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La Tutora del Mafioso
La Tutora del Mafioso
Por: Lyrda Alaz
Capítulo 1: El heredero de la mafia     

El auto negro de vidrios tintados entra en la propiedad con una lentitud cautelosa. No es normal que una mansión de esa envergadura tenga las puertas abiertas sin seguridad en ninguna parte, pero Barzini sabe que no es así, por eso va tranquilo frente al volante, es su compañero que va adelante quien tiene miedo.

Renatto Corleone no es de los que deje nada al azar.

Cuando llegan al frente de la casa, dos grupos de ocho hombres cada uno rodean los autos, ve cómo sacan a su compañero y lo lanzan al suelo, en cambio él baja sin temor y ve al hombre que lo apunta a la cabeza.

—Traigo una joya preciosa para tu jefe.

—¡Es mejor que te vayas, esta casa es propiedad privada! —Barzini solo sonríe y mira a su alrededor, ubicando a su primo en la entrada, quien observa con curiosidad. 

—¡Riccardo! —lo llama y el hombre abre los ojos—. Traje lo que te prometí.

—¿Es en serio? —le dice acercándose al auto. Armin abre la puerta y Riccardo mira a los ojos del niño frente a él.

—No tengas miedo, aquí estás seguro y nunca más tendrás que huir —anima al pequeño, sin embargo, no hay rastro de temor en su mirada.

—Yo no tengo miedo.

Se baja sin ayuda y camina al lado de Barzini sin darle la mano, Riccardo se queda con la boca abierta y camina hacia ellos alternando la mirada entre el niño y su primo. Cuando llega hasta ellos, el niño lo mira con el ceño fruncido, dejando claro a los hombres que él sabe quién es su padre.

—Hola, pequeño, ¿cómo te llamas? —intenta decirle Riccardo, pero el niño solo se cruza de brazos.

—No pienso decirte nada —responde el pequeño y uno de los hombres lo apunta con un arma.

—¡Ten más respeto, mocoso! —antes de que Riccardo reaccione, una voz oscura se oye como un trueno.

—¡¿Qué está pasando aquí?! —el hombre levanta el arma hacia arriba, un tiro al cielo se escapa y su puño impacta en la nariz—. ¡¿Qué les he dicho acerca de apuntar niños?! ¡Maldita sea, son el futuro!

—Tampoco es que le tuviera miedo —dice el niño, el hombre se gira para mirarlo por primera vez y se queda helado—. Hola, mi nombre es Renatto Alonzo Carnaggio. Tú debes ser mi padre.

—¿De dónde…? —pregunta consternado el hombre y mira a Barzini. En respuesta hace un gesto y sacan del auto a Loretto, la madre del niño. En ese momento el hombre recupera su postura severa y peligrosa, aquella m*****a mujer lo dejó como un imbécil frente a toda la ‘Ndrangheta. Dejó de buscarla cuando se dio cuenta de que perder el tiempo por una mujer no era digno de un capo de la mafia, pero ahora que la tiene en frente, todo lo que ocurrió hace más de ocho años sale como la lava de un volcán.

Se acuclilla frente al niño, quien no muestra nada de temor frente a lo que está ocurriendo. Es su rostro en un cuerpo pequeño, aquella expresión dura es la misma que tuvo él cuando era un niño y reconoce que debió pasar por mucho para ser así. Una sonrisa de medio lado se asoma en el rostro del hombre y nadie de los presentes puede evitar la expresión de sorpresa, porque todos saben que él jamás ha sonreído en circunstancias que no sean sanguinarias. Jamás.

—Así que eres mi hijo… yo soy…

—Renatto Corleone, el actual líder de la mafia calabresa —Renatto se ríe, se pone de pie y le toma la mano.

—Al menos mi hijo sí sabía de su padre —dice mirando a Loretto, quien está con una terrible expresión de terror—. Gracias, Armin. Es bueno saber que mi primo sigue siendo leal a la familia aunque esté en asuntos más legales.

—La sangre antes que todo —Barzini le hace una reverencia y camina al auto porque ahí ya no tiene nada que hacer.

Renatto da una señal y todos los hombres salen del camino para dejar que Barzini se vaya. Renatto camina hacia Loretto, sin soltar al pequeño, y le dice.

—¿Creíste que ibas a escapar para siempre de mí? ¿Qué no me iba a enterar de mi hijo? Creí que eras una mujer inteligente, pero veo que me equivoqué.

—Renatto, por favor… entiende que tuve miedo, yo no quise nada de eso, ¡mis padres me vendieron!

—Puede ser que tus padres te vendieran, pero tú llegaste sola a mi cuarto a abrirte de piernas —vuelve a ponerse delante del niño y le pregunta—. ¿Quieres quedarte aquí en Roma con tu madre o prefieres irte conmigo a San Luca?

—¿Te veré seguido?

—No lo creo, porque mi hogar está en San Luca, solo vendría una vez al mes.

—Entonces, me voy contigo.

—¿Estás seguro? ¿No quieres quedarte con tu madre? —el niño mira a Loretto, quien muestra una clara súplica a su hijo para que se quede con ella, porque es la única manera de salir ilesa de todo eso. Pero el niño solo mira a Renatto y le dice.

—Mientras más lejos de esta señora, mucho mejor.

—Tu palabra sea ley, hijo —Renatto se pone de pie, le entrega la mano de su hijo a su gemelo y Riccardo se mete con el pequeño a la casa mientras le promete que podrá elegir su cuarto. Renatto se para frente a Loretto, la mira con un profundo odio y la toma por el cabello de la nuca—. Eres una infeliz, me alejaste de mi hijo todos estos años, m*****a.

—Sólo lo protegí, no quería que tuviera esta vida.

—Mentira, solo querías la garantía de que no te aplastaría cuando te encontrara, pero has sido tan mala madre que mi hijo no dudó en abandonarte para irse conmigo. Ahora me vas a pagar el haberme engañado con dos hombres a la vez.

—Te haces el engañado, pero no eres más que un desgraciado, un monstruo… ¿Crees que no sé de tu amante? Mientras estabas conmigo, te revolcaste con otra —Renatto entrecierra los ojos y ve la satisfacción de Loretto en sus ojos—. Pero no te duró nada, ella también se fue de tu lado, porque no la veo contigo por ninguna parte.

—Ese no es asunto tuyo —gruñe con los dientes apretados.

—¡El gran Renatto Corleone, heredero de la ‘Ndrangheta, abandonado por dos mujeres al mismo tiempo!

Renatto pierde la paciencia y le da un golpe en el rostro que la manda al suelo. Ella lo ve con horror y él acerca su rostro cargado de una expresión siniestra.

—Podría matarte, pero por ser la madre de mi hijo, te voy a perdonar la vida… aunque no creo que de ahora en adelante le puedas llamar así —se incorpora y de un grito llama a uno de sus hombres—. ¡¡Giovanni!! Llama a los Piromalli, diles que les tengo un hermoso regalo para su burdel más lujoso.

—Sí, señor.

—Espera… —Bella se aferra a su pierna, pero Renatto se aparta de ella como si le quemara—. ¡No puedes hacerme esto! 

—Yo puedo hacer lo que quiera con la mujer que me quitó a mi hijo. Deberías estar feliz, después de todo ahora te pagarán por puta, ya no tendrás que hacerlo gratis nunca más.

Renatto se gira sin una pizca de compasión y se mete a la casa, dejando los gritos desesperados de Loretto atrás. Cuando las puertas se cierran, los gritos cesan y él se va directo a la sala, en donde el pequeño permanece de pie, serio y oyendo a su tío bastante animado. Al darse cuenta de su presencia, el pequeño Renatto se gira hacia él y camina con decisión. 

—Quisiera saber si puedo comer algo antes de dormir o también me vas a castigar por decirle la verdad a esa bruja.

—Yo no castigo por decir la verdad… aunque depende de las circunstancias —el niño asiente.

—Aprendo rápido.

—Ya veo… vamos a la cocina, aquí nunca pasarás hambre.

Le extiende la mano al niño y este no duda en dársela. Riccardo se queda viendo la escena con una sonrisa, porque espera que la llegada de su hijo ablande el corazón de su hermano… pero eso no pasará, no aún.

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