Capítulo 3: El accidente.

     HOSPITAL DE CHICAGO.

     —¡Dios! Está operación fue un poco complicada.

     —Gracias colega, gracias por ayudarme, yo sabía que tú eras el hombre para esta operación, gracias a ti pudimos salvarle el riñón.

     —Para eso estamos hermano para ayudarnos, ahora me voy tengo un compromiso en la casa de mis suegros, ya es tarde.

     En efecto, ya es de noche, me cambio rápidamente y me voy al estacionamiento 

     —Tanto que le pedí a mi bebé que no llegara tarde a la cena, ahora resulta que soy yo quien va a llegar retardado.

     Tengo que apurarme, gracias a Dios no hay mucho tráfico, ya salí del estacionamiento, ahora voy a tomar la avenida principal.

     —Ahora sí, lo que faltaba mi teléfono está sonando, pero no sé dónde lo puse, allí está con el apuro lo tire en el piso del auto.

     Bajo la vista hacia el piso, me inclino para tomar el teléfono que no deja de sonar cuando escucho un fuerte grito.

     —¡Dios que hice! ¿A quién golpeé con el auto?

     Me bajo rápidamente del auto y corro hacia la parte de adelante, allí tirada en el pavimento veo a una joven.

     —¿Señorita, señorita se siente bien?

     —Me duele todo, creo que se me fracturó el brazo.

     —Déjeme ver, yo soy médico.

     Le sujeto el brazo, la examino y me doy cuenta que todo está bien, no hay fractura.

     —Señorita, gracias a Dios, todo está bien; sin embargo, para mí tranquilidad y la suya me gustaría llevarla al hospital donde trabajo, para que le tomen unas radiografías, dígame su nombre por favor.

     —Me llamo Sophie, si usted lo cree necesario, lléveme donde usted quiera.

     —Por favor se puede sujetar de mi brazo para levantarla del suelo.

     La joven no se sujetó de mi brazo, pasó su brazo por mi hombro y se pegó a mí.

     —Disculpe doctor, pero me duele todo, ¿me puede cargar?

     —Claro, no hay problema.

     La cargo y la coloco en el asiento delantero, subo al volante y aceleró para llegar lo más pronto posible al hospital; según mis conocimientos no tiene nada, pero es mejor estar seguro, al acelerar me sujeta del brazo y se pega más de mí.

     —Doctor me duele la pierna.

     —Tranquila ya vamos a llegar, tranquilícese ya estamos llegando.

     Estaciono mi auto frente al hospital, me  bajo del auto y le hago señas al camillero para que traiga una silla de ruedas.

     —Por favor ayude a la señorita, vamos a emergencia.

     —Sí doctor.

     —Doctor, usted se va a quedar conmigo, ¿verdad?

     —Por supuesto, el camillero la va a llevar a emergencia, mientras yo voy a dar órdenes para que le hagan los exámenes que sean  necesarios en este caso.

     El doctor se aleja y yo me quedo con el camillero. Está oportunidad no la puedo desaprovechar, este doctor es bellísimo, se nota que tiene dinero, lo que yo tanto he deseado, Sophie esta es tu oportunidad de salir de la miseria, tengo que sacarle provecho a este accidente, en realidad no fue un accidente más bien fue un susto, pero para mí fue un golpe de suerte.

     El camillero me lleva a una habitación, me ayuda a subir a la cama, en eso suena mi teléfono.

     —Por favor me puede dar mi bolso.

     El camillero me entrega el bolso, espero que él salga de la habitación para contestar la llamada.

     —Sophie, ¿dónde andas?

     —Katty te cuento que he conocido al macho más bello, que jamás mis ojos habían visto.

      —Sophie,  tú siempre con tus cosas, dime de una vez en  donde estás.

     —En el hospital.

     —¿En el hospital? ¿Y qué diablos haces tú en el hospital?

     —Un doctor me atropelló con su auto.

     —¿Qué, estás bien?

     —Perfectamente, el auto no me tocó, sólo grité del susto cuando ví el automóvil cerca, las piernas me fallaron y caí al suelo.

     —Entonces, ¿qué haces en el hospital?

     —Katty quién me atropelló es un doctor de este hospital, amiga está buenísimo, este no se me escapa.

     —Te he escuchado varias veces decir lo mismo y al final terminas con el pobre de Cristian, ¿qué piensas hacer? 

     —Por ahora me van hacer unos exámenes y luego veré que se me ocurre para quedarme unos días aquí, voy hacer todo lo posible para que él me acompañe.

     —Tú de verdad te volviste loca, recuerda que es doctor, por lo tanto no lo puedes engañar.

      —No me subestimes chiquita, tú verás que si me quedo, te llamo más tarde, ya me vienen a buscar para hacerme los exámenes.

     —Señorita, ellos la vienen a buscar para llevarla a rayos x.

     —¿Usted no viene conmigo?

     —Yo la espero por aquí.

     Voy a aprovechar que el camillero se llevó a la señorita, tengo que  llamar a mi hermosa, debe estar preocupada porque aún no he llegado a la cena.

     —Amor.

     —Vida,  ¿qué pasa, por qué no has llegado?, te estamos esperando para cenar, tus papás ya están aquí.

     —Amor discúlpame se me presentó un problema, saliendo del hospital atropellé a una muchacha con el auto.

     —¿Qué?

     —No te asustes, ella está bien, ahorita le están haciendo unas radiografías sólo por descarte, pero yo la veo bien.

     —Que broma, quieres que vaya para acompañarte.

     —No es necesario en cuanto le hagan los exámenes me voy para tu casa, espérame, necesito verte, hoy he tenido un día muy pesado, necesito que me abraces para que me ayudes a calmar mi estrés.

     —Está bien amor, acá te espero.

     —Chao amor, ya viene la muchacha.

     —Me llamas si se presenta una emergencia y no puedas venir.

     —Amor te dije que voy a verte, explicales a mis papás y a mis suegros lo que me pasó, pueden cenar sin mí, en cuanto me desocupe salgo para allá.

     —Okey mi amor,  yo te espero para cenar, un beso.

     —Doctor acá tiene las placas.

     —Vamos a ver, señorita gracias a Dios, todo está bien, no hay problema, puede irse tranquilamente a su casa.

     —Doctor, pero  me duele mucho el cuerpo.

     —Puede ser la caída.

     —Con este dolor no me puedo ir a mi casa, mi tía se puede asustar.

     —Está bien, voy a dar órdenes para que la acomoden en una habitación, puede pasar aquí la noche.

     —¿Usted se queda conmigo? Lo digo por si sucede algo.

      La enfermera que está cerca escuchando todo, me sonríe e inmediatamente sale en mi auxilio.

     —No se preocupe doctor usted puede irse,  ya vamos a ubicar a la señorita en una habitación, puede retirarse sin preocupación, cualquier cosa nosotros le avisamos.

     —Okey, buenas noches señorita, la dejo en buenas manos.

     La enfermera se da cuenta de la cara de desagravio que puso la paciente, me hace señas para que me retire, doy media vuelta y me voy de allí.

     MANSIÓN DE LOS RAYTON.

     —Buenas noches amor.

     —Buenas noches vida, ¿qué pasó con la muchacha que atropellaste?

      —Después te cuento, ahora vamos a cenar tengo mucha hambre, pero antes dame un beso, necesito un abrazo.

     —¡Mi madre! Estás muy sensible.

     —Cuando estoy contigo me pongo así, ven acá.

     La tomo en mis brazos y la beso hasta saciarme,  bueno saciarme no, porque jamás puedo saciarme con sus besos, siempre quiero más.

     —Tortolos dejen eso para después,–es el papá de Brandon que llega a la sala- hijo te estamos esperando para cenar. Brianna nos explicó lo que te pasó, preferimos esperar a que llegaras.

     En la mesa nos sentamos uno al lado del otro para besarnos cada vez que podemos, no me canso de besar sus manos, sus ojos color miel, su frente, su pelo.

     —Brandon, nos informó la ahijada de una muchacha que atropellaste, ¿cómo la dejaste?

     —Todo está bien, gracias a Dios no hubo consecuencias.

     —¿La enviaste a su casa?

     —No, se quedó en el hospital a pasar la noche.

     —¿Y eso por qué?, si me estás diciendo que todo está bien.

     —Ella se quejó diciendo que le dolía todo el cuerpo y para evitar consecuencias decidí dejarla una noche.

     —Hiciste bien, así te cubres la espalda, en caso que quiera denunciar.

     —Amor está sonando tu teléfono.

     —Es del hospital, voy a  contestar.

     —Aló, dígame.

     —Doctor disculpe, pero la muchacha que usted atropelló está empeñada en hablar con usted.

     —Está bien, ponla al teléfono.

     —Hola doctor.

     —¿Cómo está señorita?, ¿qué pasa, se siente mal?

     —Doctor necesito que venga.

     —Señorita, disculpe pero ya terminó mi guardia, allí están las enfermeras, ellas están preparadas para atenderla.

     —Pues yo quiero que venga usted, me duele mucho el cuerpo.

     —No se preocupe ya vamos a resolver, pásame a la enfermera por favor.

    — Claudia, pásale un analgésico y un sedante para mantenerla dormida por varias horas, yo voy mañana a verla.

     —Okey doctor.

     Cuando termino de hablar por teléfono, veo la cara de Brianna, que me está mirando con malos ojos.

     —¿Por qué quiere que seas tú quien vaya a verla? Acaso en el hospital no hay más doctores.

     —Me imagino que como yo fui quien la atropelló, se cree con derecho a llamarme a mí, me dijo que le dolía todo.

     —Esto me suena muy raro, ¿cómo es la muchacha?, ¿cuántos años tiene?

     —Amor, ¿estás celosa?

     —¿Tengo que estarlo?

     —No, jamás, respondiendo a tu pregunta, debe tener de veinte a veintiún años.

     —¿A qué hora vas a verla?

     —A la hora que empiece mi rutina para ver a mis pacientes.

     —Que yo sepa, ella no es tú paciente,  a menos que se le haya dañado un riñón.

     —Amor la estoy atendiendo porque yo fui quien la atropelló, por culpa mía está hospitalizada.

     —Acabas de decirle a mi padrino que ella está bien, que no le pasó absolutamente nada.

     —Así es amor, pero tengo que estar al pendiente.

     —Si no tienes inconveniente, mañana voy al hospital, a la hora que empieces tu rutina estoy allá.

     —Bebé, ¿qué pasa? Es la primera vez que te veo con tanta desconfianza con una de mis pacientes, ¿estás dudando de mí?

     —No amor, de ti no dudo, pero no me gusta su insistencia para verte, ¿es bonita? 

     —En realidad no me di cuenta.

     —Brandon por favor, no me creas tonta.

     —Amor te juro que no me detuve a mirarla, en ese momento lo que estaba era asustado, es la primera vez que atropello a alguien y espero que sea la última.

     —Sin embargo, me dijiste que tenía veintiún años.

    —No lo aseguré, pero por allí va la edad, amor es la primera vez que me haces una escena de celos.

     —Espero que sea la última.

     —Amor te amo, eso quiero que lo tengas presente, mi corazón te pertenece desde que eras una adolescente, yo si me moría de celos imaginándome que tú estabas divirtiéndote con tus amigos, mientras yo estaba a muchos kilómetros de distancia, había noches que no podía dormir pensando que otros te hablaban de amor y yo no podía hacerlo; por eso trate de hacer la carrera en el menor tiempo posible, para estar contigo.

     —Yo también te amo mucho, siempre contaba los días cuando se acercaban las vacaciones, para verte, para ver al amigo que se fue a estudiar bien lejos de mi, pero que mi corazón no dejaba de latir cuando lo veía.

     —Ven vamos al jardín, lejos de las miradas de todos.

     Nos vamos al jardín, para abrazarnos y besarnos una y mil veces.

     —Amor, ya quiero tenerte para mí.

     Mientras habla sus labios recorren mis hombros desnudos, y sus dedos acarician mi espalda.

     Cuánto lo amo, pero esta noche en particular, siento como un ligero susto en mi estómago, mi corazón por un instante se detiene, para luego comenzar su marcha, como si presintiera que algo malo está por pasar, aún no logro discernir lo que pueda ocurrir; sin embargo, mi cerebro ya colocó la luz roja, tengo que estar alerta, aún no sé las razones, pero está opresión que siento en el pecho jamás la había sentido, yo no dudo de su amor, nos amamos desde hace muchos años, nos amamos en silencio, a distancia, pudimos superar todo eso, la distancia y el tiempo solo fortaleció nuestro amor, pero ahora siento como un presentimiento que no puedo borrar de mi mente. 

     

     

     

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