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CAPÍTULO 3: No miento!

—Lance, no......

—¡Tienes que parar, Mía!

Sello mis labios, el corazón me duele por alguna razón, mis ojos se llenan de nuevo de agua, estos cuatro días han sido un infierno, estoy sola y lo que esperaba es que el hombre que amo, con quien me pienso casar y pasar el resto de mis días, era un saludo, palabras de aliento, que me creyera.

Pensé que estaría preocupado por mi bienestar, pero no es así, él solo me acusa sin una base sólida de los hechos. Necesito su apoyo,

—Lance ¡realmente fui secuestrada! No miento, jamás jugaría con algo como esto, ¿cómo es que piensas eso de mí? —Exclamo, cansada de tener que solo escuchar acusaciones por su parte—. ¡Casi muero, Lance, y tú solo me diste la espalda, preferiste creerle a tu secretaria que a mí, tu prometida!

Me quedo sin aire cuando termino de hablar, mi pecho sube y baja debido al subidón de adrenalina.

—No miento —repito poniéndome de pie—. Juro que en verdad me secuestraron, Lance.

—Imposible —se niega a creer una sola de mis palabras—. Si eso fuera verdad, ¿cómo es que escapaste?

Cierro los ojos una vez más, odio revivir esos momentos llenos de angustia, pese a que por las noches no puedo hacer mucho por detener las pesadillas, pero recuerdo cada instante, palabra y golpe, la persona que me encontró en la carretera me llevó al hospital, gracias a Dios tenía el seguro, por lo que me fue de gran ayuda a la hora de pagar la factura.

Me medicaron y curaron mis heridas, apenas hoy me desperté con el rostro desinflamado, mi ojo ha vuelto a la normalidad, y los moretones los puedo cubrir con una buena porción de maquillaje, pero ni con eso se me borra la mala experiencia.

—Cuando colgaste, los secuestradores se enfadaron mucho, estuvieron a punto de violarme y matarme —me saben amargas estas últimas palabras—. Cuando uno de sus enemigos vino, los mató y yo escapé en el proceso…

Mis palabras van perdiendo fuerza, aquellos ojos grises hacen que me recorra un escalofrío por toda la columna vertebral. Me quedo callada esperando a que Lance recapacite y se comporte como al principio de la relación, lo necesito tanto… pero en su lugar solo escucho a través de la bocina, un largo suspiro.

—No lo sé, Mía, todo parece demasiado extraño.

—Lance, no miento…

—De cualquier manera, vuelve tan pronto como puedas, ya he redactado el contrato de la propiedad prenupcial, lo firmaré cuando regreses —cambia de tema, dándole poca importancia a lo que me pasó.

Lo que me lleva a una sola conclusión, y es que él sigue sin creerme.

—Me he puesto en contacto con la organizadora de bodas, esa mujer que llamaste antes, he cambiado la fecha de la boda, quiero que sea antes —espeta.

Apenas y le puedo seguir el hilo de la conversación, procesando todo lo que me dice. Aturdida, inquiero.

—¿Por qué? ¿Cuál es la prisa? Habíamos quedado en una fecha y… —hablo con nerviosismo.

—No pongas objeciones, Mía, ¿puedes ser obediente por una vez en tu vida? Joder, siempre que te comportas como una cría, me pones de mal humor —expresa en un tono más alto que el de costumbre—. La boda ya está fijada para dentro de una semana, estos días que parece que te has tomado de vacaciones, me tomé la tarea de comprar los anillos y el vestido que usarás.

Tenso el cuerpo y frunzo el ceño.

—¿Qué?

—¿Acaso eres sorda? Dios.

—¿Por qué dentro de una semana? No me consultaste antes, ¿acaso mi decisión no importa? ¿Cómo es que hiciste todo eso si no me llevaste a mí a comprar el anillo y el vestido? Es decir, las medidas…

—Le pedí a Alisa que se probara los anillos, y el vestido… son casi de la misma talla, además, ¡no me reclames nada, que eres tú quien estuvo ausente durante cuatro días! No es mi culpa.

Me muerdo el labio inferior, caminando de un lado a otro dentro de mi habitación, en efecto, mi relación con Lance ya no era lo mismo, pero mi tonto corazón lo amaba.

—Lance, no es justo, no estuve ausente por diversión, yo de verdad estuve…

—Sí, sí, ya, estuviste secuestrada, ¿quieres dejar de hablar de eso?

—Es que no puedo creer que le hayas pedido algo como esto a tu secretaria —replico, incapaz de controlar los celos, el dolor y la desazón que me obligan a hablar de más.

—Alisa solo hizo lo que le pedí, en fin, ¿te vas a casar o no? ¿Sabes cuántas mujeres quieren estar conmigo? Me casaré contigo, ¿Por qué siempre tienes que ser tan cotilla, Mía?

Me dejo caer en una de las orillas de la cama, esto no es lo que esperaba, no se siente como el matrimonio de mis sueños, algo con lo que siempre he estado fantaseado durante tanto, tanto tiempo, tal vez si hablo con él a solas, sin la influencia de Alisa, él me crea y podamos arreglar este pequeño malentendido.

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