El sol se alza sobre San Luca cuando el avión privado aterriza en la pista de la propiedad Corleone. El viaje desde Suiza ha sido largo, pero tanto Renatto como Isabella están ansiosos por regresar a casa. A través de la ventanilla, Isabella observa la extensión de tierra que marca su territorio, la misma que, a pesar de estar envuelta en peligro constante, ahora representa también estabilidad. Una sensación extraña de pertenencia la invade.
Renatto le aprieta la mano con suavidad. No ha soltado su contacto desde que abordaron el avión. Le preocupa que eso pueda afectar su embarazo.
—Ya estamos en casa —dice, con una sonrisa de medio lado.
Isabella asiente, acomodando su abrigo sobre su vientre, que ya acusa la cercanía del parto. La noticia de su embarazo ha cambiado muchas cosas, sobre todo la forma en que Renatto la protege, casi con una devoción absoluta.
Ahora no sólo se enfrenta a enemigos en la mafia, sino también a sus propios miedos
El aire en la mansión de San Luca se siente pesado, cargado de una tensión contenida. Isabella camina de un lado a otro en su habitación, sintiendo cada vez con más intensidad las punzadas en su vientre. Sabe que el momento ha llegado, pero no quiere alarmar a nadie todavía. Sin embargo, su cuerpo la traiciona cuando un dolor más fuerte la hace doblarse ligeramente y soltar un jadeo involuntario.Renatto, que está en la habitación junto a ella inmerso en algunos reportes, se gira de inmediato, sus ojos oscuros reflejan preocupación.—Isabella… —se acerca en cuestión de segundos, sosteniéndola por la cintura—. ¿Estás bien?Ella cierra los ojos por un instante, intentando regular su respiración.—Creo que nuestra hija está lista para conocer el mundo —susurra con una leve sonrisa, pero su expresión se contrae de inmediato cuando otra contracción la golpea.Renatto no pierde el tiempo. Sin soltarla, saca su teléfono y llama al médico que
El amanecer en la mansión de San Luca trae consigo una calma que ha sido extrañamente inusual en sus vidas. La brisa fresca de la mañana entra por los ventanales abiertos, acariciando suavemente los rostros de quienes han pasado la noche en vela.Isabella duerme profundamente en la enorme cama matrimonial, con su pequeña hija en brazos, envuelta en una suave manta blanca. Su expresión es de absoluta paz, un reflejo del alivio y felicidad que siente después de haber dado a luz.Renatto está sentado en un sillón cerca de la cama, observándolas en silencio. Sus ojos, normalmente llenos de dureza y calculo, ahora reflejan algo completamente distinto: ternura, devoción y una emoción que pocas veces se permite sentir.Sostiene un vaso con un poco de whisky, aunque no lo ha probado. No quiere perder ni un solo instante de esa imagen, de esa perfección que se ha instalado en su vida de la forma más inesperada.La celebración por el nacimiento de la nueva heredera de la familia Corleone se ext
La mansión Corleone en San Luca está más viva que nunca. La luz de la mañana se filtra por los amplios ventanales, iluminando el mármol pulido y los lujosos pasillos llenos de historia.Renatto camina con paso firme, su presencia imponente impregnando cada rincón. Los hombres de confianza lo rodean, entregándole informes y asegurándole que su dominio sigue intacto.—El respeto hacia usted nunca ha sido tan fuerte, Renatto —dice uno de los capos, con una leve inclinación de cabeza—. Sus enemigos han aprendido la lección. Nadie se atreverá a desafiarlo nuevamente.Renatto asiente con gravedad. Ha derramado sangre para llegar hasta aquí, ha enterrado su pasado bajo montañas de cadáveres, y ahora su poder es indiscutible. Pero mientras escucha los reportes, su mente no está en las estrategias ni en los negocios. Su mundo ha cambiado. Ya no solo lucha por un imperio, sino por algo mucho más valioso: su familia.Después de finalizar la reunión, Re
El bautizo de Elena se vuelve el acontecimiento del año. Con tres meses de edad, la pequeña se robó las miradas de ternura de los hombres más rudos y poderosos de Italia. Gerardo Bernardini, el elegido como padrino de la princesa Corleone, se tuvo que pelear con Dante para lograr tomarla entre sus brazos, porque se tomó muy en serio lo de ser su protector.Luego de la ceremonia en la iglesia, la que se hizo con la máxima seguridad posible, todos llegaron a la mansión Corleone para el festejo. Carreras de caballos, manos de póker y tiro al blanco fueron parte de las actividades para honrar a la pequeña.—Al menos ellos tendrán un buen recuerdo de este día —señaló Isabella a su esposo—. ¿Por qué no les demuestras que tienes mejor puntería que ellos, amor? En honor a la princesa de la casa.Y lo hizo, pero Dante nuevamente le dio la batalla, aludiendo que, si no era capaz de vencerlo a él, cómo se supone que sería un buen protector.—Tranquilo,
Seis años después…El tiempo ha pasado en la mansión sin que nadie pudiera evitarlo, como una brisa suave que poco a poco ha esculpido el destino de los Corleone.Años han transcurrido desde la última gran guerra que libraron contra Daniel y Viktor. San Luca sigue siendo su hogar, la base de un imperio que se ha fortalecido con los años, pero también ha encontrado un equilibro entre el poder y la paz.El sol baña los jardines de la majestuosa mansión Corleone. La vida ha florecido de una manera que Isabella nunca pensó posible. La risa de los niños resuena entre los árboles, creando un sonido que antes hubiera sido impensable en su mundo.Los gemelos, ahora adolescentes, han crecido bajo la influencia de dos mundos: la oscuridad de la mafia y el amor de su familia. Alain, con su astucia y su carácter noble, se ha convertido en un joven carismático y estratégico, capaz de leer las intenciones de los demás con una facilidad aterr
El auto negro de vidrios tintados entra en la propiedad con una lentitud cautelosa. No es normal que una mansión de esa envergadura tenga las puertas abiertas sin seguridad en ninguna parte, pero Barzini sabe que no es así, por eso va tranquilo frente al volante, es su compañero que va adelante quien tiene miedo. Renatto Corleone no es de los que deje nada al azar. Cuando llegan al frente de la casa, dos grupos de ocho hombres cada uno rodean los autos, ve cómo sacan a su compañero y lo lanzan al suelo, en cambio él baja sin temor y ve al hombre que lo apunta a la cabeza. —Traigo una joya preciosa para tu jefe. —¡Es mejor que te vayas, esta casa es propiedad privada! —Barzini solo sonríe y mira a su alrededor, ubicando a su primo en la entrada, quien observa con curiosidad. —¡Riccardo! —lo llama y el hombre abre los ojos—. Traje lo que te prometí. —¿Es en serio? —le dice acercándose al auto. Armin abre la puerta y Riccardo mira a los ojos del niño frente a él. —No tengas miedo
Adaptarse a la idea de que tiene un hijo a Renatto no le lleva nada, es algo que siempre quiso y si no debe estar con una mujer de por medio es mucho mejor. Porque la descendencia lo es todo en su negocio, eso lo sabe desde pequeño, cuando su propio padre le dijo muchas veces que solo lo había engendrado para tener a los Corleone en el poder. Nunca fue un padre amoroso y, aunque nunca le puso la mano encima a riesgo de que su abuelo se la cortara, tampoco fue el progenitor más amoroso. Y de su madre ni hablar. A la biológica la tuvo hasta los seis años, cuando se enfermó gravemente un día y se la llevaron al hospital, para luego volver tres días después en un ataúd. Por ella supo lo que era el amor de madre, porque de las otras cinco que pasaron por su vida no aprendió nada, además de que las mujeres son un estorbo que grita y llora mucho, ayudan poco y a la primera falta, abandonan. El viaje a San Luca lo hicieron con hermetismo, el más animado fue Riccardo porque para él tener
Si hay algo que Renatto valora de su hermano es que, cuando le pide que haga algo realmente importante para él, Riccardo no se mide en cumplir la orden, por eso no le extraña verlo sentado en su propio despacho (igual de grande que el suyo, porque él jamás lo ha visto ni como lacayo ni como su sustituto) y con un alto de expedientes qué está revisando arduamente. —No te estreses, solo te pedí a la mejor. —Sí, pero no especificaste a la mejor para quién —murmura entre dientes y luego se ríe cuando lanza otra carpeta a la basura—. Tu hijo ha sido muy específico con lo que espera de una tutora, así que se ha vuelto algo complicado. —¿Me estás diciendo que sigues órdenes de un niño? ¡Pero qué bajo has caído, hermano! —No es cualquier niño, es mi sobrino —responde con orgullo—. Además, tú mismo se lo dijiste a nuestro padre, primero tu palabra y segundo la de Alonzo. —Era para joderlo un poco, sabes que tú y yo estamos en el mismo lugar —se sienta frente a él y es casi como si estuvi