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CAPÍTULO 4: No sé de qué hablas, Mia.

—Está bien.

—Correcto, cuando se te ocurra regresar hablamos —Lance cuelga y me deja con una opresión extraña en el pecho.

Ya me había arriesgado demasiado en regresar a mi departamento, sabiendo que esos hombres pudieran volver en cualquier momento, así que me alisto, dejando pasar las horas. Cuando se acercó la noche, decidí ir a la mansión de los Grant, una de las muchas que tienen, hablar con Lance era mi prioridad.

Tomo el poco dinero que tengo para comprar un billete de ida en metro, cuando llego, la mujer que me recibe es aquella de mirada cruel y altanera, una castaña de ojos avellana que me observa con nítido enojo, Almira Grant, la madre de Lance, lo que significa que es mi suegra.

—Hola…

—¿Qué haces aquí? —se cruza de brazos y me impide el paso de inmediato.

—Vine a hablar con Lance.

Su mirada se endureció.

—Lance no ha vuelto.

Abro los ojos como platos.

—¿No? Estaba segura que lo encontraría aquí…

—Sabes una cosa, puedes engañar a todo el mundo, pero yo sé que no eres tan buena como aseguras para mi hijo, hacerlo cambiar de opinión ya no es una opción, de hecho, ni siquiera sé qué es lo que te ve —me mira de arriba abajo.

—Lance y yo nos vamos a casar, escuche…

—¡Silencio! Tuve que cambiar los planes de mis vacaciones en Florida por tu culpa, si ya tenían una fecha, ¿por qué la prisa y acelerar el proceso? ¿Por qué sientes la urgencia de casarte tan rápido con mi hijo?

Niega con la cabeza, lo cierto es que me quedo sin habla, ella jamás había sido tan directa conmigo.

—Tan solo mírate, no eres tan bonita, mucho menos tienes dinero, tu madre murió y tu padre te ha abandonado —sisea Almira.

Intento mantener la calma, odio que hablen de mi familia.

—Siento interrumpirte, Almira, pero no estoy aquí para escuchar tus quejas, tampoco tengo tiempo para discutir contigo.

Ella da un paso adelante, con los brazos cruzados.

—Deberías estar agradecida, mi hijo se casará contigo y te sacará de tu miseria, ¿tienes idea de todas las mujeres con clase que quieren estar con mi hijo?

Sí, lo mismo dijo Lance, pero sello mis labios, en su lugar, le regalo una sonrisa que me sabe a amargura. 

—Sí, lo tengo muy en cuenta, señora, su hijo no deja de repetirme lo mismo —tomo una bocanada de aire—. Estoy tan agradecida con Lance por reclutarme para ser la diseñadora arquitectónica de la empresa Grant, incluso cómo olvidar que ustedes usaron mi propuesta de diseño para salir a licitación, después de que el programa fuese aceptado.

Almira palidece, aunque sigue habiendo enfado en sus ojos.

—Ni siquiera me dieron un céntimo por mi trabajo, dijeron que seríamos familia y que no era necesario, aún recuerdo sus palabras, pidiéndome que no me preocupara demasiado por el dinero, que necesitaban de mis servicios y solo pidieron a recursos humanos que me dieran la mínima paga, y ahora me están pidiendo que firme un acuerdo prenupcial.

Mis mejillas se calientan con lo que brota de mi garganta.

—¡¿Acaso nos estás acusando de manipularte?! —Almira dramatiza y coloca la palma de su mano en su pecho, casi fingiendo que está a punto de darle un ataque al corazón—. ¡Lo que me faltaba, una ingrata en la familia!

Antes de que pudiera decir más, ella solo se dio la media vuelta, entró y me cerró la puerta en las narices.

Lance no está en casa, por lo que me giro sobre mis talones, saliendo de las rejas de la propiedad, veo un auto negro con las luces encendidas, el miedo me paraliza unos instantes, hasta que sale un señor un poco mayor, calvo, de traje oscuro que le cubre, estoy segura, un cuerpo aun bien trabajado y me mira.

—¿Señorita Bennett?

—Sí —trago grueso—. Soy yo.

—El señor Grant me ha pedido que la lleve a su casa —dice en tono amable.

Relajo mi cuerpo, seguro Lance quiere redimirse.

—Gracias —le sonrío y entro al auto.

Enseguida se pone en marcha sin que le dé la dirección, me coloco el cinturón de seguridad y espero paciente, al llegar a mi departamento, abro la puerta del conductor.

—Se lo agradezco mucho.

El hombre me mira de un modo extraño a través del espejo retrovisor, si bien no es amenazante, es… raro.

—No hay de qué, señorita Bennett, que pase buena noche.

Entrando a mi departamento me aseguro de que las puertas y las ventanas estén bien cerradas, le mando un mensaje de texto a Lance.

MÍA: Gracias por el auto, te extraño.

Él no tarda en responder.

LANCE: No sé de qué hablas, espero que mañana te presentes en la empresa.

Me levanto de la cama y me asomo por la ventana, con el celular en la mano, viendo como el auto aún está a las afueras, estoy por llamar al 911, pero el auto pronto se marcha, dejándome con una sensación de pánico.

A la mañana siguiente me levanto más temprano de lo normal, lo cierto es que no tengo ánimos de llegar a la oficina, sin embargo, ya es momento de que salga a la luz y hable con Lance sobre mi secuestro y la boda, en recursos humanos no tienen problema con que falte un par de días, debido a que mi sector de diseño no lo requería. Por lo que no sería ninguna sorpresa para todos, mi ausencia.

Miro mi reflejo en el espejo cuando estoy lista, el maquillaje cubre todo, mi cabello oscuro lo tengo recogido en una coleta alta, mientras que el delineado negro de mis ojos, hace que resalte mi ámbar y parezca casi amarillo. Como mi tez es clara, se me notan un poco las marcas en las muñecas de mis manos, por ello es que hoy llevo una blusa de manga larga.

—Lo harás bien —me digo a mí misma frente al espejo.

Para cuando llego a la empresa, firmo mi ficha de llegada, subo el ascensor y al llegar a mi departamento para ponerme al orden de los pendientes que dejé, no puedo evitar escuchar con claridad los murmullos de mis compañeros.

“¿No es esa nuestra diseñadora Mía Bennett?”

“Shhh, que no te escuche, sí, es ella, que descaro el suyo, no ha venido a trabajar en cuatro días y se aparece como si nada”

“Ni siquiera le ha pedido permiso al jefe”

“Déjala, nuestro diseñador en jefe la regañará y la pondrá en su lugar”

Tensando el cuerpo, llego hasta mi pequeño espacio de trabajo, nadie sabe que soy la futura señora Grant, lo cierto es que aunque hay veces como estas que me dan ganas de gritarle al mundo entero la verdad, Lance no me lo permite nunca, dice que no quiere que eso afecte mi trabajo, en parte tiene la razón, supongo.

Según sus palabras, teme que al enterarse que soy su prometida y futura señora, muchos quieran aprovechar su ventaja y que traten de subir de posiciones en la empresa. Por lo que ante los ojos de la gran mayoría, no era más que una empleada más de la empresa. En el fondo, me siento bien con ello.

—Hola, Mía —se me acerca una de mis compañeras.

Quien me pone al tanto de todo lo que ha pasado en estos cuatro días.

—Entonces no ha pasado mucho en mi ausencia, ¿verdad?

—No gran cosa —la chica pelirroja arruga la nariz un segundo—. Solo que esta mañana, desde muy temprano, hubo una junta de accionistas.

El tono de la chica bajó repentinamente, como si no quisiera que nadie se enterara de lo que estaba a punto de decirle.

—Nuestro supervisor, Roberto, fue llamado a primera hora de la mañana, la verdad es que se le veía muy molesto.

No digo nada más, una vez que me deja sola, le doy un repaso intenso a los planos y documentos del nuevo proyecto, para cuando llega mi hora de comer, pienso en ir a la oficina de Lance, pero justo llega el señor de mensajería y me tiende un paquete que me han enviado.

No tiene remitente, sin embargo, firmo de recibido, al abrirlo, mi primer pensamiento es que posiblemente se trate de algo que me ha enviado Almira, mi suegra, aunque recordando lo que pasó la última vez, niego que sea ella, abro con cuidado la caja, y las náuseas se me suben por la garganta al ver lo que hay dentro.

En el interior, se encuentran la mordaza y el pedazo de cuerda con ligeras manchas de sangre, con las que me tenían atada en aquella bodega, las manos me tiemblan, no puedo evitar dejar que aquella neblina que me abruma tanto, me paralice, cerrando aquella caja de manera rápida.

Los latidos de mi corazón van en aumento, mis dedos se deslizan por mis muñecas, luego dejo caer rápidamente mi mano a mi lado, la boca se me seca, la garganta se me cierra, no, ellos estaban muertos, solo hay una persona que pudo haberme hecho esta broma, alguien que sí sabía que estaba secuestrada, y es aquel tipo que me salvó, ¿por qué me hace esto?

Mirando a ambos lados para que nadie me mire, agarro la caja y la meto en uno de los compartimentos de mi escritorio, intento regular mi respiración, mi pequeña oficina de pronto me parece un espacio demasiado reducido, algo que hasta hace pocos días no me molestaba.

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