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La Trampa Del Ruso
La Trampa Del Ruso
Por: Kleo M. Soto
CAPÍTULO 1: una completa inútil.

MÍA

—¡Despierta, perra!

El chorro de agua desaparece, una bofetada en mi rostro hace que abra lento los ojos y tome una larga bocanada de aire que se siente como volver a la vida.

Me secuestraron hace unas horas. Ahora me transportan a una fábrica abandonada.

—Por favor… —mi voz es ronca, débil y apenas audible—. Suéltenme.

—¿Oíste eso, hermano? Quiere que la soltemos —ríe el segundo, el más alto y fornido, sin mover ni un solo músculo—. Me temo que no podemos hacer eso, preciosa.

Ambos se unen en una risa que eriza cada espacio de mi piel, los latidos de mi corazón se aceleran a un ritmo inestable, mi labio inferior tiembla y se necesita todo de mí para controlarme, siempre he sabido manejar cualquier situación, aunque esto esté fuera de mis límites.

—¡Suéltenme! —grito en un momento de desesperación.

Un nuevo golpe me llega volteando mi rostro, la sangre brota de mi boca y escupo mientras siento que mis ojos se llenan de agua e intento detener la misma niebla que me golpea profundo el pecho.

—No me gustan los escándalos —gruñe uno de ellos.

Me duelen las extremidades del cuerpo, mi cabeza da vueltas y mi rostro me arde de maneras que nunca he experimentado. Uno de ellos, sin decir nada, saca su móvil y comienza a marcar un número, por la manera en la que sostiene el aparato, sé que se trata de una videollamada. 

—Hola, señor Grant.

Mi piel se eriza más, cuando registro el nombre que pronuncian, Lance Grant, mi prometido, con quien llevo poco más de cuatro años saliendo, director general de la empresa para la que trabajo, de pronto, toda neblina que me rodea se desvanece y un cálido alivio me avasalla el cuerpo.

Hay un solo pensamiento en mi cabeza, y es que él me va a salvar, lo hará, tiene que hacerlo.

—Tenemos algo que le pertenece —ríe el más pequeño y debilucho.

Enseguida, ponen la cara principal del celular frente a mí, en ese instante lo veo, su cabello castaño alborotado, tiene la camisa arremangada y la corbata mal puesta, ha estado despierto toda lo noche, se le ve en el rostro, sus ojos negros me inspeccionan como si fuera un animal salvaje, una rara especie.

—¿Eres tú, Mía? —pregunta con incredulidad.

No lo culpo, no me he visto en el espejo, pero no hace falta saber que mi rostro debe estar casi irreconocible debido a los golpes.

—Lance —susurro sin aliento.

—Como puede ver, tenemos a su prometida, si no nos da la cantidad que le habíamos dicho, ella muere —me apunta el hombre delgado con un arma que va directo a la cabeza.

Dejo de respirar por un segundo, sin embargo, mis ojos no se apartan del hombre con el que me voy a casar. Él entrecierra los ojos y se acerca más, queriendo ver a través de la pantalla, si realmente soy yo. Hasta que una nueva voz se une de fondo, femenina, suave, una voz que conozco muy bien, Alisa Collins, su secretaria personal.

—No creo que esto sea real, señor Grant —espeta con firmeza e incluso suena demasiado convincente—. La señorita Bennett siempre ha querido llamar su atención con cualquier cosa, es muy terca, seguro que se trata de una broma, estoy segura de que se inventó toda esta historia ciega para engañarlo, no puede caer en sus juegos.

—Pero… —Lance duda sin dejar de inspeccionar mi rostro.

Puedo ver a la mujer detrás de él, solo que no se le ve el rostro, debido que Lance está sentado delante de su escritorio y ella a sus espaldas de pie.

—No puede entregarles esa cantidad de dinero, es absurdo —sigue Alisa—. Tal vez actúe con ellos para después repartirse el botín, ellos son cómplices.

Solo le toma dos segundos a Lance para cambiar la expresión de su rostro, enderezó su postura y enseguida su aura se vio más oscura y penetrante.

—No voy a pagar ningún rescate —dijo en tono hosco—. Sugiero que ya no colaboren más para engañarme.

Su mirada se oscurece, lanzándome dagas de fuego por los ojos, él está enfadado, piensa que todo es un juego y no lo es. Intento hablar, pero Lance me interrumpe de manera abrupta y directa.

—Y tú, Mía —niega con la cabeza—. ¿Cómo me puedes hacer esto?

La rabia me carcome las entrañas.

—¡Yo no hice nada, Lance, esto es real! —sollozo sin poderlo evitar.

—¡Silencio! No eres más que una mentirosa, nuestro compromiso ni siquiera ha sido público, ¡Tú eres la única que pudo habérselos dicho! Tienes que haberlo planeado, ¿desde cuándo, Mía? —Suelta un suspiro lleno de exasperación—. No creí que eras una m*****a mentirosa.

Sus palabras no solo me sellan mis labios, se filtran debajo de mi piel, ¿cómo me cree capaz de algo como esto? ¿Planear mi propio secuestro? Es absurdo.

La barbilla me tiembla, el negro de su mirada me absorbe, lleno de amargura y arde como ácido.

—Recapacita, Mía, regresa al trabajo, deja esta tontería, hablaremos cuando regreses —finalizó colgando.

El alma se me cae a los pies, el mundo se me viene encima y no puedo creer que Lance no me haya creído, que le hiciera caso a cada una de las palabras de Alisa. Él tiene razón, la noticia de nuestro compromiso todavía no se hace pública, lo habíamos estado manteniendo en secreto, las únicas personas que estaban enteradas además de nosotros, solo eran algunos miembros de su familia, y mi padre, por supuesto.

—¡Joder! —uno de los tipos lanza el móvil al suelo, haciéndolo añicos—. ¡Te dije que no funcionaría!

Hay ciertas palabras que recuerdo y que en estos instantes golpean las paredes de mis recuerdos, palabras que hasta el día de hoy resuenan y me hacen sentir como basura.

A nadie le importas, Mía, solo eres una muñequita que cualquiera puede manejar a su antojo.

Eres una don nadie, no eres nada.

Un segundo golpe en mi rostro hace que casi pierda el equilibrio y caiga de lado, el puñetazo me duele hasta la quijada, la sangre brota de mi boca y se desliza por las comisuras de mis labios, duele, pero más me duele el hecho de que Lance no me crea pero a Alisa, sí.

—¡Eres una completa inútil! —un nuevo golpe me llega, haciendo que vea puntos de colores, mi visión no es la mejor ahora mismo.

El dolor que siento es como si mil cuchillos se me clavaran en el cuerpo, no hay nadie que me pueda ayudar, Lance me ha dejado a la deriva, y dudo que estos tipos me dejen con vida, me pregunto qué pensará Lance cuando encuentren mi cuerpo sin vida en algún sitio, después de días, mis ojos se nublan debido a las lágrimas que no dejo de derramar. Sacudo la cabeza, apartando esos pensamientos cancerosos de mi mente.

—Parece ser que a tu prometido le importas nada —el alto y fornido mira a su compañero—. Sabes qué, en vista de que no vamos a cobrar nada porque no vales nada, me parece que nos tendrás que pagar de alguna forma el haber perdido tiempo contigo.

Una risa casi siniestra se dibuja en sus labios, sus ojos verdes brillan con malicia y algo más intenso que el mismo miedo me invade y contrae mis entrañas. Veo cómo comienza a quitarse el cinturón del pantalón.

—No… —sollozo—. Por favor.

—¿Qué haces? —le pregunta su compañero.

—Vamos a divertirnos con esta zorra, la vamos a violar y luego la mataremos —ríe con malicia negra—. Un cadáver no puede hacer denuncias a la policía, ¿verdad?

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