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CAPÍTULO 6: Ella ahora es mía, querido sobrino.

MIA

Me sorprende que lo sea, y sé que debe haber una historia familiar que explique porque él no parece nada viejo, de hecho pareciera que apenas cumplirá los treinta. Lance no pierde el tiempo, no importa que no nos hayamos visto desde hace cuatro días o que está el hecho de que me secuestraron, él solo tira de mi brazo con fuerza haciendo que haga una mueca que refleja mi dolor.

—Seguro sabías que me han destituido y has venido expresamente a halagar a mi tío, ¿verdad? —Sisea con fuego en sus ojos oscuros, ajustando más su agarre, haciendo que sienta cómo se clavan los dedos de su mano en mi piel—. ¡Jamás imaginé esto de ti! ¡Creo que te he juzgado muy mal, Mía!

La confusión vino a mí por un instante, si Lance estaba aquí, bajando del elevador, ¿de quién era la risa que escuché en su despacho? Me muerdo el labio inferior, me parece que he cometido un error ahora mismo, soy yo quien pensó que Lance estaba jugando al tonto con Alisa. Por unos segundos me atreví a mirar al tío de mi prometido y este ladeó una sonrisa de media luna fugaz, apenas visible, pero ahí estaba.

—Te dije que te detuvieras —sus ojos se clavan en los míos y me evalúa.

Abro la boca para pedirle a Lance que hablemos a solas, debido a que la presencia de Basil Sokolov, hace que me tiemble cada extremidad, cuando la puerta del despacho de Lance se abre y no es Alisa a quien sale con dos hombres que reconozco como miembros importantes del consejo presidencial de la empresa, sino… Almira, mi suegra.

Cuando se da cuenta de que la estamos observando, su sonrisa se esfuma como magia y ahora parece furiosa al ver al nuevo presidente, ella se despide de los hombres sin siquiera mirarlos y luego camina con las mejillas teñidas de un rojo escandaloso hacia nosotros, solo porque no tiene más opción.

—Cariño —se dirige a Lance, a mí no me hace caso, supongo que sigue enojada por el asunto de anoche, en cambio, mira a Basil con desprecio—. Hola, Basil.

El hombre ni se inmuta.

—Almira, parece que los años ya se te notan más, sabes, deberíamos cenar juntos, después de todo, mi sobrino está por casarse, no me llegó la invitación, pero supongo que debió perderse —ironiza Basil con tranquilidad.

—Deja tu falsa cortesía, tío Basil —Lance tiene una expresión de pocos amigos—. No entiendo por qué vienes ahora, el abuelo incluso lleva fuera del país desde hace cinco años, es evidente que solo te estás aprovechando y has venido a robarme lo que por derecho me pertenece, y no estás invitado a mi boda.

Lance me toma del brazo con fuerza y me jala.

—¡Mía, andando!

—Pero…

—Tranquilo, sobrino, sé que tienes prisa por cambiarte de despacho, haré que uno de mis subordinados te ayude —Basil da un paso adelante—. En cuanto a la señorita Bennett, no puede irse, tengo un asunto que tratar con ella.

—¡Es mi prometida!

—Y mi subordinada, de ahora en adelante ella solo se reportará a mí.

Tenso el cuerpo. Basil se acerca a su sobrino y le susurra al oído, justo para que yo también escuche.

—Ella ahora es mía, querido sobrino.

Todo parece ser una nueva pesadilla, tiene que serlo, en cuanto Basil Sokolov dice aquellas palabras, suelta una carcajada que no solo me deja sin aliento por el hecho de que no es nada graciosa, sino, porque vienen a mí las imágenes de él disparando a aquellos hombres a sangre fría, él es peligroso, él es letal, y ahora es mi nuevo jefe.

—Hablo del trabajo, Lance —le da una palmada fuerte en el hombro a mi prometido—. No pienses mal.

Lance, furioso, me suelta y me mira con odio palpable.

—Cariño, deja que Basil haga las cosas a su manera —Almira rechina los dientes con rabia—. Mía, ve con tu nuevo maldito jefe a informarle lo que tengas que informar.

Miro a los tres de hito en hito, claramente esto iba más allá de simples asuntos de trabajo, esto era una guerra familiar, sí, era cierto que el abuelo de Lance, que viene siendo el padre de Basil, ha estado fuera del país por largos cinco años y solo ha tomado presencia el juntas importantes por medio de videollamada, ni siquiera lo conozco yo.

Lo que quiere decir que Basil sí ha tenido contacto con su padre, estoy tan confundida, ahora que tengo nuevo jefe, no me puedo permitir ofender a ninguno de los dos, él me salvó aunque sea un asesino, pero Lance es mi prometido…

—Andando —demandó Basil Sokolov.

Asiento lento, tratando de buscar cierto alivio en la mirada de Lance, no lo encuentro, él solo me mira con ese mismo desprecio que se parece tanto al de su madre. Sigo al nuevo CEO hasta el elevador, la verdad es que no quiero estar en un espacio tan reducido con este hombre, pero finjo estar cómoda, ambos sabemos quien es el otro.

Mientras subimos al último piso, el silencio me parece demasiado ensordecedor, no me mira, no me habla, las puertas del elevador se abren y al instante entramos a su oficina, cierra la puerta y enseguida baja las persianas de las ventanas que dan hacia los corredores, mientras mis ojos se agrandan con la vista de la enorme ventana que abarca toda una pared y muestra la ciudad. 

—Es hermosa, ¿cierto?

Doy un respingo, no me puedo permitir bajar la guardia con este hombre, me doy la vuelta y me acerco hasta llegar delante de su escritorio, en donde ya ha tomado asiento él.

—¿Qué es lo que quiere de mí, señor Sokolov?

—Grant —me corrige—. Aquí por desgracia, tengo que usar apellido de mi padre.

Hay un nuevo silencio que se posiciona entre los dos.

—Bueno, ¿y qué puedo hacer por usted, señor Grant? Dudo que me haya traído aquí para mirarle fijamente —me obligo a empujar las palabras.

Su aura cambia radical, sus ojos grises me enfocan solo a mí, es como si cada espacio dentro de la habitación hubiera desaparecido.

—Seré directo contigo, señorita Bennett —su voz severa se filtra por mi piel—. Quiero que canceles tu compromiso con mi sobrino.

Una niebla rodea mi cabeza con pensamientos tóxicos.

—¿Te han comido la lengua los ratones, Mía Bennett? —su tono ya no es de broma, es de acero, insensible y despiadado, como un general que habla a su subordinado, y eso hace que salga de mi ensimismamiento de manera abrupta.

No, no se trata de una mala jugada, esto es real, él en verdad dijo aquellas palabras que me cuesta un mundo procesar.

—¿Qué? —hago una mueca y lo enfrento—. ¿Qué es lo que ha dicho?

—Me parece que has escuchado bien.

—No —un nudo se aprieta en la parte posterior de mi garganta—. Incluso siendo mi superior y tío de Lance, no tiene ningún derecho a entrometerse en mi vida privada.

—¿Estás segura de querer hablarme de ese modo? ¿De no hacer lo que te pido? —su pregunta es brutal en mi mente.

—Tómelo como quiera, pero mi vida privada está fuera de la laboral.

—Tengo una paciencia muy limitada, señorita Bennett, cancela el compromiso, no me gusta repetirme —sentencia.

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