Don Fernando habló con la voz temblorosa, mientras su corazón se llenaba de dolor. Aunque en su residencia tenía dos pinturas del ciruelo invernal, ver una obra auténtica tratada de esa manera era un insulto intolerable hacia el pintor y un desperdicio imperdonable hacia el arte.Con las manos temblorosas, pidió que alguien lo ayudara a sostener una parte del pergamino mientras él sostenía la otra, juntando los fragmentos desgarrados. La pintura, en comparación con las que tenía en su colección, era aún mejor, pues el ciruelo parecía florecer con mayor esplendor.Las flores del Cerro de los Cerezos no podían compararse con los ciruelos plantados en el jardín de cualquier residencia del reino.Benito, al escuchar que se trataba de una obra auténtica de Santiago Bernotti, comprendió al instante lo que había sucedido. Sin decir nada, recorrió con la mirada los rostros de todos los presentes.Don Fernando estaba al borde de las lágrimas. Sus labios temblaban sin cesar mientras murmuraba:—
El doctor Dagel regresó por orden de la Gran Princesa, pues ella no dejaba espacio para la indulgencia cuando quería humillar a alguien. Aunque ya había explicado el asunto anteriormente, la esposa del oficial implicado también estaba presente y Dagel no tenía ningún inconveniente en repetirlo.Desde detrás del biombo, su voz sonó severa y anciana:—Rosario sufre una enfermedad cardíaca y episodios de tos con sangre desde hace muchos años. Dicha dolencia es crónica y no tiene cura. Pero lo único que puede controlarla es el Opulens Dagel, medicina desarrollada y suministrada por mí. Al principio, accedí a tratarla solo por insistencia de Isabella. Desde que Isabella entró en la casa de ellos, la cuidó día y noche durante un año entero. Cada mes se gastaba una fortuna en el Opulens Dagel, y no hace falta decir de dónde salía ese dinero. Pero Rosario siempre se quejaba del precio de la medicina, sin considerar las valiosas hierbas con las que se elaboraba y se la pasaba hablando mal siemp
Las palabras de la Reina Madre Leonor dejaron pasmados a todos los all presentes. Por lo que el asunto de la reprimenda del doctor Dagel hacia Rosario fue rápidamente olvidado.Todos los allí presentes miraron hacia la Reina Madre Leonor con incredulidad. ¿Qué significaba todo eso? ¿Benito iba a casarse con Isabella? ¿Un príncipe de la casa real iba a casarse con una mujer divorciada y rechazada?No solo las esposas de los oficiales presentes, sino incluso la Gran Princesa, quedó sorprendida. Miró primero a la Reina Madre Leonor y luego a Isabella.Isabella también le lanzó a Leonor una mirada de rabia. Este asunto ni siquiera se ha discutido, ni mucho menos formalizado. ¿Por qué lo está anunciando ahora?Además, ¿acaso la Reina Madre Leonor no la despreciaba? Nadie había preguntado nada, no se había filtrado ningún rumor, y ahora ella misma lo estaba proclamando.—¿Aceptarme? ¿Así de repente? — pensó Isabella, sintiéndose desconcertada por la rapidez del anuncio. Además, ese no era el
Isabella rio y continuó con calma:—De ninguna forma creo estar haciendo el ridículo, pero ¿no lo estará haciendo acaso usted, Princesa Catalina? Hija legítima de la familia real, quien, a pesar de haber sido criada con la mejor educación, cada palabra que pronuncia está llena del veneno y la osadía de una ignorante.—Una persona tan bien educada que ni siquiera sabe distinguir una obra de arte de una falsificación y la rompe sin más ni más. Esa impulsividad que surge desde vuestra ignorancia es lo verdaderamente vergonzoso que hay en usted. ¿Y ahora me dice usted que me vaya de dónde vine? ¿Está emitiendo una orden de expulsión? Qué bueno es vuestro sentido del humor. La casa de la princesa me envía una invitación, traigo un regalo para celebrar un cumpleaños, ¿y ahora quiere echarme sin más ni más? ¿Es esa la hospitalidad tan publicitada de la casa de la princesa? ¿O vuestro verdadero propósito era humillarme ante todas las damas presentes?Isabella continuó, sus palabras cargadas de
Cuando Isabella se marchó, Benito también lo hizo.Las conversaciones en el salón rápidamente se trasladaron al patio principal, donde los miembros de la familia real y los oficiales presentes ya estaban al tanto del inminente matrimonio entre Benito y Isabella .La opinión de los hombres difería de la de las mujeres. Los hombres se preocupaban más por la posición social, la honra y, sobre todo, por los beneficios.¿Y quién era Isabella? Además de ser hija del Duque Defensor del Reino, tenía como respaldo la influencia del Duque y, más importante aún, era discípula del Templo. Su hermano mayor en la orden no era otro que Santiago Bernotti.El Templo del Conocimiento no era solo una orden de artes de guerra; también albergaba a hombres sabios e influyentes. Su líder actual era Purificación Baran bisnieta del legendario general Baran, antiguo Rey del lejano reino de Annam.Purificación Baran fundó el Templo del Conocimiento, y toda la región de Cerro de los Cerezos estaba bajo su control
—Todo está a mi gusto, haz el pedido así. Cicero, lleva esto a la camarera para que lo apunte —dijo Benito, tomando el menú y echándole un vistazo con satisfacción.Cicero respondió con un simple "Oh", tomó el menú y salió para realizar el pedido. Al cabo de un rato, regresó.—¿Qué pasó en el patio interior? ¿No creen que el regalo de cumpleaños que enviaste sea auténtico? ¿Te han molestado? —Benito podía adivinar más o menos lo que había ocurrido, pero quería escucharlo de su boca.Isabella bebió un sorbo de aromatica para aliviar la garganta seca y respondió:—No pueden molestarme, pero sí, han tratado de apuntar su veneno contra mí. No les preste atención.Juanita, que estaba junto a ella, añadió:—Señorita, esas últimas palabras que dijo me asustaron mucho. ¿Cómo se atrevió a hablar así? Si la gran princesa le guarda rencor, ¿qué haremos nosotras?Isabella respondió:—De todas formas, aunque no lo hubiera dicho, ella ya estaba en mi contra. ¿Por qué no desahogarme de una buena vez?
Justo cuando sirvieron la comida, Isabella dejó de hablar y observó cómo los platos se colocaban uno a uno sobre la mesa. Entre ellos estaba su pescado frito favorito y papas.Había también pato, cabra de monte y ovejo. El aroma de los platos se esparció por toda la habitación privada.Isabella tenía mucha hambre. Tomó los cubiertos y, respondiendo a su acompañante, dijo:—Cuando salía de casa, el mayordomo mencionó algo. Dijo que el esposo de la Gran Princesa ha tomado muchas concubinas a lo largo de los años. Sin embargo, después de tener hijos, la mayoría de esas concubinas murieron. Estaba pensando que, si una concubina muere, podría ser un accidente o complicaciones en el parto, pero si tantas mueren... es difícil no sospechar.Luego levantó los fideos los colocó en su cuenco. Estos habían absorbido el sabor del chile, volviéndolos especialmente sabrosos. También sirvió algo de comida para Benito —Prueba las papas. Le añadió un poco de caldo a su cuenco.—¡Ajá! —Benito miró el c
Isabella también lo notó: cada vez que él comía tosía, sus mejillas se enrojecían por el esfuerzo. Obviamente, no toleraba bien el picante.—¿Por qué elegio pues la fonda picante del mercado? —preguntó.Ella acercó el menú sin picante hacia él.—Aunque te guste la comida picante, hoy tienes la garganta irritada. Será mejor que comas algo más suave.—La garganta sí me molesta —Benito aclaró, despejándose la voz, mientras el picor ardía en su boca, haciéndolo sentirse realmente incómodo.—Voy a pedir que te traigan un poco de leche de oveja —Isabella se levantó, abrió la puerta y llamó al camarero para pedirle un tazón de leche.—La leche quita el picante —le dijo con una sonrisa, como si calmara a un niño—. Bébela rápido.Benito tomó la leche. Aunque tenía un ligero sabor a oveja, la frescura y frialdad eran soportables. Pero lo más importante para él fue su gesto considerado.Isabella no había mencionado ni cuestionado su terquedad ni sus intentos de aparentar. Ella, realmente, había c