo más lejos que pueda, yo que se lo digo, conozco muy bien a las de su calaña, yo me crié en un barrio y sé la clase de mujeres que hay allí, con esto no quiero decir que todas las mujeres de barrio son malas, no, le repito que yo me crié en uno, pero todo depende de los principios y valores de la familia, pero a ella le vi en los ojos que no es buena.

     Ya sabe doctor, mosca, no se deje llevar por la apariencia, usted es muy inteligente, pero perdone lo que voy a decirle, usted no tiene malicia, no conoce calle, fácilmente lo pueden engañar.

     —Gracias Elena por tu consejo, yo amo a mi novia, no creo que la pueda engañar.

     ¿Cómo sabes que ella vive en un barrio?

     —La enfermera que la recibió me lo dijo, no lo hizo por chisme, lo hizo porque ella sabe que lo aprecio y me puso en alerta.

     Doctor está clase de mujeres son muy hábiles, si usted se descuida, ella lo mete dentro de sus sábanas, mosca doctor, mosca. 

     Me retiro del consultorio, pero voy a volver, estoy muy molesta, la bendita enfermera siempre rondando, con el oído atenta a todo lo que hablamos, ella se cree que no me di cuenta; de seguro ya  le vinieron con el chisme que yo soy la mujer que atropelló el doctor con su auto, por ahora doctorcito no pude conseguir tu número de teléfono, pero no me voy a rendir, claro que te voy a llamar, no creas que te me vas a escapar, tú vas a ser mío, eso le puedes poner firma, no me importa que tengas novia, ella no es competencia para mí, no ha nacido la mujer que pueda conmigo, ahora me voy a retirar, pero muy pronto vuelvo, te voy a dar una gran sorpresa, hasta ahora nadie ha rechazado a Sophie Smith y tú no serás el primero.

     Juro, por ese sol que me alumbra que en pocos días estaré trabajando acá y muy cerca de ti, la que ahora es tu novia muy pronto será tu pasado, tú serás mi futuro esposo, cueste lo que me cueste.

     

     

     

   

     

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