MÍA
—¡Despierta, perra!
El chorro de agua desaparece, una bofetada en mi rostro hace que abra lento los ojos y tome una larga bocanada de aire que se siente como volver a la vida.
Me secuestraron hace unas horas. Ahora me transportan a una fábrica abandonada.
—Por favor… —mi voz es ronca, débil y apenas audible—. Suéltenme.
—¿Oíste eso, hermano? Quiere que la soltemos —ríe el segundo, el más alto y fornido, sin mover ni un solo músculo—. Me temo que no podemos hacer eso, preciosa.
Ambos se unen en una risa que eriza cada espacio de mi piel, los latidos de mi corazón se aceleran a un ritmo inestable, mi labio inferior tiembla y se necesita todo de mí para controlarme, siempre he sabido manejar cualquier situación, aunque esto esté fuera de mis límites.
—¡Suéltenme! —grito en un momento de desesperación.
Un nuevo golpe me llega volteando mi rostro, la sangre brota de mi boca y escupo mientras siento que mis ojos se llenan de agua e intento detener la misma niebla que me golpea profundo el pecho.
—No me gustan los escándalos —gruñe uno de ellos.
Me duelen las extremidades del cuerpo, mi cabeza da vueltas y mi rostro me arde de maneras que nunca he experimentado. Uno de ellos, sin decir nada, saca su móvil y comienza a marcar un número, por la manera en la que sostiene el aparato, sé que se trata de una videollamada.
—Hola, señor Grant.
Mi piel se eriza más, cuando registro el nombre que pronuncian, Lance Grant, mi prometido, con quien llevo poco más de cuatro años saliendo, director general de la empresa para la que trabajo, de pronto, toda neblina que me rodea se desvanece y un cálido alivio me avasalla el cuerpo.
Hay un solo pensamiento en mi cabeza, y es que él me va a salvar, lo hará, tiene que hacerlo.
—Tenemos algo que le pertenece —ríe el más pequeño y debilucho.
Enseguida, ponen la cara principal del celular frente a mí, en ese instante lo veo, su cabello castaño alborotado, tiene la camisa arremangada y la corbata mal puesta, ha estado despierto toda lo noche, se le ve en el rostro, sus ojos negros me inspeccionan como si fuera un animal salvaje, una rara especie.
—¿Eres tú, Mía? —pregunta con incredulidad.
No lo culpo, no me he visto en el espejo, pero no hace falta saber que mi rostro debe estar casi irreconocible debido a los golpes.
—Lance —susurro sin aliento.
—Como puede ver, tenemos a su prometida, si no nos da la cantidad que le habíamos dicho, ella muere —me apunta el hombre delgado con un arma que va directo a la cabeza.
Dejo de respirar por un segundo, sin embargo, mis ojos no se apartan del hombre con el que me voy a casar. Él entrecierra los ojos y se acerca más, queriendo ver a través de la pantalla, si realmente soy yo. Hasta que una nueva voz se une de fondo, femenina, suave, una voz que conozco muy bien, Alisa Collins, su secretaria personal.
—No creo que esto sea real, señor Grant —espeta con firmeza e incluso suena demasiado convincente—. La señorita Bennett siempre ha querido llamar su atención con cualquier cosa, es muy terca, seguro que se trata de una broma, estoy segura de que se inventó toda esta historia ciega para engañarlo, no puede caer en sus juegos.
—Pero… —Lance duda sin dejar de inspeccionar mi rostro.
Puedo ver a la mujer detrás de él, solo que no se le ve el rostro, debido que Lance está sentado delante de su escritorio y ella a sus espaldas de pie.
—No puede entregarles esa cantidad de dinero, es absurdo —sigue Alisa—. Tal vez actúe con ellos para después repartirse el botín, ellos son cómplices.
Solo le toma dos segundos a Lance para cambiar la expresión de su rostro, enderezó su postura y enseguida su aura se vio más oscura y penetrante.
—No voy a pagar ningún rescate —dijo en tono hosco—. Sugiero que ya no colaboren más para engañarme.
Su mirada se oscurece, lanzándome dagas de fuego por los ojos, él está enfadado, piensa que todo es un juego y no lo es. Intento hablar, pero Lance me interrumpe de manera abrupta y directa.
—Y tú, Mía —niega con la cabeza—. ¿Cómo me puedes hacer esto?
La rabia me carcome las entrañas.
—¡Yo no hice nada, Lance, esto es real! —sollozo sin poderlo evitar.
—¡Silencio! No eres más que una mentirosa, nuestro compromiso ni siquiera ha sido público, ¡Tú eres la única que pudo habérselos dicho! Tienes que haberlo planeado, ¿desde cuándo, Mía? —Suelta un suspiro lleno de exasperación—. No creí que eras una m*****a mentirosa.
Sus palabras no solo me sellan mis labios, se filtran debajo de mi piel, ¿cómo me cree capaz de algo como esto? ¿Planear mi propio secuestro? Es absurdo.
La barbilla me tiembla, el negro de su mirada me absorbe, lleno de amargura y arde como ácido.
—Recapacita, Mía, regresa al trabajo, deja esta tontería, hablaremos cuando regreses —finalizó colgando.
El alma se me cae a los pies, el mundo se me viene encima y no puedo creer que Lance no me haya creído, que le hiciera caso a cada una de las palabras de Alisa. Él tiene razón, la noticia de nuestro compromiso todavía no se hace pública, lo habíamos estado manteniendo en secreto, las únicas personas que estaban enteradas además de nosotros, solo eran algunos miembros de su familia, y mi padre, por supuesto.
—¡Joder! —uno de los tipos lanza el móvil al suelo, haciéndolo añicos—. ¡Te dije que no funcionaría!
Hay ciertas palabras que recuerdo y que en estos instantes golpean las paredes de mis recuerdos, palabras que hasta el día de hoy resuenan y me hacen sentir como basura.
A nadie le importas, Mía, solo eres una muñequita que cualquiera puede manejar a su antojo.
Eres una don nadie, no eres nada.
Un segundo golpe en mi rostro hace que casi pierda el equilibrio y caiga de lado, el puñetazo me duele hasta la quijada, la sangre brota de mi boca y se desliza por las comisuras de mis labios, duele, pero más me duele el hecho de que Lance no me crea pero a Alisa, sí.
—¡Eres una completa inútil! —un nuevo golpe me llega, haciendo que vea puntos de colores, mi visión no es la mejor ahora mismo.
El dolor que siento es como si mil cuchillos se me clavaran en el cuerpo, no hay nadie que me pueda ayudar, Lance me ha dejado a la deriva, y dudo que estos tipos me dejen con vida, me pregunto qué pensará Lance cuando encuentren mi cuerpo sin vida en algún sitio, después de días, mis ojos se nublan debido a las lágrimas que no dejo de derramar. Sacudo la cabeza, apartando esos pensamientos cancerosos de mi mente.
—Parece ser que a tu prometido le importas nada —el alto y fornido mira a su compañero—. Sabes qué, en vista de que no vamos a cobrar nada porque no vales nada, me parece que nos tendrás que pagar de alguna forma el haber perdido tiempo contigo.
Una risa casi siniestra se dibuja en sus labios, sus ojos verdes brillan con malicia y algo más intenso que el mismo miedo me invade y contrae mis entrañas. Veo cómo comienza a quitarse el cinturón del pantalón.
—No… —sollozo—. Por favor.
—¿Qué haces? —le pregunta su compañero.
—Vamos a divertirnos con esta zorra, la vamos a violar y luego la mataremos —ríe con malicia negra—. Un cadáver no puede hacer denuncias a la policía, ¿verdad?
MÍA No importa que las sombras de la noche cubran este sitio, mi destino está marcado, justo cuando pienso que no hay salida, que nadie me salvará, que Lance me ha abandonado a mi suerte y que el dolor me consume deseando que me maten rápido para evitar sufrir por una violación, la puerta principal se abre con un ruido sordo, directo, en segundos, un nuevo sonido me paraliza, detonaciones de armas,- son tres, en menos de un pestañeo los dos hombres que estaban a punto de violarme, caen al suelo, dejando un charco de sangre al instante. El sonido comienza a difuminarse, levanto la cabeza en alto viendo como un hombre alto, vestido con jeans oscuros, una sudadera y cazadora del mismo color, lleva la capucha puesta, por lo que no puedo distinguir su rostro, la poca luz que hay, mi estado y visión tampoco ayudan mucho, merma el espacio con pasos lentos, bien estudiados. Tiemblo en mi asiento, estoy mareada, cansada, adolorida, en mi posición solo puedo distinguir un par de ojos grises,
—Lance, no...... —¡Tienes que parar, Mía! Sello mis labios, el corazón me duele por alguna razón, mis ojos se llenan de nuevo de agua, estos cuatro días han sido un infierno, estoy sola y lo que esperaba es que el hombre que amo, con quien me pienso casar y pasar el resto de mis días, era un saludo, palabras de aliento, que me creyera. Pensé que estaría preocupado por mi bienestar, pero no es así, él solo me acusa sin una base sólida de los hechos. Necesito su apoyo, —Lance ¡realmente fui secuestrada! No miento, jamás jugaría con algo como esto, ¿cómo es que piensas eso de mí? —Exclamo, cansada de tener que solo escuchar acusaciones por su parte—. ¡Casi muero, Lance, y tú solo me diste la espalda, preferiste creerle a tu secretaria que a mí, tu prometida! Me quedo sin aire cuando termino de hablar, mi pecho sube y baja debido al subidón de adrenalina. —No miento —repito poniéndome de pie—. Juro que en verdad me secuestraron, Lance. —Imposible —se niega a creer una sola de mis p
—Está bien. —Correcto, cuando se te ocurra regresar hablamos —Lance cuelga y me deja con una opresión extraña en el pecho. Ya me había arriesgado demasiado en regresar a mi departamento, sabiendo que esos hombres pudieran volver en cualquier momento, así que me alisto, dejando pasar las horas. Cuando se acercó la noche, decidí ir a la mansión de los Grant, una de las muchas que tienen, hablar con Lance era mi prioridad. Tomo el poco dinero que tengo para comprar un billete de ida en metro, cuando llego, la mujer que me recibe es aquella de mirada cruel y altanera, una castaña de ojos avellana que me observa con nítido enojo, Almira Grant, la madre de Lance, lo que significa que es mi suegra. —Hola… —¿Qué haces aquí? —se cruza de brazos y me impide el paso de inmediato. —Vine a hablar con Lance. Su mirada se endureció. —Lance no ha vuelto. Abro los ojos como platos. —¿No? Estaba segura que lo encontraría aquí… —Sabes una cosa, puedes engañar a todo el mundo, pero yo sé que n
Alguien llama a mi puerta de repente, un hombre que nunca había visto aquí en la empresa, pero noto que tras la puerta de cristal trae puesto un gafete que lo avala como un asistente. —¿Diseñadora Mía Bennett? —me pregunta en cuanto le doy el paso. —Sí soy yo —le regalo una sonrisa de media luna. —Soy Jonas Oliver, el presidente la busca con urgencia, por favor, acuda a su despacho inmediatamente —arguye con prisa pero un tono cordial. —Enseguida voy, gracias. El tipo asiente y enseguida desaparece de mi campo de visión. Me tomo solo un par de segundos para apartar todos esos pensamientos negativos de mi mente, cierro con llave el cajón en donde metí el paquete y me dirijo al ascensor. Tengo un mal presentimiento. Llegando, me recuerdo que a un costado se encuentra la oficina de Lance, por lo que por mi cabeza pasa la idea de pasar a verlo, solo dando cinco pasos, escucho a lo lejos un par de risas coquetas, me congelo al instante y no sé por qué, pero Alisa se viene a mi ment
MIA Me sorprende que lo sea, y sé que debe haber una historia familiar que explique porque él no parece nada viejo, de hecho pareciera que apenas cumplirá los treinta. Lance no pierde el tiempo, no importa que no nos hayamos visto desde hace cuatro días o que está el hecho de que me secuestraron, él solo tira de mi brazo con fuerza haciendo que haga una mueca que refleja mi dolor. —Seguro sabías que me han destituido y has venido expresamente a halagar a mi tío, ¿verdad? —Sisea con fuego en sus ojos oscuros, ajustando más su agarre, haciendo que sienta cómo se clavan los dedos de su mano en mi piel—. ¡Jamás imaginé esto de ti! ¡Creo que te he juzgado muy mal, Mía! La confusión vino a mí por un instante, si Lance estaba aquí, bajando del elevador, ¿de quién era la risa que escuché en su despacho? Me muerdo el labio inferior, me parece que he cometido un error ahora mismo, soy yo quien pensó que Lance estaba jugando al tonto con Alisa. Por unos segundos me atreví a mirar al tío de mi
MÍA Ambos nos quedamos en silencio. —No lo voy a hacer. —Lo harás, tengo planeado nombrarte jefe del departamento de diseño, aumentaré tu comisión por rendimiento, tengo entendido que no te han pagado bien en estos últimos años, es lo mismo que trabajar gratis. El alma se me cae a los pies al darme cuenta de que este hombre ya me ha estado investigando, ¿será él quien me mandó aquella caja? El solo recuerdo hace que me den escalofríos. —Ya no habrá retención de tu pago, he hablado con recursos humanos y he entrevistado a algunos de tus compañeros, el último proyecto salió bien gracias a ti, tu comisión será de 100,000 dólares y se te pagará junto con tu sueldo al mes —arguye con soltura, como si estuviera diciendo un proyecto que se sabe de memoria. Mi sangre todavía hierve cuando finaliza sus palabras, él prácticamente me está comprando, una sensación punzante cava en mi piel con el significado de sus palabras, Lance es lo único que tengo, es la única familia que conozco desde
MÍA—Quiero saber por qué revocaste mi posición, Lance, ni siquiera lo discutiste conmigo, así como la compra de los anillos y el vestido, ¿qué es lo que te sucede? —cambio el tema, lo que hace que levante la mirada.—Porque te vas a casar conmigo —dice furioso—. Serás la señora Grant, no tienes necesidad alguna de seguir trabajando cuando estarás ocupado cuidando de nuestro hogar, cocinarme y de darme al menos dos hijos.—¿Pretendes que sea una mujer de casa cuando me gusta trabajar? Quiero seguir adelante con mi carrera, superarme.—¡Tener hijos y un hogar es tu maldito sueño, lo hablamos hace años! —Exclama poniéndose de pie—. ¿Acaso ya no lo recuerdas?Su pecho sube y baja.—Estuviste de acuerdo antes.—Sí, pero eso no significa que deba renunciar a mi trabajo por mi familia, podemos hacer que funcione para ambos —cierro los ojos tratando de tranquilizar mi respiración acelerada—. No entiendo qué es lo que te ha pasado, Lance, antes no eras así.—¿Crees que soy el único que ha cam
—¡¿Tan rápido y has olvidado quien era tu jefe de departamento de diseño?! —Exclama la voz que ahora me parece tan familiar—. ¡Soy Roberto James!Me quedo sin habla al instante.—Roberto…—¡¿Acaso estás intentando matarme, malagradecida?!—¿Qué?—No te hagas la niña inocente conmigo, Mía, esta mañana ha sido la reunión de licitación, presenté el diseño esquemático que dejaste en el ordenador, en el que estuviste trabajando, ¡fue rechazado! —grita y puedo escuchar con tanta claridad su respiración acelerada.—Se toma un tiempo antes de seguir hablando.Me sentí confundida por el enojo inexplicable de mi ex supervisor.—¿Por qué?--¿Por qué? ¿Aún tienes el descaro de preguntar el porqué? la razón del rechazo es porque tus planos son plagiados, copiaste tres esquemas de nuestros competidores y ahora, has dejado mal ante todo el mundo, a la empresa! —brama y me dejo caer en el sofá, tratando de procesar en cada una de las palabras que me dice—. Dime un cosa, Mía, ¿cómo vas a compensar a la