Habían transcurrido tres días desde su descenso del Imperio y a Anubis no se le había cruzado ninguna mujer virgen que reuniera la suficiente fuerza espiritual para ser digna de su semilla. ¿Qué demonios había pasado en los últimos 500 años? Pues al parecer mucho.
La vez anterior que había estado en el mundo humano tenía para elegir hasta por gusto. Y ahora ni con pinza las sacaba. Tenía que apurarse, el tiempo le apremiaba y el Orbe Celestial necesitaba la energía naciente para sostenerse.
Pateó el suelo arruinando la punta de uno de sus zapatos. Deseaba volver a su templo y pasar una semana entera entregado a los placeres del disfrute y la tranquilidad, olvidando todas sus responsabilidades. Si al menos Ra le diera un descanso, no estaría tan frustrado.
Estudió otra vez a la multitud. Era casi medianoche y la calle estaba concurrida. Sentado a un lado del centro comercial tenía una perspectiva amplia de la mayoría de los humanos que pasaban por allí. Pero aun así no se conformaba.
Se levantó indignado. Necesitaba una humana y estando allí sentado no iba a lograr nada.
Se dirigió en dirección a la plaza central. Esa noche había festival y las esperanzas de buscar presa eran altas. ¿Qué mejor lugar para que buscar que ese?
Anubis caminó relajado mientras las personas se corrían a un lado debido a sus 1.90 metros de cuerpo humano fibroso. Miraba a los lados buscando el aura dorada que identificaba su objetivo, pero a su alrededor solo habían oscuras que identificaban a aquellas almas contaminadas o de color rojo, aquellas que eran simplemente normal. Los humanos habían cambiado tanto en los milenios que hasta daba miedo.
Sus esperanzas de encontrar su objetivo se iban aplastando con cada paso, cuando estiró su inmensa mano y la enrolló en un delgado brazo.
-Tú- utilizó su Voz de mando con el poder de controlar a cualquier ser inferior a él- Vienes conmigo-
Al final la búsqueda había valido la pena. El aura dorada envolvía aquel pequeño cuerpo encapuchado. Pero grande fue su sorpresa cuando el humano se giró hacia él.
Los grandes ojos amatistas de un chico se abrieron como platos seguidos de una expresión risueña en el rostro. Con un movimiento rápido e inestable este se lanzó arriba de Anubis. El dios pudo sentir parte de su poco peso al rodearle su estrecha cintura con los pequeños brazos recostándosele en él sin darle tiempo a reaccionar.
El dios no entendió que ocurría. A menos que el chiquillo fuera ESO. Poco probable, pero no se podía descartar nada. Miró a su alrededor y algunas personas que pasaban su lado los observaban y murmuraban descaradamente. No estaba de humor para eso.
-Suéltame- ordenó pero el humano que tuvo el atrevimiento de tocarlo sin su permiso, no se movió.
Al contrario, restregó su cabeza contra el material de su camisa y se aferraba para mantener el equilibrio. El olor de la sangre infectada de químicos le llegó a sus fosas nasales. Alcohol, droga... no podía definir exactamente y algo más. Un olor dulce y suave que parecía poco masculino.
Por lo visto el chico no tenía intención de dejarlo y tampoco su Voz tenía efecto en él. Extraño, muy pero muy extraño.
Gruñó por dentro pero miró el lado positivo de la situación. Ese día era tarde para encontrar lo que buscaba y tenía delante una presa que se ofrecía en bandeja de plata. Para su frustrado cuerpo no había regalo mejor. Además que no dejaría ir a ese ser tan raro y lleno de interrogantes.
Necesitaba tener respuestas y haría lo que fuera para obtenerlas.
Nefer abrió los ojos y dios mío. Qué eres esa sensación. Se sentía increíble. Saciada hasta la última célula de su cuerpo al punto que el dolor que sentía en cada músculo de su cuerpo era opacado.Se sentó lentamente en la cama y jadeó posando su mano sobre su costilla. Estaba mareada y se llevó la mano a su corto cabello oscuro que apenas le pasaba los hombros y lo corrió hacia atrás, estaba pegajoso y húmedo. En ese momento su piel apenas se restregaba en las sábanas y la hacía temblar. No era normal en ella despertar así.Su cabeza estaba hecha un lío a primera hora de la mañana. Drogas. No las tomaba, de por si las odiaba, pero no podía haber hecho mucho cuando había visto a su cliente ponerla en su vaso supuestamente a escondidas. La situación había estado complicada toda la semana y por lo tanto no tuvo más alternativa. Necesitaba el dinero por sus
Horas antes.Anibis lanzó al chico recién encontrado a la cama de tamaño imperial en cuanto entró al cuarto de hotel de media clase. Pesaba poco y su cuerpo era sumamente delgado y ¿suave? Iba a interrogarlo por todos los métodos que fueran posibles ya que era una anomalía. Encontrar a un hombre así como que necesitaba respuestas rápido. Ra estaría muy interesado en ese tema.No lo quería reconocer pero a pesar de todo, los grandes ojos del chico lo tenían cautivado y desprendía un olor a canela que lo tenía dolorosamente caliente y duro. No tenía prejuicios de con quien se acostaba, era un dios, el género de la persona con quien tenía sexo era irrelevante totalmente. Incluso estaba pensando que después de varios días de abstinencia, quizás sería más beneficioso satisfacer sus deseos primero y después enfocarse en saber por qué un chico poseía esa aura con la mente más fresca.Sí haría eso. Podía tener en su mente la imagen de quien quisiera, después de to
La chica abrió los ojos como platos emocionada y cuando Anubis se incorporó, se giró poniéndose como pudo sobre sus rodillas y bajó el pecho a la cama. La posición de sumisión de la humana ofreciéndose puso más caliente al dios y se acarició desde la base hasta la punta soltando un gemido y ubicándose detrás de ella. La abstinencia había hecho estragos.De cierta forma, que aquella mujer hubiera tenido sexo tenía su lado positivo. A la mierda con los juegos previos, directo a la diversión. Se empapó la gruesa punta con el semen que se escurría del rosado agujero y lo usó de lubricante para empezar a introducirse.Ella gritó e intentó alejarse al sentir la invasión mucho más grande de la que estaba habituada. Sus músculos internos se dilataban dándole paso al grueso pene que no parecía tener fin. U
¿En qué demonios se había metido?Pues en algo bien serio porque clientes como el que tenía delante no aparecería todos los días. Se pasó la mano por la cabeza intentando buscar algo de alivio. Se estaba estresando y eso no era bueno nada bueno dada su condición.-Entra a la ducha mientras aún hay agua caliente. Estás llena de mí por todas partes- la voz de aquel hombre resonó mientras le extendía la mano.Las mejillas de ella se sonrojaron. Tr
Agarrando la sábana, Nefer hacia su mejor esfuerzo de ocultar su desnudez, una vez hubo llegado a la cama imperial. Su cabeza ahora mismo era un lío enorme. No recordaba haber tenido una noche tan agitada en su vida. Había encontrado a un cliente que la droga lo había hecho pasarse de la raya, la habían drogado, supuestamente había estado con lo que fuera que estuviera delante de ella. Y ahora se enteraba que tenía al mismísimo Dios de los Muertos con solo una toalla en su cintura, dentro del mismo cuarto. Un simple humano ya habría colapsado, aunque no era como si ella hubiera parado de temblar. Nefer recostó, agotada, la cabeza en el amplio pecho. Demasiado para que su joven cuerpo soportara. El hombre o dios que lo sostenía la tenía como en una montaña rusa. La asustaba pero a la vez era capaz de despertar lo más oculto de su cuerpo. Incomodidad, placer, libertad, emoción, había tantas cosas dentro de su mente que no le daban tiempo a procesarlo.Sintió algo extra y pesado en su muñeca y se extrañó. No acostumbraba a usar prendas.Alzó su brazo ante su rostro y sus ojos se abrieron como plato al ver la pulsera ancha dorada con incrustaciones de piedras, alBuena chica
Anubis vio como la humana casi se le sale el corazón por la boca del susto. Seguro no se imaginaba que podía encontrarla y menos dentro de su propia casa si a aquello se le podía llamar casa.-Al parecer a mi pequeña sabueso hay que enseñarle modales- su voz grave y sensual retumbaba en las delgadas y desgastadas paredes del apartamento.Nefer ni siquiera pronunciaba una palabra. Estaba totalmente muda mientras se sostenía al borde de la meseta para no caer de la impresión.-¿Qu
Los largos y delgados dedos de Nefer aparecieron abiertos en el ángulo de visión de Anubis. El dios sabía lo que quería. Después de explicarle la situación y las consecuencias que traía consigo, muy reciamente el humano había aceptado y ahora esperaba su primer pago, de sus servicios, por adelantado.Anubis sacó del bolsillo los mismos billetes que había encontrado arriba de la cama cuando salió del baño y se encontró solo. Se había molestado como nunca antes, después de todo, era un dios ¿quién desobedece a un dios y se iba así como lo había hecho ella? Si en el Imperio se enteraban sería el hazmerreír de muchos. Sobre todo de cierto dios con el cual no tranzaba.Le había pasado por la mente infinidad de formas de castigarla, incluso, algunas demasiado placenteras. Pero ahora le costaba todo su control mantenerse ser